El “zodíaco” de las hortalizas platenses

Por CECILIA FAMÁ
cfama@eldia.com

Todavía muchos se asombran al encontrar productos “de estación” en las verdulerías, a lo largo de todo el año. Al alcance de la mano, tenemos frutillas en otoño y repollitos de Bruselas en primavera. Podemos degustar frutos tropicales en lo más crudo del invierno. Pero esto le cobra un impuesto al paladar; las hortalizas son más sabrosas cuanto más tiempo hayan pasado en su planta, y los procesos de distribución y comercialización actuales, en un porcentaje significativo de los casos, hacen que se cosechen verdes y se consuman lejos de su momento de esplendor.

La Plata tiene un fecundo cordón hortícola, con campos y quintas familiares, proveedores de verduleros locales y de todo el país. Y en ese marco, productores e ingenieros agrónomos pueden trazar un tentador calendario, acorde con el suelo y al clima platense, que nos ayude a saber cuándo encontrar los productos que nos gustan... con el sabor que nos gusta.

En general no contamos con las mejores condiciones naturales para la producción de hortalizas”

Carlos Pineda
Ingeniero agrónomo del INTA

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Se sabe, el verano es época de tomate platense. Un producto-emblema en nuestra ciudad, una denominación en la que el sustantivo y el adjetivo gentilicio son inseparables cuando se habla de buen gusto, y una planta cuya semilla se recuperó gracias al trabajo de un grupo de ingenieros agrónomos de la UNLP. Los vecinos de la Ciudad lo celebran por ser un “tomate con sabor a tomate”, con esa reminiscencia intransferible a los sabores de la infancia, notas que no se encuentran, por ejemplo en el tomate híbrido -la variedad más cultivada en la zona se denomina “elpida”-, que todo el año muestra su rojo intenso en las verdulerías. En tanto, el tomate platense, aparece sólo de diciembre a marzo, con una temporada corta, pero inigualable.

Lo mismo ocurre con otras hortalizas y verduras. “Actualmente, todavía estamos en verano, y la variedad de hortalizas es la más amplia” cuenta el ingeniero agrónomo Guillermo García, implementador nacional de buenas prácticas agrícolas –con la matrícula 45.995-: “en nuestra zona todavía tenemos tomate, tanto redondo, como perita y cherry. Y del redondo hay muchas variedades cultivándose: el tradicional rojo, el color chocolate -Kumato-, el Raf, y el Reliquia –orgánico-. En los cherries, el tradicional con forma de perita, el Amarillo y el Bombón (más grande, color chocolate). Estos son productos que se cultivan en muchas zonas del país, pero el tomate producido en La Plata es muy reconocido por el resto de los productores de Argentina por su calidad, que se traduce en sabor”.

“Mientras sigan los calores, tenemos siembra de todas las variedades de hortalizas de hojas: lechugas, rúcula, apio, verdeo, acelga, y en cuanto afloje un poco el calor, se empezarán a cultivar las coles, repollos, brócolis, repollitos de Bruselas y coliflores”, revela García.

El otro producto-emblema platense es el alcaucil, que aparece en las verdulerías en primavera. Es un fruto icónico de la región, que ha conseguido la distinción de un sello de calidad en 2016, otorgado por el Ministerio de Agroindustria de la Nación. La estadística es contundente: La Plata genera el 60 por ciento de la producción total de alcauciles del país.

EL PAPEL DEL INTA

“En general se conoce a nuestra zona como el Cinturón Hortícola del Gran La Plata, pero nosotros desde el Estado la consideramos, y abordamos, integrando los partidos de La Plata, Florencio Varela y Berazategui”, detalla Carlos Pineda, ingeniero agrónomo que es parte del Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria en La Plata.

“Este cinturón es el más importante del país en cuanto a superficie hortícola en invernaderos” advierte el profesional: “también hay superficie en producción al aire libre, llamada habitualmente ‘a campo’, pero es mucho menor y va disminuyendo por el avance incesante de invernaderos”.

En las 5.500 hectáreas existentes los cultivos más importantes son los de “hoja”

“En una mirada territorial integral la tendencia es a un avance de las zonas urbanas sobre las rurales por la necesidad de lotes para vivienda y emprendimientos inmobiliarios diversos, como countries, clubes de campo, etcétera, que generan una competencia por ese espacio rural productivo, lo van cercando hasta que el valor de la tierra sube desproporcionadamente, y la actividad migra lentamente hacia las rutas 2 , 36, 6 e incluso Magdalena vía Poblet-Oliden-Bartolomé Bavio. Esto genera un problema con productores que en general alquilan la tierra y deben trasladar su infraestructura a zonas nuevas. La lógica indicaría que las zonificaciones y el uso del suelo en un partido se deben mantener en el tiempo para lograr que se puedan inmovilizar inversiones a largo plazo”.

