Vacaciones de invierno: claves para gestionar la rutina y el ocio de los chicos

“Cada vez que comenzaban las vacaciones de invierno, intentaba hacer un acuerdo con mis hijos: poner horarios, distribuir tareas y que no haya un ocio total. Después de la pandemia comprendí es el receso es el espacio de ellos y lo importante es estar cerca para cuidarlos”, opinó Leandro, un padre divorciado de City Bell que cuida a sus dos niños junto con la madre. Como cada pareja que fue y cuya relación está unida por los chicos, ambos se reparten el tiempo y los menores estarán una semana con él y otra, con ella. Pero hay otros pareceres. “Les inculco a los chicos que no abandonen las tareas de esparcimiento y, si está la opción, mantengan lo más posible la rutina. Nos relajamos en cuanto a la hora de levantarse y acostarse, pero intento estar encima para que no descuiden los hábitos sanos: comer bien, moverse para no quedarse todo el día jugando a la ‘play’ y demás”, comentó Andrea, una madre de familia de Berisso.

Las vacaciones de invierno representan un tiempo de quiebre en la rutina escolar y familiar, un momento ansiado por los chicos que, sin embargo, puede generar ciertos desafíos para los padres. Con el final del periodo escolar, los horarios estrictos que regían la vida diaria se diluyen, y aparece la tentación de relajar las normas, tanto en lo que respecta a la alimentación como al descanso. La pregunta es inevitable: ¿se puede permitir que los niños coman a deshoras y lo que deseen durante estas semanas de receso? ¿Es posible flexibilizar las reglas de sueño y descanso sin que esto repercuta negativamente en su bienestar?

La respuesta, respaldada por la investigación y el sentido común, es que la alimentación y el sueño de los niños deben mantenerse adecuados, saludables y regulados durante todo el año, incluyendo las vacaciones. Aunque el impulso de relajar las normas sea fuerte, especialmente tras un periodo prolongado de estricto cumplimiento de horarios y dietas, los beneficios de mantener rutinas saludables no pueden subestimarse. La clave está en encontrar un equilibrio que permita disfrutar del tiempo libre sin descuidar las necesidades básicas de los chicos.

El cerebro de los niños, siempre en constante aprendizaje, no se toma vacaciones. Durante el receso invernal, aunque el contexto cambie, los pequeños siguen absorbiendo información y desarrollando habilidades. Contrario a la creencia de que necesitan aburrirse para evitar el estrés, las evidencias científicas sugieren que ampliar el tiempo de aprendizaje, incluso en vacaciones, puede ser altamente beneficioso, especialmente para aquellos con mayores necesidades educativas. Sin embargo, este aprendizaje no debe ser forzado ni estructurado de manera rígida, sino que puede integrarse a través de actividades lúdicas y experiencias en entornos diversos y enriquecedores.

Las vacaciones representan un tiempo de quiebre en la rutina escolar y familiar

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El periodo vacacional ofrece una oportunidad única para que los niños aprendan en escenarios distintos a los habituales, interactuando con otras personas y explorando nuevos entornos. Es fundamental respetar ciertos condicionantes al organizar el tiempo de los niños durante las vacaciones: los horarios de comidas y descanso deben ser adecuados, y se deben tener en cuenta los horarios laborales de los padres y las condiciones climáticas o las actividades familiares planificadas. Establecer pautas claras y ordenadas para estos días es crucial para garantizar un balance entre el disfrute y el bienestar.

Las actividades que se eligen para las vacaciones tienen un peso significativo. Más allá de los horarios, lo importante es que las actividades sean variadas y aporten beneficios tanto físicos como mentales. Es recomendable que estas actividades incluyan un componente lúdico fuerte y, siempre que sea posible, se realicen en espacios naturales. Las ciudades también ofrecen múltiples opciones culturales que pueden ser muy enriquecedoras, y cualquier viaje en familia puede convertirse en una aventura de exploración de nuevos paisajes y culturas.

Para aquellas familias donde el trabajo de los padres no permite dedicar todo el tiempo a los niños, las escuelas de verano y los programas organizados por asociaciones culturales o comunitarias son una excelente opción. Estos programas no solo ayudan a la conciliación familiar sino que también proporcionan un espacio seguro y estructurado para el aprendizaje y la diversión de los chicos. En todas estas actividades, es esencial garantizar interacciones seguras, igualitarias y constructivas entre los niños y con los adultos que los supervisan.

A regular los alimentos con alto contenido de azúcar / EL DIA

Las interacciones positivas y seguras son fundamentales para el desarrollo de los niños, ya que generan aprendizajes valiosos y satisfacen sus necesidades personales y sociales. Esta interacción dialógica no solo contribuye a la construcción de entornos libres de violencia, sino que también fomenta la apertura a nuevas personas y culturas. Incluso cuando se proponen actividades con pantallas, es vital que estas interacciones sean constructivas y supervisadas por adultos responsables. Las pantallas pueden ser herramientas útiles para la comunicación y el aprendizaje, pero también pueden convertirse en barreras si no se usan adecuadamente.

Otra cuestión relevante a la hora de planificar las vacaciones de los niños es la autonomía. ¿Cuándo es apropiado dejar a los chicos solos? La investigación y el sentido común sugieren que los niños y adolescentes deben tomar decisiones por sí mismos, pero siempre con la orientación y el diálogo con los adultos. La seguridad y la supervisión son cruciales para garantizar que las experiencias sean positivas y libres de riesgos.

