

Violeta Osorio y una de sus hijas, a las que quiere criar en un contexto feminista
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A la hora de cuidar y criar a sus hijos, cada vez más mujeres se nutren de pautas e ideas novedosas, difundidas de la mano del movimiento feminista, las leyes de diversidad familiar y otros cambios sociales. ¿Evolución? Quizás, pero, ante todo, un modo distinto y “más libre” de educar
Violeta Osorio y una de sus hijas, a las que quiere criar en un contexto feminista
Cecilia Famá
vivirbien@eldia.com
“Creo que, cuando fuimos criadas, nuestras madres lo hacían con conciencia y respeto, como intentamos hacerlo nosotras, pero no nuestros padres, ni el resto de la sociedad. Porque en general no veían a los infantes como las personas que en realidad son, y porque, en general, todo recaía sobre la mujer que trabajaba en su casa criando mientras el hombre trabajaba afuera (y, además, llegaba a casa y había que estar a su servicio también). En definitiva, creo que era más duro criar para ellas que para nosotras ahora. La diferencia es que ahora nosotras ‘militamos’ para que nos respeten como mujeres, como madres, como personas, como trabajadoras; para que nos den el lugar que merecemos en la sociedad, tanto a nosotras como a nuestros hijos”. La que habla es Marianela Casanova (41), autora del libro-amuleto “Libreniñez”.
“Ésa fue mi experiencia y la de muchas amigas. No me animo a criticar la ‘vieja’ maternidad, e incluso creo que se merece nuestra admiración porque además de ser invisibles como cuidadoras y educadoras, aquellas mamás no tenían tribu como hacemos ahora, no tenían Internet para consultar qué hacer ante cada cosa que nos pasa con nuestros hijos, no tenían tablets para darnos aunque fuera por un minuto ir al baño tranquilas, solas”, enumera quien además de escritora es mamá de Luca (8) y Roma (2), y está esperando a “Porote”, que llegaron luego de varios embarazos perdidos.
Marianela también es creadora de una línea de muebles inspirados en la educación Montessori, que propone un modo de formar “más libre”, entre otros conceptos, que van de la mano con la relación con la naturaleza y el respeto de las edades evolutivas de cada niño.
Marianela Casanova junto a sus hijos Luca y Roma
Muchas de las nuevas madres eligen tener a sus hijos en la casa, sin hospitales de por medio; buscan una educación alternativa, con escuelas “pedagógicas” o con métodos educativos no tradicionales; crían a sus hijos cuestionando reglas instaladas socialmente y con una mentalidad más abierta en distintos temas, que van desde los colores con que los visten -no eligen automáticamente rosa para las nenas y celeste para los nenes- hasta cuestiones de género o sexualidad.
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Violeta Osorio, feminista, activista por la “soberanía de las mujeres en los procesos sexuales reproductivos y no reproductivos” y formadora de acompañantes de la maternidad (doulas) es coautora del libro “Mujeres invisibles, partos y patriarcado” y madre de Chiara (13) y Frida (8). Sostiene que el cambio generacional más importante que observa “está relacionado con ver a los niños y niñas como sujetos de derechos. Y, en esa medida, reconocer también que sus necesidades, sus decisiones, sus deseos deben ser tenidos en cuenta en las dinámicas familiares. Hay un intento de quebrar el adultocentrismo, o por lo menos poner en cuestión ese modelo de crianza”.
“Por otro lado, puedo observar que hay un cuestionamiento profundo con los estereotipos de género de la generación anterior, y se procura construir crianzas en las que los estereotipos estén lo menos marcados posibles. Personalmente, yo vengo de un hogar en el que hubo mucha construcción de la libertad y puedo decir que la crianza que tuve, en el momento que la tuve, era poco tradicional, pero a nivel general puedo ver esas dos cuestiones”, sostiene.
“Hago lo que puedo, no busco ser la madre perfecta pero sí feliz, para que mis hijos sean felices”
Marianela, por su parte, confiesa que “yo ahora siento que hago lo que puedo, que no busco ser la madre perfecta pero sí ser feliz para que mis hijos sean, en consecuencia, felices. Mi compañero y yo (somos un equipo, ninguno ‘ayuda’ al otro) estamos muy presentes; trabajamos de manera independiente desde casa y además ahora nos mudamos a vivir en el monte de San Luis. Los acompañamos en todos los conflictos que se presenten. Creo que la diferencia con otras crianzas es que no compramos juguetes para compensar ausencias, no curamos con pantallas, no alimentamos con comestibles que a la larga nos dañan, no contratamos a nadie para que los cuide y, menos que menos, que los críe por nosotros, nos adaptamos a ellos y no ellos a nosotros. En nuestro caso, no los educamos en instituciones tradicionales ni oficiales”.
