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“El lugar sin límites”: viajes inesperados a través del cine con José Miccio

El crítico marplatense reúne ensayos en un libro que propone leer de manera más libre el séptimo arte y sus entramados

“El lugar sin límites”: viajes inesperados a través del cine con José Miccio
2 de Octubre de 2025 | 04:28
Edición impresa

Los textos de José Miccio, profesor y crítico de rock, literatura y cine, sorprenden siempre por su erudición, pero sobre todo por el uso libre de ese vasto conocimiento cultural: las referencias se cruzan de maneras insospechadas, los textos y temas tratados se intercalan sin aviso, develando, o inventando tal vez, tramas secretas que los unen. No son trabajos conducidos por el afán de demostrar: son ensayos hechos de una pasión por explorar, por buscar, incluso cuando muchas veces no se encuentre nada, o al menos no se encuentre lo esperado.

 

El crítico José Miccio defiende el amateurismo a la hora de abordar la escritura

 

Miccio explica ese estilo libre desde el amateurismo: “Yo no recibo retribución por escribir. Se podría decir que ese amateurismo es un problema en Argentina. Sin embargo, a mí, que tengo un trabajo que me permite destinar tiempo a escribir, me parece una virtud”, explica Miccio, que acaba de editar “El lugar sin límites”, un compendio de ensayos publicados y otros inéditos del crítico marplatense editado por Taipei y La vida útil ordenado en tres secciones: “Formas del gasto”, “Contra la identidad” y “En primera persona”. “Quien lea”, advierte sin embargo, “no necesariamente va a encontrar inmediatamente el motivo por el cual un texto está en una sección: es un juego, los títulos son sugerentes y elásticos, queríamos que pudiera haber en la lectura un juego interpretativo del lector”.

Pero, accede, no es que los textos estén amontonados en tres secciones al azar. En “Formas del gasto”, la propuesta de lectura tiene que ver con “lo sobrante en las películas y el arte: restos que no condicen con las categorías que usamos para pensarlas. Esa excedencia es lo que les da un interés mayor”. En “Contra la identidad” discuto algunos lugares comunes de la crítica, en particular de crítica identitaria, que señala que debe haber una correspondencia identitaria entre el texto y el autor”. Los textos de “En primera persona” trabajan “el siempre problemático uso del yo en este tipo de textos”.

EL CAPRICHO ENSAYÍSTICO

Pero los textos van, vienen, viajan, se aventuran en terrenos insospechados de la historia del cine: a descubrir esas aventuras textuales invita al lector Miccio, y por eso encabeza el libro con un prólogo sobre las representaciones de la infancia en libros y películas, la infancia como “el momento donde el mundo se nos revela: me gustaba que el libro comenzaba de esa manera, permitiría que esa imagen de la infancia, como imagen de aquello que está todavía descubriéndose, acompañe al libro”.

Ese es el espíritu del cuerpo de ensayos, y la razón de ese espíritu, ensaya otra vez Miccio, es su amateurismo. “El ámbito amateur de la escritura es un ámbito perdido. Y es el ámbito del ensayo: es el ámbito donde alguien accede a una intimidad razonada con los textos, con las películas. Eso me interesa del ensayo: encontrar a alguien que está leyendo de determinada manera, que siempre es un poco torcida: para cumplir con los protocolos hay otro género de la escritura”, explica.

Y reivindica frente a esos textos protocolares “el capricho ensayístico”, solo posible en el amateurismo, y que “a mi juicio no está reñido con el rigor: no es que se puede decir cualquier cosa, pero sí hay muchas cosas para hacer que no hacemos por un cierto temor a no acertar en el blanco cuando estamos escribiendo: yo reivindico la chance de que tal vez hay una línea que no suena bien en el texto, pero que si la seguís en sus propios reclamos te puede conducir a un lugar que no hubieras conocido si hubieses respondido a los criterios que sabés que sos correcto”.

Es escribir también lejos de la idea de “escribir para que la escritura produzca una imagen pública beneficiosa”. Escribir por escribir: “Lo que justifica el tiempo con el texto es el texto mismo, y no aquello a lo que el texto te puede conducir”, dice Miccio. “En ese sentido, soy muy romántico, pero este libro nace como tiene la forma que tiene porque es consecuencia de haber asumido un compromiso con la escritura por la escritura misma, no instrumentalizada en función de ninguna otra cosa. Escribir por escribir, el fenómeno que ocurre cuando nos ponemos a pasar tiempo con las palabras, y con los objetos de los que hablan las palabras”.

 

Reivindico el capricho ensayístico: no está reñido con el rigor, no es que se puede decir cualquier cosa, pero sí hay muchas cosas que no hacemos por un cierto temor a no acertar en el blanco cuando estamos escribiendo”

José Miccio,
autor de “El lugar sin límites”

 

LUGARES COMUNES

Así es que Miccio escribe sus ensayos de cine “defendiendo el desorden, el abandono del lugar común como punto de seguridad de la escritura” (le pide lo mismo al cine, reivindicando películas como “Los delincuentes” o “Algo nuevo, algo viejo, algo prestado”, que “no están cómodas en el mundo que las produce”). Miccio escribe moviéndose a través de los objetos cinematográficos, leyendo detalles, excedentes, errores, y tejiendo entre ellos nuevas relaciones a las ya conocidas en torno al séptimo arte. “Su cinefilia es voraz; todo el cine cabe en sus análisis, desde la suntuosidad aristocrático-marxista de Luchino Visconti hasta la clase B feroz de Larry Cohen y sus bebés asesinos”, se lee en la contratapa.

El resultado son textos que “no son académicos ni periodísticos, que se mueven en un ámbito más libre, asumiendo los riesgos de ese proceso: el tropiezo, el lanzamiento de una idea que puede no ser productiva. Al ensayo le queda muy bien una idea: el error es amigo del escritor, no adversario, siempre y cuando escuchemos el error, escuchemos qué está sonando ahí”.

Es un recorrido profundamente personal: ensayos así no pueden no estar atravesados por la primera persona: nadie podría haber escrito los textos que vuelca en “El lugar sin límites” José Miccio.

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