
La Selección en La Plata: Provincia y AFA firmaron el acuerdo para el uso del Estadio Único
La Selección en La Plata: Provincia y AFA firmaron el acuerdo para el uso del Estadio Único
La CGT vino a La Plata y le pidió a Kicillof lugares en las listas
Fenómeno climático: alertan por la posible llegada de una ciclogénesis en la Región
Marcos Rojo, una cena en La Plata y el rumor que explotó en redes de jugar en el Lobo
Picada mortal en el Bosque: la Justicia confirmó la condena a 9 años para Nahuel D'Elía
El Concejo Deliberante aprobó la citación al presidente del Consejo Escolar
El mapa de cortes y desvíos para los próximos días en La Plata
La entradera a mano armada a un ex juez federal de La Plata: ¿Qué se sabe del robo?
Gimnasia vs Instituto en el Bosque: hay venta presencial de populares y las plateas es online
Habemus defensor: González Pirez rompió con River, puso la firma y volvió a Estudiantes
El 12 de julio es una fecha, la fecha histórica de Los Rolling Stones
¿Comer facturas será un lujo? Afirman que la docena debería valer $25.000 para ser rentable
El Bitcoin explota: nuevo récord de USD 118.000, a pesar del escándalo de la criptomoneda $Libra
El Gobierno evalúa trasladar a los carpinchos del Conurbano hacia una isla
A solo $9.990 | Pedí "El Caballo Coco", un libro con sonido y para pintar
Netflix pega un sacudón con el nuevo aumento en Argentina: cuánto costará desde agosto
La Justicia dispuso que Cristina Kirchner deberá seguir usando la tobillera electrónica
Moda & Coiffure: Silkey Mundial, el desfile más esperado por el mundo fashionista
Fuerza Patria presentó su primer spot: "Aprendimos que la única salida se construye con unidad"
Caputo y su curiosa frase sobre la oposición y el Congreso: "Es lo mejor que pudo haber pasado"
Elecciones en Provincia: tras confirmar los frentes, ahora es tiempo de la pelea por los candidatos
Tensiones y nombres en danza en la alianza “Somos Buenos Aires”
VIDEO. Desde adentro, así fue la revuelta de presos en la cárcel de Varela
Todo listo en la República de los Niños para recibir las vacaciones de invierno: la agenda recargada
Fondos, política y ruptura: la pelea con los gobernadores que no le conviene a Milei
Estimado lector, muchas gracias por su interés en nuestras notas. Hemos incorporado el registro con el objetivo de mejorar la información que le brindamos de acuerdo a sus intereses. Para más información haga clic aquí
La juventud consume cada vez menos rock porque algunos viejos artistas y sus ideas conservadoras no los representan. Ahora, los comentarios al borde de la xenofobia (¿al borde?) de Leo García reavivan el debate: ¿se puede decir cualquier cosa?
Pedro Garay
pgaray@eldia.com
¿Está viejo el rock? La pregunta se ha ido repitiendo hace casi una década, como un eco, a medida que el rock nacional (e internacional) iba desvaneciéndose de las radios y los estadios; a medida que solo quedaba de aquella música que revitalizó al país un puñado de añosos sobrevivientes; a medida que los chicos, en lugar de formar una banda y rebelarse a través del rock, pasaban a tirar beats y a bailar los nuevos ritmos urbanos.
En esa transición se gestó una grieta musical que es cultural: a la juventud, atravesada por ciertas preocupaciones que son parte de su zeitgeist (desde la igualdad de género y la diversidad sexual a la protección del medio ambiente) la cultura rock le olía un poco machirula y reaccionaria, y poco han hecho muchos héroes de la guitarra para desmentir esa aseveración. De hecho, son varios los viejos rockeros que han coqueteado con ideas de derecha, siendo “cancelados” a supersónica velocidad por el piberío.
Y el desprecio es mutuo a menudo, como planteó la pasada semana Leo García: “Voy a luchar por el rock nacional que es nuestra cultura, no esa mierda del trap. Esos soretes mueran ya. Mierda son el trap y el reguetón, todo eso chicano que nada tiene que ver con nuestra cultura. Mueran hijos de putas basuras y la industria que los fomenta”, disparó el hombre de la ceja cortada, y le gritó a la juventud, desde Twitter, que “despierten”, que “no se dejen engañar por la industria”. García disparó su munición tuitera contra los freestylers, “unos transeros de mierda con falta de cultura”, y al borde de la xenofobia pidió que la cultura centroamericana “no invada mi cultura. Vayan a perrear a su país, hijos de puta. Si le dan bola a esa mierda es porque está lleno de venezolanos y colombianos en nuestro país”. ¡Epa Leo!
