Mónica Salvador: “Soy artista hasta la médula”

Aunque en un principio estaba un poco escéptica en relación a esta nueva normalidad del teatro por streaming, de pronto se encontró con que había pasado mucho tiempo desde la última vez que se había subido a un escenario. Luego de seis meses de conexiones interminables relacionadas a su trabajo como abogada, Mónica Salvador se dio cuenta de que extrañaba demasiado a la actriz y se animó a probar esta cosa extraña de actuar a través de la pantallita.

Así, por un lado desempolvó el traje de la desopilante sexóloga que causa carcajadas en el unipersonal “Cómo tener sexo siempre con la misma persona”, con el que saldrá a la cancha este viernes a las 22; y también retomará la cruda obra que escribió y protagoniza, junto a Belén Santos y Alejandro Fiore, “La última vez”, que ofrecerán el 15 de octubre. Ambos espectáculos estarán disponibles en la plataforma Plateanet.

Reconoce estar “llena de adrenalina”, en tanto, no deja de sorprenderla “esta forma de estrenar” que le parece rara pero también atractiva. Pero admite que le costó decidirse porque, a su criterio, “el teatro no es filmado, es un hecho vivo”, que no se asemeja con nada de lo virtual. Sin embargo se animó a probar.

Dice que en su decisión influyó mucho la cantidad de amigos y familiares que tiene viviendo en el exterior que le prometieron acompañarla. Le entusiasma que espectadores se conecten al mismo momento desde España, Italia, Paraguay y Estados Unidos, además de Argentina claro, para verla en acción en alguna de sus dos facetas.

“Porque yo tengo la máscara del teatro: la risa y el drama”, sostiene entre risas la intérprete, en relación a estos dos registros tan diferentes a los que disfruta sin embargo por igual.

“Cómo tener sexo siempre con la misma persona” es una especie de seminario en clave de humor con tips y ejercicios para mantener viva la llama de la pasión en las distintas etapas de la convivencia, que es ofrecido por Annette Poché, una histriónica especialista en sexo francesa que Mónica creó a partir del recuerdo de un personaje real: una jueza que vino desde Francia hace años a dar un seminario de mediación criminal a la Defensoría en la que ella trabajaba.

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La actriz cuenta que este espectáculo nació de forma insólita cuando le pidieron que escribiera algo para la despedida de soltera de una abogada que se casaba por primera vez a los 37 años.

Aprovechando los seminarios y congresos a los que asistía como letrada, escribió un texto que, como una especie de cátedra, les explicaba a los tórtolos cómo iba a ser su vida sexual de ahora en adelante. Dice que fue un éxito de carcajadas y que una jueza se lo pidió para su cumpleaños. La hazaña se repitió y fue la señal que tomó en cuenta para llevarlo al teatro.

Lo estrenó en el Paseo la Plaza en 2005 y desde entonces deambula por aquí y por allá, cosechando premios y aplausos. Además de la versión literaria, el espectáculo tiene versiones en Brasil y Chile, y hasta la ha llevado a girar por España.

Con tantos años en el ruedo, Mónica conoce a la perfección los momentos en los que el público ríe con su show. Aún así, no deja de resultarle confuso esta forma de intervención que prescindirá de una pata muy importante de su propuesta: el público.

“Grabaré sola, imaginando las risas. Es difícil porque es un espectáculo en el que el vínculo con los espectadores es fundamental, porque cierro cada tema contestando preguntas, haciéndolos participar. Así que estamos viendo cómo resulta, quizás se haga algo más interactivo, con las redes sociales, todavía estamos viendo”, cuenta sobre cómo abordará el mayor desafío.

Aunque estuvo pensando en si modificar o no el texto “tan prolijito” que la obra presenta, para incluir o no aspectos de este presente pandémico, finalmente optó por no hacerlo. A su criterio, ya es demasiado con la realidad como para seguir hablando de la crisis sanitaria en un momento de esparcimiento.

“Ya basta, no queremos más. Además, esto todavía nos duele mucho como para reírnos, es muy pronto”, admite la actriz.

De todos modos, no cierra la puerta a la posibilidad de hacer algún desprendimiento con una edición “En pandemia”, que seguramente tendrá mucha tela para cortar porque, el encierro, o ha matado parejas o las ha unido o las ha llevado a situaciones impensadas como, por ejemplo, solicitar un hisopado antes de tener algún encuentro sexual entre parejas casuales.

De todos modos, aclara que la impronta del coronavirus estará impregnada por “las circunstancias” que le han dado a su propuesta una vigencia inusitada.

“Porque ahora no queda otra que tener sexo con la misma persona por temor a no contagiarte, nunca pensé que iba a tener tanta actualidad”, dice, entre risas sobre la base de su espectáculo en la que deja en claro que sí, se puede.

Ella, de hecho, conoció a su pareja y padre de sus hijos a los 14 años y todavía cuentan su historia, una historia que se enriqueció ahora con la llegada de tres nietos que les han robado el corazón.

Y luego de su debut humorístico, llegará la semana próxima el estreno dramático con “La última vez”, la obra sobre violencia de género que Mónica escribió en relación a los vínculos enfermizos que se van gestando en silencio y a oscuras.

Originalmente pensada para un congreso en el que se debatió sobre violencia de género, el interés provocado por la historia hizo que el proyecto se ampliara y fuera estrenado -a pulmón, gracias a su esfuerzo de emprendedora autogestiva- en la temporada de verano marplatense 2013, donde fue un suceso del “boca en boca” y donde estuvo nominada a cuatro premios Estrella de Mar.

Desde entonces, siempre protagonizada por Salvador, su hija Belén Santos y Alejandro Fiore -también director de la puesta-, nunca ha dejado de girar.

MUCHA ILUSIÓN

“Tengo mucha ilusión con estos dos proyectos, como si fueran estrenos. Porque estamos sufriendo mucho los artistas. En realidad, no hay nadie que esté bien, todos estamos mal. Hay que asumir que todos hemos perdido algo en esta situación y después cada uno la va llevando como puede. Así llegó esta posibilidad que me llevó también a poner la cabeza en otro lugar”, reflexiona Mónica.

“Porque me parece que nos hace bien, al público que se entretiene pero también me hace bien a mí porque el arte me oxigena”, confiesa Salvador que pasó sus pocos ratos libres de la cuarentena -cuando no estaba trabajando para el juzgado en el que se desempeña desde hace más de veinte años- poniendo sus energías en una nueva terapia en la que incursionó “de cara dura”.

Durante el ASPO, Mónica estuvo pintando murales, paredes de hasta tres metros en las que, sin haberlo hecho nunca, no se anduvo con chiquitas y se tiró a copiar a Dalí, por ejemplo, pero en su propia versión, “con los colores que yo quiero”, cuenta, entusiasmada, esta abuela súper canchera que hasta le pintó a sus nietos un rincón con Aladdín y el Genio de la Lámpara.

“No sé de dónde me vinieron las ideas, porque es algo que nunca había hecho. Creo que soy una loca que ya no sé cómo expresar mi arte”, cierra Mónica, feliz con esta nueva incursión en el mundo de la plástica que le sirve, dice, para redescubrirse y reafirmarse en su vocación: “Soy artista hasta la médula”.