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Séptimo Día |UN TEXTO TRABAJADO EN UN TALLER HECHO EN PANDEMIA

“Un montón de bolsas negras”: la novela de Sebastián Masquelet

“Hay historias que pueden no ser oscuras, pero que son tabúes familiares”, aseguró el autor y docente. La obra se centra en un protagonista que atraviesa un dilema parental

“Un montón de bolsas negras”: la novela de Sebastián Masquelet

Sebastián Masquelet, escritor y dueño de una librería / Télam

6 de Agosto de 2023 | 04:27
Edición impresa

En la novela “Un montón de bolsas negras”, Sebastián Masquelet, escritor, docente de literatura y uno de los responsables de la librería Atlántica, reconstruye las desventuras de un protagonista que consume las horas escribiendo publicidades mientras tramita la incertidumbre que le genera su inminente paternidad y trata de resolver, al mismo tiempo, un nudo familiar.

Masquelet trabajó el texto junto a Juan Forn, en el taller al que asistió hasta que comenzó la pandemia. “Le pusimos nombre a la novela en el último encuentro presencial y seguí en contacto con él hasta que falleció”, cuenta sobre cómo lo marcó (a él como autor y también al texto publicado por Hormigas Negras) el trabajo junto al mítico escritor, editor y periodista a dos años de su fallecimiento. Desde Atlántica, una librería-café en el barrio de Caballito que montó junto a sus socios en la que era la casa de su bisabuelo, el autor ejercita el doble rol de escritor-recomendador.

Sobre el puntapié de la novela, hay un viaje a la infancia y un trabajo sobre cada miembro de la familia que permite entender la incertidumbre ante la paternidad del protagonista. En ese sentido, el autor se explayó: “La comencé a escribir cuando apenas acababa de publicar un diario de viajes que me había llevado varios años de trabajo y de taller; y fue bastante loco poder arrancar algo nuevo cuando todavía estaba muy metido en el proceso de cierre del otro libro. De hecho, lo que me empezó a pasar era que la voz del protagonista se pegaba demasiado a lo que ya venía escribiendo. Y si bien eso siguió pasando, supongo que porque desde la primera persona es medio difícil alejarse de uno mismo, de a poco fue fluyendo a otra velocidad, con más claridad. Después arrancaron los problemas en serio. Fue clave el espacio de taller para salir rápido de las trabas que genera lo autobiográfico. El puntapié de la novela era una separación y, vaya uno a saber por qué, se me dio por ir hacia algo de la historia de mi viejo y de mi abuelo”.

“Crecí y me formé culturalmente de la mano de una abuela que en la novela muere treinta años antes, mi vieja siempre estuvo presente y además tengo cinco hermanos. Entonces a partir de la experiencia del taller y sobre todo con la mirada de Juan Forn, se fue ajustando lo que le convenía a la historia y así arranca lo ficcional. Y después empieza también algo medio mágico: cómo se conectan partes de la historia, algunas que las puedo haber visto yo aún cuando no las había planificado y la mayoría porque las observan y te las proponen quienes van siguiendo semana a semana con la lectura el mismo proceso de escritura”, agregó Masquelet, en alusión a la estructuración del texto presentado.

Sobre la construcción del diálogo entre pasado y presente que atraviesa al lector en la novela, Sebastián comentó que “aparece un poco como escape”. “Hay algo del protagonista que es lo que parece darle impulso para moverse: cuando no quiere enfrentarse a algo, cuando tiene que hacerse cargo, sale para otro lado. Entonces si no puede ir para adelante porque le da vértigo lo que ve, le es más fácil ir para atrás y así arranca el flashback. Y cuando lo que está atrás no se entiende tanto, o más concretamente cuando duele, parece ser mejor dedicarse un rato al presente”.

El protagonista de “Un montón de bolsas negras” usa la escritura como herramienta para su trabajo en publicidad articulando keywords. En su biografía, se define como “exoficinista”. En efecto, ante la pregunta de por qué el oficio de escritor es tan permeable a camuflarse en infinitos trabajos, y qué tanto hay de trabajo en escribir, contestó: “Es linda la imagen esa de que el oficio de escribir puede camuflarse. Es como una variante del hacer radio (de cuando la radio no se transmitía por Youtube). En este caso es al revés, como si no supiéramos qué esconde la cara de una persona, porque cualquiera puede estar escribiendo sin que nos demos cuenta... Supongo que cuanto más variado es el mundo en el que te movés, más podés tomar”.

“Forn (su compañero) decía que uno puede estar escribiendo todo el tiempo en su cabeza, mientras viaja en el subte o cuando está en una sala de espera. Hablaba de tener una especie de ojo de mosca que te permita estar mirando casi 360 grados, viendo todo lo que pasa a tu alrededor. Para mí eso se traduce en más imágenes y lugares desde los que tomar ideas, robar anécdotas”, agregó el escritor.

Para sumar a la respuesta, adhirió: “Una forma de rodear lo autobiográfico, en ese sentido, es usar imágenes, historias, características de otros para decir lo propio. Por un lado es mucho más fácil y, por otro lado, te compromete menos. No lo había pensado hasta ahora pero creo que ese mecanismo de escritura que tiene el protagonista de la historia, que está forzado a repetir algunas palabras clave para dar un mensaje en una publicidad, no se aleja tanto de mi forma de escribir, qué básicamente es agarrar un par de ideas o imágenes que me gustan para después unirlas de alguna manera que tenga sentido. Creo que ahí empieza el trabajo porque cuanto mejor están construidos los puentes entre esas ideas, mejor se resaltan. Y después, solo hay que sentarse a corregir todo doscientas mil veces”.

El protagonista recrea escenas de terapia, tiene hipótesis e incluso ensaya reflexiones más teóricas. Sobre lo que le permitió, desde lo narrativo, un personaje “tan analizado”, contó: “Me cuesta pensar en lo que me permitió ese proceso porque quizás fue un poco más una cárcel que otra cosa. La novela se fue construyendo como eso, una forma de comerse la cabeza sin descanso que no deja ver acciones concretas más allá del escape o la imaginación de futuros que no se condicen con lo que va sucediendo. Y si bien desde lo narrativo creo que a mí me sirvió para meterle bastante humor, para ridiculizar al personaje, para verlo ahí entre odioso y desamparado, también se volvió un desafío constante porque todo el tiempo está la pregunta y ahora qué pasa, va a hacer algo o no”.

 

Un montón de bolsas negras
SEBASTIÁN MASQUELET
Editorial: Hormigas negras
Páginas: 262
Precio: $4.200

 

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