Los más analíticos opinadores 2.0 le recordaron a García que también el rock es una importación, parte de otra “invasión cultural”, luego resignificada y transformada por los artistas locales porque no existe tal cosa como una inoculación unidireccional de cultura. Siempre hay resistencias, lo que ya en 1928 Oswald de Andrade llamaba antropofagia, es decir, canibalismo: se devora y se regurgita distinto.
Pero, en general, la respuesta fue una unánime condena que lo llevó a escribir al día siguiente una especie de retracción, donde explicaba que “yo en Instagram soy buenísimo, en Facebook familiero y bue aquí (en Twitter) kilombero”, pero no sin advertir que “no tengan miedo a decir lo que se les canta por aquí! Para eso es esto!” (algo de razón tiene: muchos lo acusaron de usar Twitter “como una tía”, sin filtro, pero, ¿no es Twitter la red social de las barbaridades, de ver quién puede gritar más fuerte?)
Allí el eje de la cuestión: ¿se puede decir, efectivamente, cualquier cosa? ¿Es tan grave una opinión polémica en Twitter? ¿Merece cancelación, repudio? ¿Es tan grave, a la vez, ese acto de cancelación?
LE PUEDE INTERESAR
Lana Turner, el mito sexual que vivió una vida de abusos, affaires y hasta un asesinato
LE PUEDE INTERESAR
Burlando, aplastado por una yegua: tres costillas rotas pero “estable”
Todas estas preguntas las suele abordar Andrés Calamaro en su cuenta tuitera, donde habitualmente lanza opiniones polémicas que luego defiende, entre varios argumentos, replicando el de Leo García: la libertad de expresión.
El Salmón es adalid de cortar con la corrección política (una especie de autocensura, según él, que solo sirve para cimentar el actual estado de cosas) y señalar las grietas hipócritas en tanto comunicado oficial bienpensante que domina las redes: imagina un gesto rockero en ese “meter el dedo en la llaga” en el estado de cosas, y por eso, en parte, sus exabruptos son habituales. En parte, también, parece pensar que toda esta era necesita desdramatizar un poco.
Como cuando Benito Cerati lo calificó de “persona horrible” por un chiste sobre los Globos de Oro. “Es humor, Benito”, lanzó, como decepcionado; pero más decepcionado estaba el hijo de Cerati, claro, luego de leer lo que el ex Los Rodríguez había tirado sobre la entrega de premios: “¿Qué hay que hacer para ganar además de ser lesbiano, exótico, mujer, obeso, latino, negro, oriental, feminista y votar demócratas…?”
Allí la grieta: para Calamaro, esa provocación tiene sentido, señala la hipocresía de la industria de Hollywood, la “discriminación positiva de manual”; para Benito, es una falta de respeto; para Calamaro, es humor, un chiste; para Benito, la replicación de discursos conservadores y nocivos, que ayudan a construir un inconsciente donde está bien minimizar las luchas de las llamadas minorías.
Así ocurre con cada una de sus diatribas tuiteras, desde la vez que afirmó que Argentina era “detestable” hasta sus críticas al “feminismo extremo”: “Lo que conocemos como corrección política tiene tintes inquisidores”, escribió. Porque para Andrelo, hay una cruzada detrás de tanto exabrupto: defender el derecho a decir cualquier cosa en tiempos que considera inquisidores (no por nada, llamó Stasi a los que lo criticaron con “opiniones exaltadas” por decir que Queen estaba “inflado con esteroides”). En ese “cualquier cosa” entran también sus chistes sobre la muerte de Nisman.
La nueva generación desprecia a Calamaro: no le reconocen méritos musicales, con esa linealidad que conlleva toda cancelación (como algo es malo, todo es malo: es un juicio sumario y absoluto, sin matices, que no complejiza ni problematiza), y en nada ayuda al viejo rockero, por ejemplo, defender causas como las corridas de toros. Hoy es más sensato acusar, como hizo Fernando Ruiz Díaz sobre el escenario de Jesús María, “a todos los mierdas que quieren domesticar un caballo. Por suerte cada tanto, un caballo se venga y termina muerto un ser humano. Viva el caballo cuando vence”. Igual, el líder de Catupecu también tuvo que pedir disculpas.
