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La Ciudad |Día de la Familia

Platenses que abren la puerta de su casa para transformar una infancia

La Asociación Felicitas trabaja junto al organismo provincial de Niñez y Adolescencia, para recibir a chicos que tienen hasta 6 años en familias de tránsito. Los pequeños conviven con ellas hasta que se resuelva su situación, sin pasar por instituciones. Historias de amor, solidaridad y transformaciones, en una fecha muy especial

Platenses que abren la puerta de su casa para transformar una infancia

Andrea, Roberto y sus hijos ya alojaron a 13 bebés en su casa desde 2017. “Son todas experiencias hermosas”, dijo andrea

Alejandra Castillo

Alejandra Castillo
acastillo@eldia.com

19 de Octubre de 2025 | 02:48
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“Hola… no me acuerdo mucho de vos. Algún día nos vamos a ver y conocer mejor, pero quiero agradecerte mucho todo lo que hiciste por mí”.

Palabras más, palabras menos, ese fue el mensaje que una nena de 8 años le envió a la mujer que la sumó a su familia cuando ella era una beba que no tenía entornos ni un sitio donde vivir.

Con esa familia de tránsito celebró su primer cumpleaños justo antes de mudarse con sus papás adoptivos, quienes mantuvieron a buen resguardo la memoria de su historia. Toda. Incluso -o sobre todo- la de los días más oscuros, porque fue entonces cuando aparecieron personas que se ocuparon de acercarles luz y calor.

“Fue la primera bebé que alojamos en casa”, recuerda Andrea Lambertini, “nunca más la volví a ver, pero todos los años le mandaba a sus padres un mensajito para su cumple y el año pasado ella me respondió con ese audio, que para mí no tiene precio”.

Lambertini y su esposo son dos veterinarios platenses que, junto a sus cinco hijos, se sumaron en 2017 a la asociación Felicitas para el Desarrollo de la Niñez, por el cual familias voluntarias alojan a chicos separados de su entorno y con sus derechos vulnerados, para cuidarlos integralmente mientras se resuelve su situación familiar.

Guadalupe Ferré fue una de las que fundó esta Asociación en 2012 (ver aparte) y actualmente es la coordinadora.

“En 2014 abrimos un pequeño hogar de chicos que tiene un funcionamiento familiar, pero no es una familia, y en 2017 logramos el convenio con el organismo provincial de la Niñez y Adolescencias” dentro del programa Familias Solidarias, explica. ¿La idea? “Alojar a los niños en familias, evitándoles la institucionalización”.

Abarca a recién nacidos y a chicos de hasta 6 años, un tiempo de vida en que resulta clave el trato personalizado: “Un lugar con vínculos estables, donde no haya cuidadores que cambien todo el tiempo, donde puedan tener sus propios juguetes, sus cosas, festejar su cumpleaños, con todo lo que eso implica para un niño en desarrollo que está construyendo su subjetividad”, detalla Guadalupe.

Hablamos de chicos que son separados de su familia de origen por una vulneración de derechos o porque fueron abandonados en distintas circunstancias. Por ejemplo, un hospital donde una madre elige no maternar o no puede hacerlo por cualquier motivo. Intervienen entonces servicios de niñez locales y zonales y alguno de los ocho juzgados de familia que funcionan en La Plata, para ordenar una medida de abrigo si se agotaron todas las instancias y buscar un sitio adecuado para cada menor.

UNA RED DE CONTENCIÓN

Además del niño que necesita contención y cuidados y la familia de tránsito que se los provee integrándolo a su dinámica temporariamente, el proyecto de Familias Felicitas implica a varias partes. Hay voluntarios para hacer traslados, trámites, acondicionamiento de cunas, coches y un larguísimo etcétera; la familia de apoyo, que está disponible para situaciones excepcionales (viajes programados, horarios incompatibles o enfermedades de uno o más miembros de la familia de tránsito); y la Asociación, que sostiene, provee, supervisa y acompaña.

Quienes se suman al programa pasaron por un proceso de evaluación a cargo de un equipo de psicólogas y asistentes sociales, “no para determinar si son buenas o malas familias -aclara Ferré- sino para confirmar que todos sus integrantes estén de acuerdo en alojar a niños y sean aptas para hacerlo”.

“Desde la Asociación tratamos de que la tarea resulte lo más sencilla posible”, remarca, consiguiendo vacantes en jardines, todo lo necesario para el cuidado del niño y la organización de las rutinas, “porque las familias que se ofrecen tienen trabajos, estudios y corren todo el día”.

Actualmente son diez para tránsito y otras diez de apoyo, un número muy acotado teniendo en cuenta la población de La Plata y la cantidad de chicos que necesitan ser alojados.

Es que en este programa no hay retribución económica y sí algunas condiciones para sumarse, sin importar el modelo de familia: pueden tener cualquier tipo de vínculo, pero “pedimos que al menos uno de los integrantes haya pasado por la experiencia de tener hijos, no tengan voluntad adoptiva y no estén anotados en el registro para adoptar”, detalla Guadalupe.

