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“P-Valley”: una historia de supervivencia en un club nocturno

La serie sobre un grupo de mujeres que trabajan en el bar Pynk estrena el viernes su segunda temporada, atravesada por la pandemia y las dificultades para resistir el bajón económico de la actividad. En diálogo con EL DIA, la creadora del show y ganadora del Pulitzer Katori Hall habla sobre la resiliencia, el estigma de las bailarinas exóticas y la mirada masculina

“P-Valley”: una historia de supervivencia en un club nocturno

Los nuevos episodios de “P-Valley”, desde el viernes por Starzplay

Pedro Garay

Pedro Garay
pgaray@eldia.com

1 de Junio de 2022 | 01:49
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La vida de Katori Hall dio un vuelco en un par de años. Ya era una consumada dramaturga, ganadora de diversos premios por sus trabajos que mezclaban sus pasiones y militancias, cuando, en 2019, estrenó el aclamado musical “Tina”, sobre la vida de Tina Turner, nominado a un Tony; ese mismo año, comenzaba a producir su primera serie de televisión, “P-Valley”, basada en una obra suya, “Pussy Valley”, que estrena este viernes su segunda temporada en la plataforma Starzplay, un año después de que Hall ganara el Pulitzer por su comedia dramática para el escenario “The Hot Wing King”.

Y esta segunda temporada “es una crónica de esos momentos que nos tocó vivir, una cápsula en el tiempo que muestra la resiliencia de estas bailarinas, es una historia de supervivencia”, cuenta Hall, en diálogo con EL DIA: la serie que tiene como eje a un grupo de bailarinas exóticas de un bar del sur estadounidense, Pynk, atraviesa en su segunda parte la pandemia, lo que implica menos clientes, menos dinero y prohibiciones para las reuniones sociales.

“La temporada muestra cuán alto es el riesgo para estas mujeres, en este momento tan duro, económicamente, del mundo. Es un negocio basado en las reuniones, y es muy difícil bailarle a un cliente desde tres metros… Estas mujeres tuvieron que encontrar la manera de ganarse el pan en este momento donde todo el mundo sufría económicamente”, relata Hall, también periodista, y cuenta cómo, al igual que en la serie, muchas estripers tuvieron que mudarse al mundo digital, mientras otras resistieron.

Esa mirada “al ras del piso” de la vida de estas mujeres lleva la marca de la obra de Hall, es una continuidad de una obra auténtica que pone en el eje a las mujeres negras y la comunidad LGBTQ pero desde una perspectiva auténtica, sin declamaciones ni condescendencias.

“Solía ser actriz, y quería interpretar papeles que fueran auténticos, así que creo que esa es mi misión como una mujer artista negra: como narradora, quiero que el público vea la verdad de mi experiencia”, explica al respecto. “Así que cuando me senté a escribir ‘Pussy Valley’, ya hace tantos años, sabía que estas bailarinas mujeres del Delta merecían una plataforma para que la gente las entendiera: son tan marginalizadas por la profesión que han elegido”.

Es por eso que con la serie, su primer trabajo para la televisión, intenta “exponer sus corazones, mostrar que son seres humanos, que pueden ser tu prima, tu hermana, o tu mamá. Siempre busco esa autenticidad: soy una defensora de que la narración sea un motor para la verdad”.

BAILANDO EN EL CAÑO

Esto implicó, a la hora de filmar “P-Valley”, desmontar los mitos que el cine y la televisión, desde la glamorización y la sexualización a la condena moral, han tejido en torno a las bailarinas de los clubes de estriptís. Mitos construidos, claro, desde la “mirada masculina”. De hecho, cuenta Hall, cuando intentaba vender el proyecto a diversos canales y plataformas, “algunas cadenas ni me permitían ir a la oficina: me decían que jamás harían algo así por la historia de las series y películas que tuvieron un elemento relacionado a los clubes de estriptís, donde las mujeres estaban siempre en el fondo, eran papel tapiz, y su trabajo no era respetado”.

“P-Valley”, en cambio, es “respetuosa de quienes son estas mujeres. Y de lo que hacen: lo primero que planteé es que no íbamos a enfocarnos en cómo luce una mujer, sino en lo que su cuerpo puede hacer”, analiza Hall, y en ese sentido es que el pole dancing, los bailes en el caño, son protagonistas de la serie, pero lejos de hipersexualizar a estas mujeres, las muestra “como atletas, casi superheroínas, dando vueltas en el aire”.

“Quería contar la historia desde una perspectiva femenina, que todo lo que hiciéramos, desde el encuadre hasta la coreografía, mostrara la fuerza de las mujeres, su resiliencia”

Katori Hall, showrunner de “P-Valley”

“A menudo se ve a las strippers como parte de una profesión baja, cuando en realidad el pole dancing es una forma de arte”, argumenta la showrunner de “P-Valley”. En Argentina, el pole dancing ha pasado de los clubes a la pantalla de Tinelli, ganando cierta aceptación como actividad atlética. Una reciente serie de Netflix intenta deconstruir ese estigma, pero aún así persisten las cejas levantadas en forma de juicio de valor.

Pero “cuando viajaba por los clubes de estriptís del sur de Estados Uniods, me encontraba con mujeres que trepaban a la cima del caño, se dejaban caer y se agarraban al final del dedo meñique del pie. Cosas increíbles, hitos atléticos. Además, quise tomar clases… y fallé, miserablemente. Ahí entendí lo difícil que era practicar esta forma de arte. Entonces, al hacer el show, quería capturar ese estilo, tipo Cirque du Soleil, que me encontré en los clubes del sur de Estados Unidos”, cuenta Hall.

Y mostrar la potencia del pole dancing era clave para contar desde la mirada femenina: “Cuando decidí producir el show, sabía que quería trabajar con colaboradores que entendieran que íbamos a contar la historia desde una perspectiva femenina, que todo lo que hiciéramos, desde el encuadre hasta la coreografía, debía mostrar la fuerza de las mujeres, su resiliencia”, explica Hall, para quien la perspectiva femenina “se trata de centrarse en un personaje femenino e intentar que el público entienda su experiencia particular, sabiendo que históricamente las mujeres han sido retratadas como objetos”.

Entonces, no iban a filmar los bailes en el caño “dejando la cámara enfocando la cola, o los pechos: nos aseguramos de elegir ángulos para las cámaras que se sientan como el punto de vista de las protagonistas, así el público ve lo que ellas ven, en lugar de mirarlas a ellas. Y eso hace que la audiencia sienta que caminan dentro del club, ven desde la perspectiva de ellas. Nuestra forma de enfocar a la mujer implica que la mujer es el sujeto, no un objeto”.

Por eso es que Katori Hall, la líder del proyecto, encargó la dirección de los distintos episodios a directoras mujeres: “Creo que hay directores varones capaces de dirigir un episodio de la serie respetando el punto de vista femenino. Pero no los he conocido todavía”, se ríe.

 

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