Tampoco ayuda a Calamaro haber defendido al ultraderechista partido español Vox: el corrimiento a la derecha de algunos rockeros, otrora bandera de la rebeldía, es también un fenómeno que ha llevado a los jóvenes a considerar un poco vetusta la cultura rock. Este giro a la derecha, para muchos, es signo de los tiempos: en un mundo donde las ideologías conservadoras ganan tracción (al punto de que muchos jóvenes ya no son de izquierda y utópicos, sino de derecha profunda y liberal), la incorrección política asoma como una nueva forma de rebeldía. Pero, claro: ¿ser polémico es lo mismo que ser crítico?
En nadie se encarna tan bien todo esto como en Ricardo Iorio, el líder de las tres agrupaciones musicales más emblemáticas del rock pesado -V8, Hermética y Almafuerte-.
Algunos dicen que siempre llevó el germen de la intolerancia en su forma de decir, pero la verdad no es tan sencilla: el tipo le cantaba a las injusticias del sistema, despotricaba contra los festivales de rock y amor en plena dictadura, y antes del fin de siglo hasta homenajeó a las Abuelas de Plaza de Mayo. Pero, claro, ya en el siglo XXI, comenzaría a desplegar comentarios antisemitas en la Rolling Stone, mientras cantaba un homenaje a Seineldín. También se manifestó a favor de la guerra y tildó a los desaparecidos durante la dictadura como “un puñado de indemnizados”. Y hasta se sacó una foto con el candidato filonazi Alejandro Biondini.
Entre tantas ideas extremas, Iorio se ganó la cancelación definitiva cuando, hace algunos años, mientras criticaba el aborto, lanzó: “Esas zurdas saben que yo sé que ellas saben que yo sé… ¿sabés qué sé yo? Que ellas saben que yo sé que nunca encontraron un pater familias como yo, un macho proveedor, se lo perdieron. Entonces en su resentimiento se dejan adoctrinar, ¡encima cobran! Son inconscientes”.
Pero Iorio no es la excepción y lo suyo no es un mero “exabrupto”, un desliz. Desde el “sacate la bombachita” de Billy Bond a una periodista al “hay mujeres que necesitan ser violadas” de Cordera, pasando por las cientas de denuncias de abusos en camarines y los comentarios homofóbicos del líder de La Beriso, el rock se ha mostrado lejos de la deconstrucción: la enquistada cultura machista del rock, claro, es un poco más grave y peligrosa que un poco de humor en una era hipersensible...
ESTA NOTA ES EXCLUSIVA PARA SUSCRIPTORES
HA ALCANZADO EL LIMITE DE NOTAS GRATUITAS
Para disfrutar este artículo, análisis y más,
por favor, suscríbase a uno de nuestros planes digitales
¿Ya tiene suscripción? Ingresar
Full Promocional mensual
$670/mes
*LOS PRIMEROS 3 MESES, LUEGO $6280
Acceso ilimitado a www.eldia.com
Acceso a la versión PDF
Beneficios Club El Día
Básico Promocional mensual
$515/mes
*LOS PRIMEROS 3 MESES, LUEGO $4065
Acceso ilimitado a www.eldia.com
Diario El Día de La Plata, fundado el 2 de Marzo de 1884.
© 2025 El Día SA - Todos los derechos reservados.
Registro DNDA Nº RL-2024-69526764-APN-DNDA#MJ Propietario El Día SAICYF. Edición Nro. 6986 Director: Raúl Kraiselburd. Diag. 80 Nro. 815 - La Plata - Pcia. de Bs. As.
Bienvenido
Estimado lector, muchas gracias por su interés en nuestras notas. Hemos incorporado el registro con el objetivo de mejorar la información que le brindamos de acuerdo a sus intereses. Para más información haga clic aquí
Ante cualquier inconveniente durante el inicio de sesión, por favor escribanos a sistemas@eldia.com
Bienvenido
Estimado lector, con sólo registrarse tendrá acceso a 80 artículos por mes en forma gratuita. Para más información haga clic aquí
DATOS PERSONALES
Ante cualquier inconveniente durante el inicio de sesión, por favor escribanos a sistemas@eldia.com
¿Querés recibir notificaciones de alertas?
Para comentar suscribite haciendo click aquí