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Escribió su primera novela a los ocho años, aprendió a dibujar para ilustrarla y así descubrió el mundo del arte. A los 85 años sigue pintando, mientras cosecha los frutos de su Nueva Imaginación, con la que hoy ocupa dos salas del Museo de Arte Contemporáneo en San Telmo
Lido Iacopetti y su amada teldy / Demian Alday
María Virginia Bruno
vbruno@eldia.com
Nació en San Nicolás de los Arroyos hace poco más de 85 años pero vive en La Plata desde hace 65. Aquí Lido Iacopetti conoció a su mujer, Teldy; aquí tuvo a sus hijos, Flavio y Valerio; y aquí se convirtió en lo que siempre quiso ser: un pintor popular. Destacado ex profesor de Historia del Arte, sigue alzando el pincel buscando crear su mejor obra. Pero no lo inquieta. Es de los que creen que lo importante es el camino. Y ese recorrido lo lleva a exponer en dos salas del MACBA -en San Telmo- su Nueva Imaginación, el cosmos mágico que no se cansa de pintar. Amante de los desafíos, Lido contestó un cuestionario diferente, que permite conocer un poco más de su vida y obra.
1. ¿Qué recuerdos tenés de tu vida en San Nicolás?
-Son muchos recuerdos, obviamente. 20 años viví en San Nicolás, desde mi infancia hasta mi adolescencia. Era un chico como todos: jugaba a la pelota, me divertía con mis amigos pero no compartía mis sueños de poeta. Eso era algo íntimo y personal, que no encajaba con el resto. Tenía ocho años cuando empecé a escribir poesías y novelas que concebía cuando me iba a dormir y al otro volcaba en el papel. A los 13 comencé a aprender dibujo y pintura para ilustrar esas novelas y poesías. Pero me enganché y a los 15 decidí ser pintor.
2. ¿Cuál fue el mayor legado que tus padres te dejaron?
-La dignidad. Me educaron con consignas morales fundamentales: no robar, no traicionar, ser una buena persona, no ser chanta, no mentir. Ser un hombre de bien y defender los principios siempre. Ser solidario, ganarme el pan y cumplir con la palabra. Siempre recordé y seguí las enseñanzas de mis padres.
3. ¿Cuándo descubriste que tenías un don?
-Si tengo un don, aún no lo descubrí. Sí tuve como una iluminación que me dictaba en mi conciencia de querer ser pintor, y seguí mi vocación: ese amor por el arte al que hace más de 70 años le soy fiel. Nunca abandoné esos sueños y por eso cuando leí “Demian”, de Hermann Hesse, comprobé por qué su caída: porque dudó. Yo nunca dudé, seguí mi camino. No hay un atrás ni un adelante. Hay un recorrido.
“‘El beso’, es nuestra unión y el amor que siento por Teldy. intenta demostrar mi amor, porque soy de los que creen que cuando uno ama se despersonaliza, se integra en el ser amado”
4. Antes de ser artista y docente, ¿a qué te dedicaste?
-Trabajé de muchas cosas. En San Nicolás estudié en una escuela técnica y trabajé en talleres metalúrgicos, como empleado de comercio. Aprendí contabilidad, dactilografía y siempre fui muy inquieto. Llevaba mis sueños a cuesta de pintor. Pinto desde mi adolescencia, a veces más, a veces menos. Nunca viví del arte, siempre viví para el arte, profesionalmente, no como un aficionado. Le dediqué mi vida y lo hice públicamente desde joven.
5. ¿Cuál fue tu mayor sacrificio?
Siempre llevé una vida de sacrificio y privaciones, más calmada desde que estoy con Teldy (su mujer y madre de sus dos hijos, Flavio y Valerio). En 1961, cuando aún vivía solo, fue muy duro: debía varios meses de alquiler que compartía con tres compañeros y no era fácil conseguir un trabajo. Así que tomé uno que salió en Etcheverry, en una fábrica de margarina y trabajé duro todo el año. Al mediodía, para ahorrar, comía una latita de pate de foie, y un pancito. Pintaba y dibujaba cuando podía, de a ratos. Estudiaba de noche para poder terminar el Bachillerato del Colegio Nacional. Cuando saldé la deuda, pesaba menos de 55 kilos. Mi madre cuando me vio se puso a llorar.
