El niño prodigio argentino que reina en los tableros del mundo

¿Cómo es posible que un chico de 10 años de edad alcance el grado de Maestro Internacional en ajedrez? Por encima de este título, sólo quedan el de Gran Maestro -que intentaba conseguir al cierre de esta edición-, el de Candidato al título y el de Campeón mundial. Ocurre que un chico argentino, Faustino Oro (2024-), que hoy deslumbra al mundo por la suma de resultados de sus partidas, a esa edad tan temprana fue ubicado en el tercer peldaño del ajedrez mundial, al que pocos llegan.

¿Cómo se explica que un cerebro aún no experimentado en la formación y entrelazamiento de conceptos, en los secretos de una teoría compleja que sólo una inteligencia madura pareciera que puede desentrañar, sea capaz de combinar estrategias y tácticas para competir y derrotar a un campeón adulto? ¿Cómo hace para combinar las miles de variantes tácticas –hoy albergadas por las computadoras- de un juego destinado a los teóricos que mejor conocen los secretos del tablero? ¿Qué clase de extraña percepción anida en esa mente infantil, en un chico que recién va dando los primeros pasos de su vida?

Faustino Oro a los 10 años –a punto de cumplir 11 a fines de mes- ya había superado muchas marcas, entre otras la de ser el más joven del mundo en alcanzar los 2300 puntos del ranking internacional Elo, que es el sistema que define el nivel de los ajedrecistas. De todos modos, hay que advertir que Bobby Fischer consiguió el título de Gran Maestro, el vértice más alto del ajedrez, a los 15 años de edad.

En un reciente certamen con participación de figuras del ajedrez mundial, Oro alcanzó los 6.5 puntos entre partidas ganadas y empatadas, algo que lo transformó en Maestro Internacional más joven en los quince siglos de historia del ajedrez. Resulta que este chico, que pasó su infancia en el barrio porteño de Montserrat, hoy es reconocido como el Mozart del tablero. También lo llaman “el Messi del ajedrez” y así le pusieron en Barcelona, en donde vive desde 2023 con su familia, que espera poder apoyar el vertiginoso crecimiento de su hijo que empezó a jugar al ajedrez en 2020 en CABA.

Faustino ostenta otros récords, entre ellos una racha de 31 partidas invictas y llevar su Elo a 2447. Además le ganó partidas online al decimosexto campeón mundial, el noruego Magnus Carlsen.

Carlsen desde 2009 a hoy ganó dieciocho Campeonatos Mundiales de Ajedrez, cinco en modalidad de ajedrez clásico, cinco en modalidad de ajedrez rápido, y ocho en modalidad de ajedrez relámpago. Y el porteñito Oro, que apenas si levanta más de un metro, le ganó una partida. Rápido, vivaz, intuitivo y preparado, como Messi. Descollante y creativo, como el Mozart niño que compuso sinfonías y tocaba el piano al revés, desde abajo del teclado.

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Hugo Spangenberg (1975-) fue el niño prodigio de ajedrez en la Argentina antes de Oro, llegó a maestro internacional a los 17 años de edad y ahora es un respetado jugador de 48 años que, entre sus vencidos, tiene nada menos que a Kasparov, Karpov, KramiK, Lautier, Leko, Panno, Granda y otros. De Faustino Oro dice lo siguiente: “La vara es muy alta. Él va a seguir creciendo por cuestiones lógicas, es chico, tiene ganas y es crack. En algún momento su crecimiento se debería detener, ser más pausado, porque cada vez sus rivales serán mejores, pero le auguro un crecimiento exponencial”.

“NIÑO PRODIGIO”

Se califica como “niño prodigio” a un menor de 10 años de edad que se destaca en alguna disciplina del conocimiento, juego o arte y que lo hace al mismo o mejor nivel que un especialista adulto. Se trata de un talento extraordinario, difícil de desentrañar, pero que también se basa en profundos estudios.

Llegó a Maestro Internacional con 6.5 puntos entre partidas ganadas y empatadas

Sin embargo, los especialistas coinciden en que los niños prodigio se presentan en el ajedrez, en la música y en las ciencias matemáticas. Aquí reside, acaso, uno de los mayores enigmas, ya que las tres disciplinas —ajedrez, música y matemática— no emplean el idioma. Ningún niño prodigio escribió en la historia de la literatura una Odisea, un Hamlet o un Quijote a los 6 o a los 10 años de edad.

Magnus Carlsen / Web

Existe un solo caso de precocidad en la historia de la literatura y le corresponde a una mujer, mejor dicho a una niña de 13 años –Ana Frank (1929-1945), que en su desgarrador diario íntimo al que tituló La casa de atrás, aunque luego se hizo universal bajo el titulo de El diario de Ana Frank, relató las penurias de ella y su familia, ocultos durante más de dos años de los nazis que ocupaban Amsterdam durante la Segunda Guerra Mundial hasta que fueron capturados.

A esa edad tan prematura una niña alemana con ascendencia judía, que murió de tifus y presa en el campo de concentración de Bergen-Belsen, escribió a sus 13 años palabras como estas: “¡Las mujeres deben ser respetadas! En términos generales, los hombres son tenidos en gran estima en todas partes del mundo, así que ¿por qué no pueden las mujeres tener su parte? A los soldados y a los héroes de la guerra se les honra y conmemora, a los exploradores se les otorga fama inmortal, los mártires son venerados, pero ¿cuántas personas ven a las mujeres también como soldados?”. Ana Frank fue una jovencita que ganó posteridad literaria y fama mundial.

En cuanto a la lista de ajedrecistas precoces y competitivos —como lo es Oro— contiene a jugadores ilustres como el cubano José Raúl Capablanca, el estadounidense Samuel Reshevsky, al ya nombrado Bobby Ficher, al franco-iraní Alireza Firouzua y al también mencionado Magnus Carlsen, el noruego que ya treintañero y multicampeón mundial perdió hace poco una partida con el pequeño Oro.

A los 10 años fue el más joven del mundo en llegar a los 2300 puntos del ranking Elo

Niños prodigios en la música, que descollaron como intérpretes, hay centenares en la historia y muchos, al crecer, no se destacaron. Pero sí corresponde mencionar a los grandes compositores que, a edades muy tempranas, algunos de ellos a los 5 años de edad, compusieron obras que hoy siguen escuchándose. Entre ellos deben ser destacados Wolfgang Amadeus Mozart, Ludwig van Beethoven, el casi inhumano y endiablado violinista Niccolò Paganini, así como Felix Mendelssohn y Frédéric Chopin.

La Argentina ajedrecística tuvo su década de oro en las décadas del 40, 50 y 60. Jugadores experimentados que brillaron en los tableros del mundo, como Najdorf, Panno, Eliskases, los hermanos Bolbochán, Rosetto, Guimard y muchos otros. Se obtuvieron lauros olímpicos y la Argentina llegó a estar en el lote de las cinco primeras potencias en esos años. Luego ese brillo se opacó y si bien el ajedrez siguió jugándose, perdió popularidad. Pero ahora vuelven a moverse los reyes, las damas, las torres, los peones, los caballos y alfiles. Un niño de 10 años lidera ese asombroso renacimiento.