“Cuando las familias se anotan, ponen solamente su tiempo, que no es poco. La asociación provee todo lo que la familia necesita para cuidar a ese bebé, como pañales, cunita, mamadera, leche y ropitas. También un cuadernito de vida, donde cada familia registra los momentos importantes, para que no queden bachesen su historia, sin que nadiese los pueda contar” Dice Andrea

“Intentamos que el niño se incorpore a una dinámica familiar que siga funcionando normalmente cuando se vaya y no una que se conforme en función del niño que llega, porque nunca sabemos cuándo se va a resolver su situación”, explica la coordinadora de Felicitas.

Es probable que vuelva con su familia de origen, con su familia ampliada (tíos, abuelos, etc) o, si se declara el estado de adoptabilidad, con una previamente inscripta en el registro único de adoptantes.

“Nuestro trabajo es temporal”, dice Guadalupe, pensando en aquellas personas que argumentan que no podrían hacerlo “porque cuando te encariñás con ese chico o chica, te lo sacan”.

“Nadie saca a nadie y está bueno encariñarse, sabiendo que es un servicio por un tiempo y que somos el puente para que ese niño llegue a algo mejor, que es su familia definitiva”.

Aunque no hay certezas sobre la definición de cada situación particular, hay plazos legales para las medidas de abrigo: son 180 días, prorrogables. Lo máximo que ha permanecido un chico con una familia de tránsito fue un año y tres meses.

“CRECER CUIDANDO A OTROS”

Hace 8 años, a Andrea Lambertini le llegó un flyer de la Asociación Felicitas que alguien compartió en un chat de mamis. Fue a una charla informativa y enseguida supo que era una propuesta a la medida de su familia, con cinco hijos que entonces tenían entre 4 y 20 años. Su esposo y los chicos, claro, estuvieron de acuerdo.

La primera beba que alojaron fue aquella niña que llegó con 11 meses y vivió con ellos poco menos de 60 días, súper intensos: “Pasó su primer cumpleaños, Navidad y Año Nuevo con nosotros y se fue en adopción. Llegó sin gatear y al otro día gateaba, se fue siendo otra nena”, recuerda Andrea. Esa nena es quien le envió aquel mensaje conmovedor hace casi un año, ahora de 8 y con sus papás adoptivos.

Desde entonces pasaron por la casa de Andrea 13 bebés: “Recibimos un bebé hace 20 días -cuenta- y hace 23 despedimos a otro”.

Por eso, dice, “a esta altura es raro no tener un bebé en casa. Y es hermoso. Trae felicidad, nos mantiene activos y unidos, porque es un proyecto que podemos compartir. Desde su lugar, cada uno cumple un rol: jugar, entretener, dormir, bañarlo, alimentarlo. A medida que mis hijos crecían fueron participando más de algunas acciones, pero ninguno se quejó y eso me admira”.

Cuando Andrea y Roberto ingresaron al sistema se anotaron para recibir bebés de hasta dos años, porque el menor de sus hijos tenía 4. Desde la propia Asociación recomiendan no sumar a pares, sino que el niño en tránsito sea el menor de la casa, de modo que todos los integrantes se puedan sumar al proyecto de contenerlo.

“Me gusta ver a mis hijos crecer cuidando a otros. Desde hace 7 años comparten sus padres, su casa y su tiempo. Y eso los sensibiliza de una manera que a mí me emociona”, admite Andrea.

El tiempo mínimo que alojaron a un bebé fue 10 días. Lo máximo, 15 meses.

Cuando arrancaron con este proyecto les interesaba conocer la historia que traía ese bebé, pero ahora entienden que “es lo de menos. Cuando llegan es porque necesitan un lugar. Lo que pasó antes no lo pudimos evitar y lo que pase después tampoco podemos manejarlo. Solo controlamos el tiempo que pasa en casa, acompañamos, cuidamos y abrigamos, porque lo importante es lo que se llevan del tiempo que vivieron con nosotros”.

Y es muchísimo.

“Se transforman desde que llegan -cuenta-, se les va relajando la cara, van sonriendo. Aflojan las manitos, porque quizás traen los puños cerrados. Van encontrando su lugar en nuestra casa de a poquito y conociendo lo que es el amor. Por eso es tan importante que haya familias; la individualización, la mirada de una persona”. Es consciente de que en un futuro probablemente serán desconocidos para esos niños, pero en su registro emocional sí quedarán esos gestos.

Es que suelen perder todo contacto cuando los niños regresan con sus familias de origen o ampliadas, pero se mantiene cuando son adoptados. “En general los vemos crecer por fotos y a mí con eso me sobra”, admite Andrea.

Cuando un bebé llega a una casa de tránsito, se le provee a la familia todo lo necesario para su cuidado: alimentos, pañales, cuna, cochecito, ropa y también un cuaderno para que apunten los episodios importantes para la vida de esa persona, de modo que no pierda registro de ellos. “Hoy diste tu primer paso”, “te salió el primer diente”, “dijiste tu primera palabra” o “conociste a tus papás y volviste muy feliz”.

Esto le escribió Andrea a un chiquito que finalmente se mudó con su familia adoptiva. Al año, esos padres le enviaron una foto de aquella hoja, con el mensaje: “Estamos releyendo el cuaderno y agradeciendo”.

“Esos son los regalos que recibimos por esto que hacemos”, cierra.

 

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Andrea, Roberto y sus hijos ya alojaron a 13 bebés en su casa desde 2017. “Son todas experiencias hermosas”, dijo andrea

Guadalupe Ferré. Vivió en el hogar de la Asociación durante dos años y también ha alojado niños en su casa

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