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¡Vienen los rusos!: en su tercera temporada, “Stranger Things” se mete en la “Guerra Fría 2”

En medio del avance de la Rusia de Putin, el villano favorito de Hollywood está de regreso, y la serie de Netflix lo refleja

¡Vienen los rusos!: en su tercera temporada, “Stranger Things” se mete en la “Guerra Fría 2”

El jefe Hopper vestido de soldado ruso en la tercera temporada de “Stranger Things” / Netflix

Pedro Garay

Pedro Garay
pgaray@eldia.com

9 de Julio de 2019 | 03:12
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“Stranger Things” regresó el jueves con su tercera temporada y, como era inevitable teniendo en cuenta que la serie se baña en nostalgia ochentosa en la era de la “Guerra Fría 2: más fría que nunca”, llegó a las pantallas con un malo conocido: los rusos llegan a Hawkins con sus poderosas armas, sus planes maquiavélicos y su aplastante burocracia.

Y parece haber consenso de que, si bien el show de los hermanos Duffer ha perdido relevancia en un panorama televisivo que explotó el ochentismo desde el primer estallido de “Stranger Things” hasta neutralizarlo, la serie recupera su pulso narrativo tras la implosión de la segunda entrega, en parte, gracias a abrazar el ridículo de ese villano mitológico que vuelve a cobrar fuerza en el entretenimiento estadounidense con cada mirada torva de Vladimir Putin.

“Stranger Things 3” recupera, en ese sentido, el regocijo: los Duffer dejan de intentar complacer a la audiencia con heroísmos imposibles, videoclips de Eleven y gigantescas batallas psíquicas animadas gracias al mayor presupuesto de la serie, escapan al fan service y narran la historia que quieren narrar, caiga quien caiga (y caen varios).

Con algunos momentos sorprendentemente emotivos (¡Alexei!) que nos toman por sorpresa porque nos acostumbramos a burlarnos de la serie después de esa fallida temporada 2, los hermanos regresan al cóctel de referencias pop como fórmula: una exagerada cantidad de referencias hiladas una tras otra se entretejen en la trama de forma torpe, a veces sin siquiera pensar una excusa. Así, la nostalgia ochentosa sube el volumen a 11, a 12: ¡la banda sonora de “Volver al Futuro”! ¡La canción de “La historia sin fin”! ¡El suero de la verdad! ¡La familia Griswold! ¡”El día de los muertos vivos”! Un festival de referencias nada sutiles para que celebre la audiencia nostálgica completo con rusos en el subsuelo de Hawkins y ¡un Terminator soviético!

Es que “Stranger Things” siempre fue el hijo perfecto de la ficción de la primera generación criada por la televisión. La pantalla crió a los jóvenes de los 80, nutriéndolos vía ondas catódicas de costumbres, hábitos... y una saludable dosis de odio a los rusos.

LA EVOLUCIÓN

Un odio que regresa: siempre es interesante ver a quién elige la industria como su enemigo, reflejo del Zeitgeist cultural. En este siglo, después de la caída de las Torres, fueron los árabes los que tomaron la iniciativa. Y cuando el terrorismo comenzó a diluirse como villano, la realidad se encargó de darle a la industria a su nuevo eje del mal: el ascenso de Donald Trump es reflejo del crecimiento de las derechas y la intolerancia a nivel mundial.

La primera entrega de “Stranger Things” es de aquellos días: estrenada en julio de 2016, algunos meses antes de la asunción de Trump, no es tanto una alegoría política directa como una serie que captura el estado mental de los estadounidenses por aquellos días. El enemigo está dentro, en un pueblito que podría ser cualquier pueblito, en la EE UU profunda. Tras la asunción de Trump, la exitosa serie sería reinterpretada por la Hollywood progre como un alegato a favor de los freaks en un mundo crecientemente intolerante.

“Continuaremos dándole refugio a los marginados, atravesaremos las mentiras, cazaremos monstruos. Y cuando estemos perdidos entre la hipocresía y la violencia casual de ciertos individuos e instituciones, a través del Jefe Hopper golpearemos a aquellos que quieran destruir a los oprimidos”, dijo David Harbour, protagonista de la serie, en la ceremonia de los premios SAG en 2018, forzando un poco el relato.

De la segunda temporada conviene no hablar demasiado: un furcio impulsado por la presión de los fanáticos, Netflix y los publicistas de Millie Bobby Brown. Aunque es interesante como allí ya aparece el “agente durmiente”, encarnado en el pobre Will, otra vez sodomizado por un monstruo del mundo del revés.

Prefacio del enemigo de la tercera, también oculto literalmente bajo la superficie: los rusos llegan a Hawkins. Reflejo del momento geopolítico del mundo, sí, pero también una forma fácil de crear tensión y provocar una reacción emocional sin perder demasiado tiempo desarrollando mundos y personajes: “Stranger Things 3” utiliza esta herramienta a la vez que la parodia, con conciencia del ridículo estereotipo, lógico… pero el malo sigue siendo ruso.

En un mundo de incertidumbres, nadie quiere ver televisión para que le recuerde sus miedos

 

Es una dicotomía que han atravesado todas las producciones de Hollywood que regresan al villano rojo en estos días donde Rusia, tras interferir en sus elecciones, despierta ansiedad en una Estados Unidos de poder menguante: desde “Glow” a “Atomic Blonde”, desde “The Americans” (la serie más matizada, y por tanto menos vista, sobre rusos) a “Capitán América: Soldado de Invierno”, pasando por “Creed II” (sin dudas el mejor villano ruso de la década; alguien como Barney Stinson podría decir que en realidad él es el héroe de la cinta, un héroe trágico), han intentado humanizar el estereotipo, compartir las culpas de aquella Guerra Fría, aunque, a la hora de los bifes, el que recibe es siempre el soviético. Como el pobre Alexei, el pobre científico soviético que soñaba con las libertades del capitalismo.

Es que, ante un mundo de incertidumbres, nadie quiere ver televisión para que le recuerde sus miedos: los villanos bien construidos pero finalmente malvados con predeciblemente confortables.

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