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Entre el humor y la reflexión

Entre el humor y la reflexión

Alejandro Castañeda

26 de Agosto de 2018 | 03:20
Edición impresa

Confesiones, arrepentidos, delatores, inflación, víctimas. El stock es inagotable y las calles se llenan de culpas, ajustes y descargos. El actor Jimmy Bennet le tiene “miedo” a Asia Argento, líder de #MeToo, porque ella se le metió en la cama del hotel cuando él tenía 17 años nuevitos y ella, 37 bien usados. Eso fue hace diez años. Y en su momento, por la mezcla de goce y sorpresa, cobró 380 mil dólares para poder dejar atrás ese dudoso mal rato. Ahora aprovechó la ola recordativa y reactivó la denuncia. Quiere cobrar algún remanente por aquel abuso. Como tiene miedo a que ella vuelva por más, Jimmy se adelanta y va por más. El abogado dice que tiene pesadillas y que cada vez que entra a un cuarto se cubre ahí con la almohada. Pero bueno, las víctimas pueden decir lo que quieren, para eso son víctimas. Y algunas asumen cualquier alegoría para justificar procederes injustificables. Así está la cosa. Todos con miedo. Unos a las rejas, otros a las tarifas, aquellos a las implicancias y muchos a la carestía. Y todos, a un bandidaje despiadado que para matar no necesita ideología ni pretextos.

Existen pocas cosas contra el miedo. Para eso –han dicho- se ha inventado la justicia. Pero ahora se le tiene miedo a la justicia. Antes sólo temían los que habían trampeado. Pero ahora el miedo está muy repartido. Todos tememos que alguien se nos meta al cuarto y no para sacarnos la ropa. Pero el miedo también humaniza. Ver preocupados y a la defensiva a los/as que hacían lo que querían, consuela. Como decía el Indio Solari: “Cuanto más alto trepa el monito(…) el culo más se le ve”. Muchos tienen la memoria tan pinchada como los teléfonos. Y han montado un teatro exculpatorio para pasar de aprovechadores a víctimas. Hasta Trump, propietario de todos los recuerdos y de todos los futuros, anda penando por un poco de olvido. El dueño del arsenal planetario le teme a esa conejita que le cobró 150 mil dólares para hacer silencio. Pero ahora la olvidadiza patrocinada quiere cobrar más y hasta sacó un perfume que se llama Truth, como para recordarle desde la fonética que su cabeza no recuerda pero sus bragas siempre añoran. A la sombra de esta amante, han aparecido otras en busca de cheques. Las trampas presidenciales se están poniendo cada vez más caras. Y no sólo allá.

Todos necesitan amnesias salvadoras. No sólo la barra del sobreprecio. También los nuevos, que parecen olvidarse de las promesas que han hecho y no han cumplido. Hay miedo por el pasado y miedo por el futuro. Unos temen que los encierren y los otros, que los dejen en el camino. Y todos timbrean pidiendo olvido y perdón. Lo que abruma es el edificio trivial de tanta retorica huidiza que tapa más de lo que muestra. Por eso Jimmy Bennet insiste que le tiene miedo a la Argento (¿una alusión a la argentina?). Y pide otro cheque, que es la mejor manera de no acordarse. La memoria factura. La vida es un constante recordatorio que va y viene del ayer al mañana. El país vive en una encerrona peligrosa. Los bolsos cada vez cuestan más. Y el dólar y el gas, ni te digo. La avalancha de novedades gravosas siembra desánimo por el ayer y el hoy. Y mejor ni imaginar el mañana. Cada cosa en su lugar. Y los de a pie viven azorados ante las noticias que mandan el Indec y Comodoro Py. Los que mandan, hablan. Pero hay demasiada coartada verbal que los hechos desmienten. Sobran arrepentidos pero faltan penitencias. ¿No hará falta algún remisero que anote dónde van a parar nuestras ilusiones?

Las excusas no alcanzan. La líder de #MeToo ha dicho que le dio 380 mil dólares a Jimmy porque el chico andaba con problemas. La amnesia se cotiza alto. Pero el miedo de estos pagos pasa más por los bolsillos que por los calzoncillos. El que confiesa tiene miedo y hay que ponerlo bajo un paraguas para que hable. U olvide para siempre, como dice el cura, porque el matrimonio es también un bolso de dudosa procedencia que puede depararnos ganancias o condena.

Todos prometen una nueva realidad pero resulta siempre lo mismo: lo malo pasó ayer, el mañana será mejor, pero el presente prometido nunca llega.

El país vive una encerrona peligrosa. Los bolsos cada vez cuestan más. Y el dólar y el gas, ni te digo

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