6. ¿Cuál es tu gran virtud?
-Si tengo alguna virtud quizás sea la de ser honesto. Siempre traté de ser un ser que no molesta a nadie, que no le llevo mis problemas a los demás. Lo de 1961 no fue un caso aislado. Hasta que nos unimos con Teldy, no comía los domingos y los días feriados, eso era algo habitual. Una vez que hicieron huelga en el comedor universitario, y estuvo cerrado más de quince días, para mí fueron quince días a mate, amargo incluso. Así fue mi vida, tratando de no abusar de mi situación, no andar dando lástima. Por el contrario, siempre traté de disimular y ayudar a los demás. Tenía amigos dispuestos a ayudarme pero nunca les pedí ayuda. No sé si será una virtud pero no me gustaba abusar de los amigos.
7. ¿Cuál es tu gran defecto?
-Debo tener muchos, quizás el de ser consecuente sea uno de ellos, o medio testarudo. Pero esa firmeza me permitió crecer como ser humano. Aunque fui duro conmigo mismo, no lo apliqué con nadie, ni con mis hijos ni con mis alumnos ni con mis amigos. Siempre fui de una sola madera, nunca fui como el camaleón. Ser fiel conmigo puede ser el mayor defecto del que soy consciente.
8. ¿Una anécdota que recuerdes sobre tus años como docente?
-Sí, tengo un montón pero hay una que realmente me conmovió y que trascendió más allá de mí. Fue, incluso, difundido en la película “La sociedad de los poetas muertos” (1989), donde Robin Williams, el protagonista, se sube a un pupitre para dar clases. Un ex alumno me encontró en la calle y me dijo “Lido, eso lo hiciste vos antes”. Entonces recordé que en una clase, en la que enseñaba los distintos tipos de tomas que se usan en las películas, me subí a un pupitre para marcar la línea de horizonte y trabajar desde arriba para hacer la perspectiva del sapo. Lo hacía con mucho cariño.
9. ¿Quién fue tu gran maestro?
-Sin lugar a dudas mi padre, él fue quien me enseñó a amar el lápiz, a amar la tinta, a darme ese sentido de la pasión por lo que se hace. Desde cuando empecé a manejar el pulso y desarrollar la imaginación. Pero profesionalmente tuve un maestro de maestros, Héctor Cartier, quien influyó en muchos jóvenes de finales de la década del 50 y la del 60. Héctor Cartier me tenía una especial estima: un día cuando finalizó la clase se acercó, me tocó la frente y me dijo: “vos tenés una luz aquí”. Fue mi bautizo estético. A partir de entonces comencé a volar con mi Nueva Imaginación. Corría el año 1964 y era la clase de Visión que dictaba Cartier los sábados en la Facultad.
10. ¿Cuándo empezaste a firmar tus obras como TLido?
-Desde 1965, cuando fuimos uno solo con Teldy y ahí comienza la Nueva Imaginación. Ya “El beso” lleva la T de Teldy y la L de Lido. Es nuestra unión y el amor que siento por ella y cómo me inspiraba, además de intentar demostrar mi amor porque soy de los que creen que cuando uno ama se despersonaliza, se integra en el ser amado. Por lo tanto, a partir de entonces, la obra es fruto de ello, ya no es algo individual sino el resultado de nuestra unión.
11. ¿La mejor obra de tu vida?
-Si se trata de una pintura, es la que dicen todos: la que no hice. Pero si, en cambio, se trata de la vida, la mejor obra es Teldy y nuestros hijos. La mayoría de las obras están inspiradas en ellos. Algunas de mis obras se destacan y no me desprendería de ellas: “El beso” es el símbolo de nuestra unión y con la cual gané el premio en el Salón Estímulo de Bellas Artes de la Provincia en 1965. Uno de los pocos salones a los que envié obras, en mis comienzos.
12. ¿Una comida que te de felicidad?
-Acostumbrado a mi época de escasez, a comer poco y no comer, me gustan casi todas las comidas, sobre todo las que prepara Teldy, que son muy variadas y saludables, aunque se destacan sus empanadas.
