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Álvaro Cortés, hoy jubilado, necesita una medicación neurológica para su tratamiento, pero IOMA se resiste a otorgarla
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Esteban Pérez Fernández
eperezfernandez@eldia.com
El pediatra del pueblo necesita medicación, pero por esas cosas de la burocracia estatal no la tiene. No importa si dedicó 50 años a atender gratis a vecinos sin recursos o si se trasladaba casa por casa en su Peugeot 404 celeste allá en los 80 para visitar a sus pacientes, o los madrugones para atender a cualquier hora a los padres por una consulta telefónica (o personal, hijo en brazos), o el incansable ida y vuelta desde Cantilo y Centenario, donde estaba su casa, hasta la salita municipal de Arturo Seguí, allí en la que se atendían los niños de esa barriada humilde y poco poblada.
El médico Álvaro Cortés dedicó su vida a eso, a tranquilizar a padres ansiosos y asustados y a curar a niños y niñas, con pocos medicamentos, mucha sabiduría y una sonrisa en su sencillo consultorio. Hoy, ya jubilado y como una traicionera burla del destino, IOMA le niega la medicación que necesita para llevar adelante la extraña enfermedad neurológica que padece, denominada “demencia con cuerpos de Lewy”, esa que también sufrió el gran actor -ganador del Oscar- Robin Williams.
La enfermedad le provoca problemas cognitivos y el único medicamento que las evita es el clorhidrato donepezilo, ese que IOMA se niega a entregar en la dosis que necesita el paciente, que toma una marca en particular que es la única que hasta ahora le ha dado resultados positivos en su tratamiento, según explicó a este diario la esposa del médico.
Hace un par de días, uno de sus hijos hizo un crudo posteo en Facebook describiendo la situación, lo que generó una cantidad innumerable de reacciones en favor del médico que se ocupó de la salud de buena parte de los habitantes de City Bell desde el año 73 hasta -cuando la localidad era un pueblo- hasta hace unos pocos años.
Describiendo una anécdota del 8 de abril pasado en un diálogo que mantuvo con su padre, decía en ese posteo que “ahora, unos pocos meses después, necesita el doble de la medicación que necesitaba en aquel entonces para su enfermedad. Fue a su médico y éste así lo recetó y así lo describe, con la claridad que los buenos médicos tienen, en la historia clínica. Y fuimos a IOMA. Pero a la persona que nos atendió le pareció que mi papá no necesitaba la dosis recomendada por el neurólogo”.
Una dosis que lo ayuda a llevar su enfermedad de mejor forma y que necesita sin dilación, pero a la que la burocracia estatal, o la mala voluntad del empleado de turno, le impiden acceder. Los llamados no tardaron en llegar a la redacción y a cronistas de este medio, a los que no sorprendió el mensaje: pocas personas pueden reunir tanto cariño como el que cosecha el médico Álvaro Cortés, que ha sido el que acompañó a tres generaciones con su bonhomía que trascendió el trato entre el profesional y el paciente
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Y la preocupación de una familia se transformó en la de cientos de citibelenses que lo conocen de toda la vida, los que apenas pasaron un par de veces por su consultorio o los que lo vieron cientos de veces tomando un café en Cantilo con su inseparable esposa Victoria. A nadie le resulta indiferente la situación y la impotencia que genera a toda una comunidad agradecida con el médico del pueblo e indignada con la solución que no llega, por sencilla que parezca.
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