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Espectáculos |DESTACADO DE LA CARTELERA PORTEÑA

“El caso Breccia”: con Interpol mirando, las obras robadas al maestro reaparecen en el Borges

Tras la muerte del historietista, su familia guardó cientos de originales en una caja fuerte. Fueron robados y vendidos por todo el mundo. Algunos fueron recuperados y se exponen en una exposición gratuita que muestra el genio del autor

“El caso Breccia”: con Interpol mirando, las obras robadas al maestro reaparecen en el Borges
24 de Julio de 2022 | 06:49
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A Alberto Breccia lo metieron en una caja: considerado uno de los mayores dibujantes de historietas no sólo en la Argentina sino en el mundo, tras su muerte en 1993 su familia entró en un litigio por la sucesión, motivo por el cual parte de esa obra quedó a resguardo en una caja fuerte. Cuando la empresa de seguridad quebró, esos valiosos originales fueron robados y vendidos ilegalmente por todo el mundo, hasta que algunas piezas aparecieron a la venta. Se metió Interpol: algunas obras fueron recuperadas, y se exponen ahora con entrada libre y gratuita en el porteño Centro Cultural Borges (Viamonte 525), entre cámaras de seguridad y exigencias del juzgado internacional.

“El caso Breccia” es en ese sentido una exposición única. ¿Cuántas muestras se llevan con Interpol vigilando, ante una serie de cámaras de seguridad que todo lo ven? También es un gesto de justicia: la recuperación de la obra no solo implica la recuperación de un patrimonio invaluable, sino que también posiciona a Breccia en el museo, un espacio que no ocupó durante su vida: a pesar de mostrar una virtuosidad y una diversidad de maestro en su obra, ni por asomo cobró nunca este artista, que pasó largas épocas de ahogo económico, las cifras que ahora paga el mercado negro por sus páginas.

A los números: hoy el mercado puede pagar por una página de Breccia unos 5.000 dólares. Su calidad, su versatilidad, su exploración, son marcas codiciadas en todo el mundo y tal es así que países que quizá no tienen tanta relación con el cómic, como Canadá, encuentren compradores.

“Es un caso que da cuenta de los riesgos y lo que pasa cuando una obra es considerada parte del mercado. Ni Breccia ni su familia gozaron de ese reconocimiento económico”, indica Judith Gociol, curadora de la muestra y periodista e investigadora especializada en historietas.

En vida, Breccia apenas subsistió, lejos de cobrar lo que el mercado negro pagó por sus obras

 

Porque “pese al prestigio de su obra, Breccia era un “laburante, trabajaba para sostenerse. Laburó en un montón de lugares, hacía muchas cosas en paralelo. El no vivió ese precio en el mercado, era un ‘ganapan’ que no dejaba de experimentar”, dice Gociol.

La necesidad llevó en ese sentido a Breccia a oscilar en su obra entre su obra más experimental y creativa, donde se encuentran algunos de los trabajos más innovadores e importantes de la historieta, y una obra “para el puchero”, como decía él. Aunque no siempre era una antinomia: “Cosas que nosotros consideramos ahora obras maestras, para él eran experimentaciones con la luz, la sombra, el blanco y el negro, con los materiales y recursos experimentales que encontró por falta de tiempo. Por ejemplo, para abreviar pasos cuando tenía mucho trabajo o cuidaba de su esposa enferma apareció el collage”, explica Gociol.

Así, entre el juego y la necesidad, es que Breccia experimentó con luces y sombras más allá de su tiempo, y se convirtió en uno de los grandes historietistas del mundo, de lo que es evidencia justamente el hecho de que sus obras se hayan desperdigado por todo el planeta.

“Hay un consenso unánime en definirlo así. Es una obra excepcional, realmente hizo otra cosa que no se había hecho hasta entonces y que marcó lo posterior. Hay una historieta que después de Breccia cambió. El grado de experimentación de la obra, muy ligado a los intereses pictóricos y a la experimentación con los materiales”, explica Gociol.

De esa genialidad, se exponen retazos en el Borges: Gociol relata que la mayoría de las páginas recuperadas no pertenecen a sus grandes obras (aunque, avisa, hay algo de “Mort Cinder”), y muchos son bocetos, simples experimentos que no pasaban del ensayo. Pero sobre todo, una buena parte de los casi 900 originales que fueron robados de la caja de la empresa de seguridad Firme tras su quiebra en 2005, no se han recuperado.

