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Monarquías: los parientes herederos que no conocemos

Máxima, Letizia, Carlos o tal vez Alberto de Mónaco son personajes de la nobleza muy vistos por todos. Pero están esos otros que decidieron distinto destino, lejos del mandato familiar

Monarquías: los parientes herederos que no conocemos

Tres generaciones de la familia Saboya: El rey Humberto, su hijo Victorio Manuel, actual pretendiente al trono, y el príncipe Emanuel Filiberto

VIRGINIA BLONDEAU

1 de Noviembre de 2020 | 07:18
Edición impresa

De tanto verlas en los medios nos referimos a Máxima, Letizia o María Teresa como si fueran nuestras propias primas; sentimos que la reina Isabel II de Inglaterra es una especie de tía abuela estricta que nos mira espantada el tatuaje mientras que los tíos Carlos y Camila nos caen antipáticos hagan lo que hagan, porque se portaron mal con Diana, nuestra prima mayor favorita.

Charlamos también sobre Juan Carlos, el tío español tarambana. Igual que Alberto, el de Mónaco, pero que por suerte ahora ha sentado cabeza. Y cada tanto, en las bodas, nos encontramos con esos parientes lejanos que viven en Escandinavia… Todos ellos pertenecen a alguna de las diez monarquías parlamentarias que hoy reinan en Europa, todos regímenes avalados por la constitución de sus respectivos países. Sus monarcas son jefes de Estado y sus familias completan el marco que da continuidad a la institución.

Pero también existen otros, esos parientes de los que no sabemos nada, salvo que los busquemos en Facebook. Esos descendientes de tíos abuelos que emigraron por gusto o necesidad a otros países, parientes lejanos, un poco parias, que hicieron su vida más allá de los mandatos familiares: son los descendientes de las casas reales que alguna vez reinaron en Italia, Alemania, Francia, Rusia, Austria y los países de los Balcanes.

Porque si ahora son diez las monarquías europeas, hace cien años eran muchas más. Y los herederos de aquellos reyes y reinas viven hoy en una especie de limbo monárquico. Con suerte variada, claro.

Unos conservan prestigio, tradición y son muy queridos en sus países; otros están exilados; otros socavaron la imagen de sus blasones con acciones poco ejemplares y la mayoría vive de su trabajo, como cualquier otro ciudadano, sin hacer demasiado caso a la sangre azul que lleva en las venas.

Es hora de que los conozcamos un poco mejor.

LOS REINADOS ALEMANES

Alemania, por ejemplo, estaba formada por 39 Estados diferentes, cada uno con su propio soberano. No todos ellos tenían el mismo poder y los más influyentes habían establecido acuerdos con los más débiles para reagruparlos bajo su administración hasta que, en 1871, Prusia, cuyo monarca era de la dinastía más poderosa, los Hohenzollern, se impone a todos ellos y forma el Imperio Alemán.

Un imperio que duró poco ya que en 1918, al final de la Primera Guerra Mundial, en Alemania se eligió la república como sistema de gobierno. Una república habitada por cientos de exreyes, expríncipes, exduques y exbarones, cada uno con su prole y su castillo pero sin ningún poder político y, en muchos casos, sin un centavo.

Se planteó la cuestión, además, de cómo dirigirse a ellos. ¿Cómo decirle a Su Alteza Real, el príncipe Ernst Wilhelm Friedrich Carl Maximilian von Hohenlohe Langenburg Zähringer que pasaba a ser simplemente el ciudadano Ernesto Hohenlohe? Al acuerdo que se llegó es que podrían conservar sus títulos como parte del apellido.

Y así es como, por ejemplo, el descendiente del último emperador alemán y actual pretendiente a ese trono se llama Jorge Federico Fernando Príncipe de Prusia.

Estas dinastías alemanas ya no gobiernan y muchas se han extinguido pero, sin embargo, están muy presentes en el panorama monárquico europeo ya que por las venas de todos los actuales monarcas corre sangre de alguna de ellas o tienen algún pariente alemán metido en la familia.

La razón es que, aunque esos 39 Estados alemanes no tenían gran poder en sí mismos, sus princesas, fértiles y robustas, y sus príncipes, fuertes y apuestos, eran los preferidos a la hora de concertar matrimonios.

Ninguno de ellos podrían reinar pero seguirán viviendo en el limbo monárquico

 

La única excepción es el príncipe Alberto de Mónaco, de raíces mediterráneas. Pero se sabe que, al que Dios no le da hermanos, le da cuñados. Así que los Grimaldi emparentaron con la realeza alemana cuando Carolina de Mónaco se casó con Ernesto Augusto Príncipe de Hannover.

Carolina es princesa y Alteza Serenísima porque su padre, Rainiero, era soberano de un principado. Su esposo Hannover no pertenece a una dinastía reinante pero se le reconoce, en algunos países monárquicos, el tratamiento de Alteza Real de modo que podríamos decir que Carolina, al casarse, “subió un escalón”.

Será ese tal vez el motivo por el que nunca quiso divorciarse a pesar de que hace más de diez años que no se ven y de que él es un hombre sin sosiego. Su adicción al alcohol le ha provocado pancreatitis y cirrosis lo que lo manda al hospital cada dos años. Y cuando no está internado, está en la comisaría por desacato a la autoridad, disturbios callejeros o peleas varias. En sus horas más bajas delegó la administración de su Casa a su hijo mayor. El chico tiene la cabeza bien puesta y quiso poner un poco de freno al padre pero éste, en lugar de agradecer, lo repudió. Ernesto es la oveja negra de los exroyals alemanes que se caracterizan por la discreción.