En última instancia, las vacaciones de invierno pueden ser un tiempo de gran disfrute y aprendizaje si se planifican adecuadamente. La clave está en mantener un equilibrio entre las rutinas saludables y la libertad para explorar nuevas actividades y entornos. Las buenas amistades y una relación cordial en la familia son la mejor garantía para unas vacaciones inolvidables y maravillosas. Con una planificación consciente y un enfoque equilibrado, es posible crear un espacio de descanso y diversión que beneficie tanto a los niños como a los adultos, permitiendo que todos recarguen energías y disfruten del tiempo juntos.

APORTE DESDE LA PSICOLOGÍA

Las vacaciones de invierno son ese oasis en medio del calendario escolar, el anhelo de todo niño que sueña con dos semanas libres de madrugones, sin la rigidez de los horarios, dedicadas exclusivamente al goce y la diversión. Sin embargo, para los padres, estas semanas pueden transformarse en un rompecabezas logístico donde la planificación y el equilibrio entre el entretenimiento y el descanso se convierten en la meta más complicada de alcanzar.

La rutina diaria del año escolar mantiene a los niños en una constante actividad bajo reglas estrictas, aprendiendo y cumpliendo deberes. Este contexto hace que el receso invernal aparezca como una oportunidad invaluable para cambiar de ritmo, para que los chicos puedan explorar otras facetas de su vida, sin la presión de las obligaciones cotidianas. La licenciada en Psicología, Ana Laura Llull Visotsky, enfatizaba —hace un año— la importancia de distinguir entre lo que es una obligación y lo que es realmente un tiempo de descanso. Durante el año lectivo, los chicos están inmersos en un mundo de normas y aprendizajes constantes, por lo que es esencial que las vacaciones representen un verdadero corte, un tiempo para vivir otras experiencias, con actividades y horarios distintos.

Pero el reto no solo está en qué actividades planificar, sino también en cómo evitar que el afán de mantener a los niños ocupados termine por replicar la vorágine de la rutina escolar. Muchas veces, en el afán de proporcionar entretenimiento, los padres diseñan un itinerario tan cargado de actividades que termina por agotar a toda la familia. La clave está en buscar un balance que permita disfrutar sin caer en el agotamiento.

Llull Visotsky destaca que no es necesario recurrir a grandes planes ni a gastos exorbitantes. Las pequeñas cosas, las actividades simples dentro del hogar, pueden ofrecer momentos de conexión y disfrute que durante el año quedan relegados por la falta de tiempo. Un almuerzo en familia, una tarde de películas o una simple caminata pueden ser experiencias valiosas que nutren el vínculo familiar y ofrecen un descanso verdadero.

La pregunta de qué hacer con los chicos en vacaciones también se enfrenta a la realidad de los padres que trabajan y no pueden dedicar todo su tiempo al cuidado de los niños. Esto introduce una variable adicional en el rompecabezas: la necesidad de encontrar opciones que mantengan a los niños seguros y entretenidos mientras los padres cumplen con sus responsabilidades laborales. No obstante, más allá de la logística, subyace una preocupación más profunda: el temor al aburrimiento. En la sociedad actual, el aburrimiento se ve como un enemigo a vencer, algo que debe ser evitado a toda costa. Sin embargo, Llull Visotsky sugiere que el aburrimiento puede ser un precursor de la creatividad. Encontrarse con el aburrimiento ofrece a los niños la oportunidad de descubrir sus propios intereses y de desarrollar su capacidad de inventar y crear.

No se trata de empujar a los chicos a que se entretengan solos sin guía ni apoyo, pero tampoco de llenar cada momento libre con actividades estructuradas. Es necesario encontrar un equilibrio que permita a los niños experimentar la libertad de decidir qué quieren hacer, de explorar sus propias ideas y de vivir momentos de juego sin la presión de cumplir con un programa preestablecido. En este sentido, la tendencia de recurrir a las pantallas como solución fácil para mantener a los chicos ocupados puede ser contraproducente. Si bien los dispositivos electrónicos pueden ofrecer entretenimiento instantáneo, también pueden limitar la creatividad y la capacidad de los niños para interactuar con el mundo real.

El consejo de Llull Visotsky es aprovechar las vacaciones para compartir tiempo en familia, para acompañar a los niños en la exploración de nuevas actividades y para fomentar el aprendizaje a través del juego. Los momentos compartidos, los juegos que nunca pierden vigencia y las actividades que despiertan el entusiasmo son fundamentales para un desarrollo saludable y equilibrado. Es crucial reconocer que, al igual que los adultos, los niños también necesitan tiempo para descansar, para desconectar y para disfrutar sin presiones. Las exigencias escolares y extracurriculares pueden ser tan agotadoras para ellos como lo son las responsabilidades laborales para los adultos. Por eso, es vital que las vacaciones ofrezcan un verdadero respiro, un tiempo para recargar energías y para disfrutar de la infancia en su máxima expresión.

Llull Visotsky subraya la importancia de preguntar a los niños qué quieren hacer, de escucharlos y de darles espacio para expresar sus deseos y necesidades. Muchas veces, los chicos no tienen la oportunidad de vivir su infancia plenamente porque sus agendas están sobrecargadas con actividades que, aunque bien intencionadas, terminan por convertirse en nuevas obligaciones. En este sentido, es fundamental que las actividades extracurriculares se elijan con cuidado, asegurándose de que realmente aporten algo positivo y no se conviertan en una fuente adicional de estrés.

Mucho abrigo para el esparcimiento al aire libre / EL DIA