Alberto Breccia

La familia depositó los originales en aquella caja de seguridad en medio de un litigio que todavía continúa: El conflicto familiar ha dejado sus huellas en el legado de Breccia, que ha vuelto ahora, con el nuevo boom editorial de las historietas, en forma de varias reediciones, pero que también ha sido señalado por su hijo Enrique, protagonista de “Mi padre y yo”, libro escrito por Gonzalo Santos donde el hijo, también historietista, habla de una compleja relación con su padre. “Estos procesos me dan pena porque mancillan la obra”, afirma Gociol.

LA RECUPERACIÓN

Lo cierto es que en medio de dimes y diretes, las obras robadas comenzaron a emerger. El recobro de esos materiales comenzó casi de casualidad: a través de la noticia de que una obra del dibujante estaba a la venta, la familia hizo la denuncia y el juzgado dio intervención a Interpol a través de su Departamento de Protección del Patrimonio Cultural. En colaboración con dependencias internacionales, detectaron obra en venta que era propiedad de Breccia. Muchas más fueron apareciendo a lo largo de los años, desperdigadas por Europa, por América del Norte, pero incluso hay obras que no lograron que sean restituidas porque cada país tiene su legislación y facultad para decidir si las compras fueron realizadas o no de buena fe.

La obra de Breccia no terminó solamente en el exterior. En Argentina la investigación aportó pistas y resultados. Se realizaron tres allanamientos y lograron recuperar muchos originales: en el año 2009, restituyeron unas 196 obras. Se determinó como responsable a un matrimonio domiciliado en Glew, pero no está probado que hayan robado ellos la colección pero sí que eran tenedores, de modo que la cadena sigue siendo una incógnita en la investigación.

Parte de la obra recuperada se muestra en el Borges, en una exposición que para ser montada precisó de la autorización del juzgado y fue un trabajo mancomunado entre el Ministerio de Cultura de Nación, la Justicia y el Ministerio de Seguridad..

Ubicada en la sala de exposiciones temporarias del Borges, la muestra inicia con la réplica del depósito de Interpol donde se encuentran bajo tutela las obras secuestradas por el Departamento de Protección del Patrimonio Cultural, área que este año cumple dos décadas como fuerza modelo en temas vinculados tráfico ilícito de bienes culturales y está a cargo del comisario inspector Fernando Gómez Benigno.

Una cohorte de cámaras de seguridad apuntan a las obras envueltas en plástico y cartón, cuidadosamente catalogadas. Cuenta Gociol que para llevar adelante esta exposición “todo lo tuvo que autorizar el juez” y firmaron “un acta donde se detallaba lo que había y quedó la guardia permanente”.

Las obras de Breccia se pueden ver un poco más adentro de la muestra, en una sala que fue diseñada para mantener el juego de luces y sombras que marcan la identidad del dibujante. No sólo es cuestión de iluminación, las paredes acompañan esa articulación: en la pared color blanco se muestran las obras recuperadas acompañadas por un formulario de catalogación como los que hace la Policía; en la gris se proyecta un video con las imágenes de las obras localizadas en otros países; y en la pared negra cuelgan solos los marcos de las obras revelando con todo lo que falta. Lo que se robó y también todo aquello que no volvió a su autor porque en la época de Breccia, cuando no existía fotocopiadora, los originales se enviaban por correo y quedaban en manos de editores, una práctica que cambió “porque se modificó la mirada en relación a la historieta”, dice Gociol.

Casi todos los originales que se exhiben en la muestra son inéditos, no se publicaron o no se exhibieron, o no hay registro de que hayan salido a la luz. El abanico de estéticas y trazos es enorme y hay obras en témperas de los años 50, obras de fines de los 80 y otras que son como “apuntes” -los llama Gociol- que Breccia realizó en la década del 90, poco antes de su muerte porque, como recordó su nieta Silvana en una recorrida por las obras de su abuelo, Breccia dibujó “hasta el último de sus días”. Son obras que además muestran la forma de trabajo de Breccia en diálogo con el guionista, creando un lenguaje visual propio en función de cada texto.

Para agendar
Qué: “El caso Breccia”
Dónde: Centro Cultural Borges, Viamonte 525, capital federal. Sala de exposiciones temporarias 2, pabellón II, segundo piso.
Cuándo: de miércoles a domingo de 14 a 20, hasta septiembre

 

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