La novela de las cubiertas profundizó la conflictividad social y la grieta en la CGT

Más allá de exacerbar la conflictividad social en un país patas para arriba, el prolongado conflicto con los trabajadores del Neumático terminó profundizando las diferencias en la Confederación General del Trabajo (CGT), una suerte de grieta que existe desde aquella actuada “unificación” de noviembre del año pasado entre los gremios que apoyan a Alberto Fernández -y ahora a Sergio Massa- y los que se alinean con el kirchnerismo o, lo que es igual, con el liderazgo de la vicepresidenta Cristina Fernández.

Desde hace unos cinco años el SUTNA (Sindicato Único de Trabajadores del Neumático) es un gremio de matriz trotskista. No transita la vida interna de la CGT, donde todas las agrupaciones reconocen el gen del peronismo. Algunas un poco más a la derecha, otras un poco más a la izquierda del PJ.

Sin embargo, el “éxito” del SUTNA en la negociación con la patronal (más allá de matices, terminó consiguiendo casi todo lo que buscaba) interpela a los gremios cegestistas, que suelen tener una metodología de protesta mucho menos combativa, más racional si se quiere, aún cuando tienen muchos afiliados que no ganan lo suficiente como para quedar por encima de la línea de pobreza.

Es el curioso caso de los trabajadores en relación de dependencia, con vacaciones pagas, aguinaldo y obra social, que por el nivel de ingresos son pobres. Un fenómeno pocas veces visto en Argentina.

Parar las fábricas de cubiertas durante más de cinco meses, al punto de afectar otros rubros de la economía, al SUTNA le terminó generando una enorme fortaleza política en el mundillo sindical. Al punto que ya se habla de que su líder, Alejandro Crespo, probablemente sea candidato a algo en las elecciones del año próximo y muchos lo dan como el próximo jefe del Partido Obrero, su espacio de formación política.

Crespo recibió un respaldo explícito de Pablo Moyano, líder camionero y uno de los triunviros de la CGT pero que está en la vereda opuesta de los otros dos actores del tridente: Héctor Daer y Carlos Acuña. La foto de aquella unificación sarasa. Es más, el hijo de Hugo (está enfrentado a su padre) acaba de decir: “El paro de los trabajadores del neumático va a ser un poroto al lado de lo que va a hacer Camioneros”. Un aviso de su radicalización, acaso cebado por lo que logró su amigote Crespo.

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Dentro de la interna de la CGT, Moyano Jr. tiene un alianza con la llamada Corriente Federal, del bancario Sergio Palazzo, además diputado del cristinismo, que acaba de lograr una paritaria del 94 por ciento de aumento. Enfrente de ellos, los llamados “Gordos”, “Independientes” y “Barrionuevistas”, que por ahora son la mayoría.

Ese dato, que los más viejos siguen manejando la cosa interna, quedó verificado cuando la gente de Pablo, junto con la CTA del cristinista Hugo Yasky, intentó impulsar un paro general y una movilización a las puertas de la Corte Suprema de Justicia de la Nación como respuesta al atentado contra Cristina Kirchner y en línea con aquello de los discursos del odio. Iba a ser el lunes 5 de septiembre. No prosperó: no lograron el apoyo de los mayoritarios que, como se dijo anteriormente, son los que respaldan a Alberto F.

Ese apoyo de los gremios peronistas tradicionales al Presidente no es tanto porque lo consideren su líder nato sino por una cierta conciencia de estos sindicalistas -siempre cercanos al poder de turno- a aportar su granito de arena a la estabilidad y al equilibrio institucional. Y porque, en definitiva, Alberto F. es el que firma el flujo de fondos a las obras sociales gremiales, muchas al borde de la quiebra.

Por eso, por ejemplo, los Gordos & Cía venían defendiendo tanto al ministro de Trabajo, Claudio Moroni, siempre resistido por Cristina, que ahora ha quedado en la mira porque tardó cinco meses en aplacar el conflicto de las ruedas. Que, en verdad, se empezó a solucionar por la irrupción de Massa, amenazando con la importación de cubiertas para superar la escasez del mercado interno.

Dato: el lugar de Moroni es deseado por La Cámpora, aseguran fuentes oficiales. Y agregan que en toda la saga de la pelea por los salarios de los trabajadores del Neumático la agrupación de Máximo Kirchner siempre se sintió cerca del gremio de izquierda porque del otro lado había actores empresariales transnacionales.

Lo dicho: aquella división entre kirchneristas y, digamos, peronistas albertistas en la CGT se fue resaltando a medida que se agigantaba la interna entre el Presidente y su vice en el último año. Las agendas entre uno y otro sector sindical son distintas. Y la aparente alianza entre Pablo Moyano y los suyos y el trotskismo del gremio de Neumáticos terminó profundizando lo obvio. También, se reitera, en el Gobierno.

Así, enormes luces de alarma se prendieron entre los líderes de los históricos sindicatos peronistas que, por cierto, desprecian a la izquierda dura desde siempre. Pero encima, en gremios como UOM, SMATA, Ferroviarios, UTA y demás, el Partido Obrero viene avanzando en comisiones internas y delegaciones seccionales, justamente a raíz de la dureza en la manera de negociar y, según especialistas en las cuitas gremiales, por la tendencia a la eternización de los capitostes de la CGT.