13. ¿Un aroma que te haya inspirado?
-El aroma que siempre me atrajo y, que siempre tengo frente a la ventana donde pinto, es el jazmín. Por suerte todos los años me regala varias flores.
14. Seguís pintando, tus obras iniciaron otro recorrido. ¿Cómo definís tu presente?
-Sigo pintando pasando los 85. Por supuesto menos que antes pero desarrollando mi Pictcosmognosis, navego por ese cosmos mágico que me fascina. Ahora, las obras están en el mercado a través de la galería de Aldo de Sousa, pero mi actitud sigue siendo la misma y no me molesta que la compren coleccionistas y museos. Son otros campos que yo no transitaba y es una forma más de expansión del mensaje y hace que la misma llegue a distintos sectores de la sociedad. Suma a lo que yo he recorrido, y eso es lo que quiero en el futuro: sumar, no restar.
“Sin los sueños, la realidad carecería de sentido y la vida sería un vacío inmenso”
15. ¿Un sueño por cumplir?
-Mil y uno porque fui y soy un soñador. Ya me atrapó “La vida es sueño” de Calderón de la Barca en mi adolescencia, me enseñó que la vida es sueño. Pero el más profundo ha sido y es poder ver un mundo mucho mejor: vivir esencialmente para ello pero no puedo decir que se haya logrado. Hay muchos aspectos que se han deteriorado y otros siguen siendo tan salvajes como en cierta época de la historia. A veces me siento un quijote luchando contra los molinos de viento. Pero mientras haya una lucecita, hay esperanza y no la pierdo. Ha sido, a pesar de todo, una vida bella.
16. ¿Una frase que te marcó?
-Una frase que me alimentó siempre es la de Alexander Baumgarten que dice “un hombre, cuando persigue un ideal de belleza, no le importa cómo ha de vivir y cómo ha de morir: es fiel a su destino, todo se subordina a la obra”.
17. ¿Un momento al que te gustaría volver una y otra vez?
-A mi amor con Teldy, que nunca se agotó, por el contrario, siempre va creciendo: como dice un pensador oriental “el amor es como poner un recipiente con agua en el fuego, que se va calentando hasta que hierve y se evapora lentamente”. Nos vamos consumiendo hasta que solo seamos algo puramente espiritual.
18. ¿Qué futuro te gustaría que recibieran las nuevas generaciones?
-Esa fue siempre mi gran preocupación, por eso la mayoría de mis mensajes están dirigidos a los jóvenes. Hace ya unos cuantos años escribí el “Testamento Estético”, en el cual le dejo a los jóvenes mi mensaje. Un mundo más bello, sin violencia, ni explotación, ni vejación, donde el ser humano sea digno y donde reine el amor y la libertad; y en donde sus palabras sean sus pilares: la justicia, la solidaridad, la honestidad y la verdad entre sus bases más fundamentales para así construir una sociedad plena.
19. ¿Sos profeta en tu tierra?
-Existe el dicho “nadie es profeta en su tierra”. Pero yo sin sentirme profeta creo haber sido escuchado, muchos alumnos me recuerdan, y mi pintura ha sido apreciada por una cantidad respetable de personas. Mi trabajo no pasó desapercibido gracias a quienes colaboraron con su difusión y me apoyaron. Quizás desde el ángulo oficialista de los operadores culturales no tuve un fuerte apoyo, pero sí de algunos sectores que me estimularon. Nunca tuve una beca ni grandes premios pero sí importantes reconocimientos. No me quejo. Nunca busqué reconocimiento alguno.
20. ¿Cómo te gustaría ser recordado?
-Si alguien se acuerda de mí me gustaría que me recordara como una buena persona y por mi vocación por extender este mensaje de amor, paz, libertad y vida. Siempre obré bien, algunas veces me he salido de mis cabales por alguna circunstancia pero siempre fue pasajeramente. No guardo rencor ni tengo instinto vengativo: soy solitario y de pocas intimidades. Me gusta seleccionar a mis amigos y coincidir en su elección pero no me doy fácilmente en ese terreno porque considero la amistad como una comunión espiritual, donde coinciden formas de pensar y de vivir. Y eso es algo en lo cual no siempre se coincide.
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