LA AMANTE DEL REY

Otro nombre que le sonará a los lectores porque mucho se la ha nombrado en estos días es el de la “princesa” Corinna zu Sayn-Wittgenstein-Sayn, quien fuera amante del rey Juan Carlos de España y que tanto disgustos le está dando.

Corinna es Larsen por nacimiento y se casó con Casimiro Príncipe de Sayn-Wittgenstein-Sayn, uno de los tantos nobles germánicos. El matrimonio fue breve pero intenso a tal punto que a ella se le quedó pegado el tratamiento y el apellido y por más que el hombre se volvió a casar y su familia le ha pedido que deje de autoproclamarse princesa, ella va por ahí oronda con su título, al que entrecomillamos.

Italia también estaba formada por varios Estados pontificios, reinos y principados hasta que a fines del siglo XIX la Casa Saboya logró unificarlos en un único reino.

Víctor Manuel II fue el primer rey de una dinastía que reinó hasta el 12 de junio de 1946 cuando en Italia, al finalizar la Segunda Guerra Mundial , se proclamó la república. El último monarca fue Humberto II que pasó a la historia como “el rey de mayo” porque solo estuvo en el trono 33 días.

El rey Humberto tuvo que exilarse en Portugal. Falleció en 1983 y su hijo, Víctor Manuel, se convirtió en jefe de la Casa de Saboya y pretendiente al trono. Recién en 2001 y gracias a la influencia del papa Juan Pablo II, los Saboya, desperdigados por el mundo, pudieron volver a pisar suelo italiano.

Pero no todas fueron rosas… El descendiente de esos orgullosos reyes no dio la talla: tuvo problemas con la Justicia al ser acusado de corrupto, de traficar ilegalmente dinero y de favorecer la prostitución. Aunque finalmente fue sobreseído, aún le queda pendiente aclarar su participación en el asesinato de un joven alemán que había subido a su embarcación. Este episodio enfrenta a los Saboya con los Borromeo, otra de las grandes familias nobles italianas.

“Existen esos parientes de los que no sabemos nada, salvo que estén en Facebook”

 

Beatriz Borromeo, casada con uno de los hijos de Carolina de Mónaco, es una periodista sagaz y ha investigado el tema. Cada tanto se cruzan de mala manera por las redes sociales.

Víctor Manuel fue protagonista de un episodio tragicómico en la fiesta de boda de Felipe y Letizia, los actuales reyes de España. Lo que circuló en las crónicas de la época es que su primo y rival como pretendiente al trono de Italia, el duque Amadeo de Aosta, lo fue a saludar y Víctor Manuel, ya excedido en copas, malinterpretó la señal y le propinó una trompada. La reina Sofía, que estaba cerca, trastabilló mientras el rey Juan Carlos los separaba y decía “A estos dos, nunca más”.

Es posible que la anécdota haya sido reversionada pero conociendo a los personajes, es verosímil.

Después de esto el príncipe de Saboya poco ha aparecido y el testigo lo ha tomado su hijo, Emanuel Filiberto, príncipe de Venecia y de Piamonte, nacido en 1972. Emanuel es muy activo en las redes sociales y ha sabido encauzar su buena estampa y simpatía hacia el mundo del entretenimiento. Es una figura destacada en las televisiones francesa e italiana por haber participado en realities del estilo del Bailando como participante, presentador y jurado; actuó en algunas películas y se presentó como cantante en el festival de San Remo.

Tiene una línea de remeras, Prince Tees, y un food truck en Los Ángeles. Y él, lejos de esconderse por lo plebeyo de estas actividades, siempre es la cara visible de sus marcas a la que les otorga glamour.

COQUETEOS CON LA POLÍTICA

También ha coqueteado con la política. “No es este el tiempo de la polémica, sino que es tiempo de amor. Mirad, yo siempre he amado a mi país, desde pequeño, cuando podía solo mirarlo desde lejos. Me he decidido a hacer algo concreto por nuestra Italia” ha expresado al formar un nuevo movimiento político y social.

Emanuel Filiberto no es el único que ha optado por insertarse en la política de su país de origen o que ha decidido tener una participación más activa.

Hay ejemplos en Francia, Bulgaria, Rumania, entre otras casas reales. Todos ellos intentan dejar huella, que el legado de su dinastía no desaparezca. Habrá buenas intenciones y de las otras; mero afán de figurar y compromiso genuino; amor a la tierra y ambición desmedida.

Lo que parece seguro es que ninguno de ellos tiene la más mínima posibilidad de reinar y seguirán con mayor o menos relevancia, viviendo en el limbo monárquico.

Por nuestra parte, poco a poco y en sucesivas entregas, los iremos conociendo.

 

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Tres generaciones de la familia Saboya: El rey Humberto, su hijo Victorio Manuel, actual pretendiente al trono, y el príncipe Emanuel Filiberto

Corinna Larsen, exesposa de un noble alemán

Jorge Federico Fernando Príncipe de Prusia el día de su boda

Emanuel Filiberto promocionando su food truck

Ernesto Augusto Príncipe de Hannover el día de su boda con la princesa Carolina de Mónaco

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