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Mariano Pérez de Eulate
mpeulate@eldia.com
Las elecciones presidenciales realizadas ayer fueron las más dramáticas de los últimos años, por el nivel de suspenso previo que manejaron y la inicial situación de paridad de tercios entre los principales candidatos. Si bien el escenario de balotaje era esperable, asoma como dato destacado la configuración de los resultados porque en cierta forma han refutado lo sucedido en las Primarias de agosto pasado: la caída de Javier Milei a un segundo puesto pero sin perder votos, el derrumbe de Juntos por el Cambio hasta quedar afuera de la segunda vuelta y la remontada de Sergio Massa para convertirse en el postulante más votado.
Las razones de este nuevo escenario serían varias, desde ya. Pero un cierto consenso se escuchaba anoche en los diferentes bunkers respecto a un cambio en la lógica del mensaje que dieron los votantes: si en agosto había imperado indudablemente el “voto bronca” contra el sistema en general, con la sorpresa del extravagante Milei como el más respaldado, ahora parece haberse impuesto un voto más cauteloso, incluso temeroso a posibles explosiones económicas y sociales.
El prestigioso especialista en comunicación política Mario Riorda lo explica así: “El voto miedo se activó seriamente frente al voto ira”.
Massa aparece así, insólitamente, como el receptor de un “voto util” pero para frenar un poco a Milei, que en definitiva siempre ha sido, a partir su discurso y su volcánica y contradictoria personalidad, el estandarte de un cambio más bien inédito para la Argentina, desconocido. Para avanzar definitivamente hacia allí o para consagrar una vez más al peronismo, que esta vez llegó unido a la elección, será crucial el comportamiento de los votantes de Juntos por el Cambio el próximo 19 de noviembre. Se anticipa en este espacio que no habrá un encolumnamiento unificado de la alianza que integran macristas, radicales y lilitos.
Para Juntos, la bofetada de ayer probablemente haya marcado el inicio de la disolución de esa coalición tal como se la conoce hasta ahora. Facturas de todos los colores volaban anoche en el centro de cómputos propio montado en Parque Norte: de los amarillos para los radicales, de estos para Mauricio Macri, de larretistas contra la propia Bullrich por su empecinamiento en centrar su campaña sobre todo en la corrupción kirchnerista. El yate “Bandido” en Marbella, se ve, sólo fue corrosivo para su ocasional ocupante.
Massa y Milei, los grandes ganadores de ayer, deberían agradecerle a Juntos. Porque gran parte del resultado de esta primera vuelta se explica en la impericia política mostrada por esa alianza, que desde el 2019 y aún un poco antes cultiva una notable vocación por el daño auto inflingido.
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El ex presidente Macri es, por cierto, uno de los grandes responsables del actual estado de cosas: fogoneó más que nadie la interna entre Bullrich y Horacio Rodríguez Larreta, que se demostró más dañina internamente que fortificadora, menospreció siempre a la UCR y jugueteó con la idea de su cercanía con Milei hasta el límite, para recular sólo cuando comprobó que lastimaba a su pupila.
Está visto que la estrategia pre-PASO del oficialismo de inflar y ayudar a Milei para desplazar a Juntos por el Cambio del escenario dio sus frutos, aún cuando en el PJ todos admiten que se les fue la mano con aquel primer puesto del libertario en esos comicios. Mérito de Massa, dicen. Que no sería el único. Porque hay otro que roza lo inexplicable, al menos para los parámetros con los que se estudiaba el comportamiento electoral hasta el momento.
Es absolutamente inusual que un ministro de Economía de un gobierno con todos los parámetros explotados se torne en un candidato presidencial competitivo y, desde ayer, en el más votado de la góndola electoral. Al menos hasta el próximo mes.
En su gestión, heredada del albertista Martín Guzman, Massa duplicó la inflación (la recibió en 70% y hasta ahora, anualizada, roza el 140%), cuadruplicó el valor del dólar blue, que es el parámetro con el que se fija el precio de reposición de la economía, llevándolo por arriba de los 1.000 pesos; aumentó tarifas con especial impacto en la clase media; realizó una desprolija devaluación después de las Primarias y aumentó la pobreza.
Para compensar coyunturalmente estos desajustes repartió dinero aquí y allá, beneficios, subsidios varios y no dudó en emitir moneda casi indiscriminadamente. Y, sobre todo, metió miedo. Un trabajo certero difundiendo que “los otros” quitarían derechos adquiridos, que profundizarían lo que ya estaba mal. Pero su logro más grande es haberse presentado, evidentemente con éxito, como si no fuera parte del actual gobierno, como si sus decisiones económicas negativas se aplicaran en otro país y él sólo fuera responsable de los anuncios positivos, que por supuesto siempre fueron presentados en formato campaña electoral.
Massa le debe su primer puesto, sobre todo, a la excelente elección que hizo el PJ bonaerense, que logró la reelección de Axel Kicillof con guarismos cercanos al 45% y aventajó por casi 20 puntos a Juntos por el Cambio. Esa maquinaria que había remoloneado en las PASO se activó a la vieja usanza favorecida, claro, por la división opositora y cebada por la amenaza de que Milei arrañará un triunfo nacional. En principio festeja la vicepresidenta Cristina Kirchner, por aquello de refugiar a su tropa en la Provincia, aunque eso todavía está por verse: fortalecido respecto a su primera elección, Kicillof está en tensión con el kirchnerismo duro, básicamente La Cámpora. Es casi seguro que ahora la administrará de otra manera.
El comicio de ayer configuró el próximo Congreso. Massa y Milei deben tomar nota: cualquiera que sea el próximo Presidente necesitará de la capacidad de negociación porque no tendrá quórum propio en ninguna de las dos cámaras y, en el caso del libertario, la presencia “violeta” sería casi testimonial. Eso habla de un próximo gobierno si no débil, al menos dependiente de factores que no estarán bajo su dominio natural para conseguir las leyes necesarias para gestionar.
La primera vuelta también deja un dato no menor: si bien subió algo respecto a las PASO, con el 74 % de concurrencia a las urnas fue la elección con menor cantidad de votantes en relación al padrón desde 1983. Un ausentismo récord para una presidencial. Así, 40 años después de la recuperación democrática el electorado estaría mostrando ahora descreimiento, apatía, tal vez resignación con lo establecido. Es un mensaje a toda la clase política, no sólo a los dos que van a definir sus destinos para los próximos cuatro años el mismo día en que la Ciudad de La Plata festejará un nuevo aniversario.
Massa aparece como el receptor de un “voto util” pero para frenar un poco a Milei
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