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Comer cuando hay sol: ¿es posible alimentarse sólo de día?

Comer cuando hay sol: ¿es posible alimentarse sólo de día?
10 de Agosto de 2025 | 05:13
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Imaginá esto: te sentás a cenar a las 19, apagás la cocina a las 20, y después no comés nada hasta el otro día a las 8 de la mañana.

¿Fácil? ¿Terrible? ¿Directamente imposible?

Para muchos argentinos, esto suena más a rutina escandinava que a vida real.

Pero es la base de lo que se conoce como la dieta del ritmo circadiano, una tendencia que está ganando fuerza entre médicos, nutricionistas y personas que buscan mejorar su salud sin contar calorías, sino respetando el reloj biológico del cuerpo.

¿QUÉ ES EL RITMO CIRCADIANO?

Todos tenemos un reloj interno que regula funciones clave del cuerpo: el sueño, la temperatura corporal, la producción de hormonas y también el metabolismo. Ese reloj sigue un ciclo de aproximadamente 24 horas y está fuertemente influenciado por la luz solar. Cuando respetamos ese ritmo -durmiendo de noche, comiendo de día, activándonos con la luz y descansando cuando oscurece- el cuerpo funciona mejor. Cuando lo desfasamos -comiendo a las 23, mirando pantallas hasta las 2 a. m., durmiendo poco y picando a cualquier hora- se desajusta todo: sube el azúcar en sangre, se altera el apetito, se acumula grasa y se genera inflamación.

La dieta del ritmo circadiano propone comer en las horas en que el cuerpo está metabólicamente más preparado para digerir y procesar los alimentos. La lógica es simple: comer de día, dejar de comer de noche.

CÓMO FUNCIONA ESTA DIETA

En líneas generales, la dieta propone desayunar temprano: idealmente antes de las 9; hacer la comida principal entre las 12 y las 14; cenar liviano y temprano, no más allá de las 20; y ayunar entre 12 y 14 horas durante la noche (por ejemplo, cenar a las 19 y volver a comer a las 8 del día siguiente).

Eso si: evitar picoteos nocturnos, pantallas brillantes a la noche y cafeína después de las 16.

El objetivo no es reducir calorías, sino optimizar el uso de la energía en función de las horas en las que el cuerpo “trabaja mejor”. El sistema digestivo, por ejemplo, tiene su pico de actividad durante el día, pero a la noche disminuye su eficacia. Comer mucho de noche -algo muy común en Argentina- no solo dificulta el descanso, sino que también puede favorecer el aumento de peso, el reflujo y la resistencia a la insulina.

¿Y QUÉ DICE LA CIENCIA?

No es solo una moda. Hay estudios serios que respaldan esta forma de comer. Investigaciones publicadas muestran que respetar los ritmos circadianos mejora la sensibilidad a la insulina, reduce el colesterol, favorece la pérdida de grasa abdominal y mejora la calidad del sueño. También se asocia con menor riesgo de enfermedades cardiovasculares y metabólicas.

Un dato clave: el cuerpo no procesa igual un plato de pasta a las 13 que a las 22. A la noche, hay menos secreción de insulina y menor actividad del sistema digestivo. Resultado: se acumula más grasa y hay más riesgo de hiperglucemia. Por eso, cambiar el cuándo comemos puede ser tan importante como el qué comemos.

¿ES POSIBLE EN ARGENTINA?

Y ahora viene la gran pregunta: ¿se puede hacer esta dieta en un país donde el prime time arranca a las 21, los restaurantes abren a las 20:30 y los chicos terminan de hacer la tarea pasadas las 22? Spoiler: no es fácil, pero tampoco imposible.

La cultura alimentaria argentina tiene horarios tardíos muy arraigados. Se cena tarde, se pica algo con el mate a las 19, se come asado a las 22 y se sale a comer a las 21:30. Cambiar esos hábitos no es simplemente mover el reloj: implica reformular rutinas familiares, sociales y laborales.

Pero también hay señales de cambio. Con el auge del home office, las rutinas más flexibles, el crecimiento de la alimentación consciente y el interés por el bienestar integral, cada vez más personas se animan a probar variantes.

Algunos eligen hacer “time-restricted eating” (alimentación restringida en el tiempo), cenando a las 20 y ayunando hasta el desayuno.

Otros trasladan la comida fuerte al mediodía y hacen una cena liviana, tipo sopa, ensalada o yogur.

La clave está en adaptar la lógica circadiana a la realidad local. No se trata de replicar horarios europeos, sino de mover gradualmente las comidas más importantes hacia el día y evitar las ingestas copiosas a la noche.

Cena al ritmo circadiano en Argentina: difícil, pero posible / Pexels

¿A QUIÉN LE SIRVE ESTA DIETA?

Aunque cualquier persona puede beneficiarse, se ha visto que este tipo de alimentación tiene efectos muy positivos en personas con diabetes tipo 2, hipertensión, obesidad, trastornos del sueño o síndrome metabólico.

También puede ayudar a quienes tienen problemas digestivos crónicos, como acidez o colon irritable.

De todas formas, no es una dieta milagro ni un sistema rígido. Es un enfoque basado en escuchar al cuerpo y en aprovechar mejor los momentos del día en los que funciona de manera más eficiente.

COMER CON EL SOL

La idea central de la dieta circadiana es simple y poderosa: comer cuando el cuerpo está despierto y procesar cuando está dormido.

En lugar de forzar el metabolismo con snacks nocturnos o cenas pesadas, se trata de respetar el ritmo natural con el que la biología humana evolucionó durante milenios.

En un país como Argentina, la adaptación puede ser gradual, parcial, con margen para los asados, las reuniones, los cumpleaños y los viernes de pizza. Pero incluso con pequeños cambios -adelantar un poco la cena, hacer más fuerte el almuerzo, respetar un ayuno nocturno básico- el cuerpo lo nota. Y lo agradece.

 

Tips para una dieta circadiana, pero sin volverse loco

1 ADELANTAR LA CENA: media hora cada semana, hasta llegar a las 20 o 20:30.

2 EVITAR LA SOBREMESA PESADA: si cenás a las 21, no sigas comiendo hasta las 23.

3 ALMUERZO: que sea la comida con mayor abundancia de la jornada.

4 EL DESAYUNO: antes de las 9, aunque sea algo liviano.

5 SI COMÉS TARDE: que sea liviano y fácil de digerir.

6 REDUCIR EL CONSUMO: de azúcares y grasas a la noche.

7 AYUNO: darle al cuerpo al menos 12 horas sin comer entre la cena y el desayuno.

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