“Ser mamá hoy es un desafío enorme, porque la vida en la sociedad urbana está muy complicada, tanto como las condiciones económicas de la mayoría y la falta de conciencia y apoyo para poder ser más autosustentables. La mujer se siente cada vez más exigida y eso no es compatible con la maternidad. Me gustaría que haya una evolución de parte de todos para poder criar en sociedad, que sería lo ideal. También hay que dejar de romantizar el embarazo y acompañar a las mujeres en ese proceso, porque, por ejemplo, una de cada siete mujeres tiene depresión perinatal -durante el embarazo-, y la salud mental debe ser cuidada por los Estados”, subraya Marianela.
Desde el ejercicio de la crianza y la maternidad, Violeta dice intentar llevar adelante “un cuestionamiento profundo al sistema o lo que la sociedad nos dice lo que ‘debe ser’: mi primera decisión fue tener los partos en casa, no en una institución médica; pensé que para mí y para mis hijas era la mejor opción. De ahí en adelante, empecé a cuestionarme la escuela tradicional y también la escolarización como única forma de socialización y educación de los niños. Empecé a buscar esos espacios y entender que la crianza se construye viendo concretamente a nuestros hijos, cuáles son sus necesidades, su desarrollo, la familia, y desde ahí, tomar decisiones. Con mis hijas intento buscar la mayor posibilidad de espacios de elección que tengan que ver con nuestra realidad”, asegura.
“Como madre de mujeres me siento en el compromiso en hacer del feminismo una práctica de crianza, que lo tengan presentes en su cotidiano y sus espacios de cuidado. Las mujeres madres estamos siempre siendo criticadas y juzgadas; hay una permanente desvalorización sobre el trabajo que llevamos adelante, aunque casi la totalidad de esa crianza recae sobre nosotras. La maternidad tradicional también tiene críticas. Tiene que ver con la construcción social y política de la figura madre, que parece que a lo único que tiene derecho es a tener hijos y maridos y vivir la vida en torno a ellos. Entonces el juicio y la crítica están siempre presentes. A todas nos dicen que fallamos, que no estamos haciendo lo suficiente, se duda de nuestra capacidad”.
“Ahora tenemos que ser grandes madres, que entregan todo por sus hijos e hijas; a esto le hemos agregado el mandato de ser brillantes laboralmente, de ser liberadas sexualmente y la exigencia de ser empoderadas. Siempre con la lógica machista en la que somos nosotras las responsables de hacernos valer, hacernos respetar. La condición de mujeres madres no ha variado mucho. Lo que hemos hecho es aumentarles nuevas exigencias, que nos complican bastante la vida y atentan contra nuestra salud mental y nuestro bienestar”.
Con respecto a esta forma “distinta” de criar a sus hijos, Marianela también confiesa que siente “una persecución incluso a veces de parte de algunos familiares de cómo educamos a nuestros hijos, ellos van a una comunidad de aprendizaje libre, donde no hay maestros tradicionales, ni aulas, ni exámenes, ni materias con horarios, ni todos hacen lo que dice el educador si no quieren, ni tarea, ni títulos. Siento que es una inseguridad de parte de ellos, que no pueden salir del ‘molde’, que ya está caduco hace tiempo, pero no todos lo pueden ver”.
Georgina Sticco (46) es socia fundadoras de Grow, consultora de empresas en cuestiones de género y tiene dos hijas, una de 11 años y otra de 8. Al ser consultada por estos “nuevos” paradigmas de maternidad sostiene que “si tengo que pensar en las distintas formas de maternar, diría tuve la suerte de que en mi casa se hablaba mucho y se permitía mucho el disentir, tanto por parte de mi madre como de mi padre, lo que ayuda mucho a seguir en esa línea de construcción constante. Esto me permitió verlos a ellos como adultos, con sus suposiciones. Y entendí que yo como adulta no tengo por qué ser esa persona ´terminada´, que tiene todas las respuestas. En ese sentido me siento muy privilegiada. Ahora sí noto una diferencia entre esa sociedad en la que yo crecí, con todos nuestros mandatos héteronormativos, en donde seguimos toda esta especie de regla de casarnos y tener hijos y pesó en muchas mujeres de nuestra generación. Esto en algunos entornos está cambiando y por lo menos en nuestra manera de cuidar a nuestras hijas, tratamos de que ese mandato no sea así, sino que esté conectado con su deseo y de cómo que quieran que sea su trayecto de vida”
“Las mujeres madres estamos siempre siendo criticadas y juzgadas, hay una desvalorización”
“Si noto también una gran diferencia en que tratamos de liberarnos de estereotipos de género, aunque se nos escapen. De que nuestras hijas no estén regladas de que es lo que se espera de ser mujeres. Esa es una lucha contante porque no tiene tanto que ver con nosotros como padres, sino con lo que ven ellas en una serie, en una película o cuando están hablando con sus amigos. Por eso creo que falta mucho recorrido, mucha toma de conciencia, mucho de aceptar que esto no es una postura partidaria, ni que está bien o está mal, sino que es lo que debe ser: Crecer en libertad no tendría que estar en el ámbito de las dudas sobre lo que uno piensa o no piensa”, finaliza Sticco.
Georgina Sticco es mamá y se permite no ser una adulta que tiene todas las respuestas
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