En las 5.500 hectáreas de invernaderos existente, los cultivos más importantes son los de “hoja”: como lechuga (mantecosa, morada, crespa, criolla), espinaca, acelga, apio, albahaca, rúcula, radicheta, perejil y escarola. También hay cebolla de verdeo, puerro, remolacha y rabanito. Estos cultivos en invernadero tienen una calidad muy superior a los cultivados ‘a campo’, y esto logró colocar los productos haciendo crecer la zona en los últimos 15 años. El polo hortícola platense es el principal abastecedor del Área Metropolitana de Buenos Aires, con la ciudad autónoma incluida.

En verano la variedad de hortalizas es la más amplia en la Región”

Guillermo García
Ingeniero agrónomo,
implementador de buenas prácticas agrícolas

“Si analizamos la producción desde el punto de vista económico, para un emprendedor individual los cultivos de fruto -como el tomate o pimiento- son los de mayor nivel de rentabilidad y retorno. Los costos de implantación son menores que otras verduras, pero los niveles de ingresos son más altos” sintetiza Pineda: “no ha habido censos específicos, pero el sector ha presentado un dinamismo notable. En este contexto, haciendo una estimación sobre los terrenos disponibles, podemos decir que las verduras de hoja ocupan unas 2.500 a 3.000Ha, el tomate 1500 a 2000, y el pimiento 300 a 400. El resto es berenjena, pepino, chaucha y zucchini.

Las lechugas se “hacen” todo el año en un invernadero. Así, se pueden realizar entre cuatro y cinco ciclos, hasta seis por año. El tomate se realiza en tres plantaciones, con cosechas desde octubre hasta mayo o junio. El pimiento se cosecha desde noviembre hasta mayo o junio, y también pueden hacerse dos plantaciones (llamadas “temprana” y “tardía”).

EN PEQUEÑA ESCALA

Andy Amador (24) trabaja su campo desde chica. Con familia de quinteros, hace ya un tiempo se puso al hombro, sobre todo, parte de la comercialización de lo que se produce en su casa. Ideó un sistema de bolsones, que reparte en casas a partir de los pedidos que le hacen por teléfono o al espacio de la plataforma visual Instagram que creó para su emprendimiento: campo_arg. Allí muestra fotos de distintos cultivos –en la secuencia de cosechas pronto se sumarán los melones- y recibe solicitudes.

Los fines de semana, Amador va a algunas ferias con los bolsones o con los productos sueltos, y se encarga de vender lo que la familia produce en sus tierras de 167 y 605, donde Los Hornos se va convirtiendo en Poblet. Ella conoce el “zodíaco” de las verduras al dedillo; qué se siembra, en qué época y cuándo se cosecha, forma parte de su agenda diaria.

Arrancamos con algunas plantas de frambuesa y ya tomamos pedidos por redes sociales”

Bernardo Raimundi
Emprendedor

“El tomate lo sembramos desde junio, y lo cosechamos de septiembre a noviembre. Espinaca, tenemos de octubre a noviembre y buena lechuga hay en febrero, mes en el que también se cosecha el zapallito”, enumera.

En tanto, el morrón se cosecha de septiembre a diciembre, y los repollitos de Bruselas de junio a septiembre. “Acelga, repollo, brócoli, lechuga y verdeo son cultivos anuales, que tenemos todo el tiempo”, finaliza Andy, quien reparte el bolsón chico (con 8 variedades a 100 pesos) y el grande, con más cantidad de cada producto, a 200 pesos.

ELOGIO DE LA CERCANÍA

Para los profesionales, más allá de los sabores, la magia del cinturón hortícola local no está en su suelo, su clima ni su régimen de lluvias... sino en su ubicación geográfica.

“En general, no contamos con las mejores condiciones naturales para la producción de hortalizas” repasa Carlos Pineda: “los suelos tienen problemas de drenaje por una capa muy importante de características arcillosas que dificulta la infiltración del agua -esto hace que se generen encharcamientos-; las plantas tienen dificultad de profundizar su perfil más profundo; por la humedad retenida se produce un ambiente propicio para la aparición de hongos y bacterias; hay que dosificar minuciosamente las incorporaciones de fertilizantes y abonos para no generar excesos de sales; y el clima en general presenta un ambiente de alta humedad relativa y baja luminosidad, mientras las hortalizas se desarrollan mejor en ambientes secos y con pocos días nublados”.

El experto diagnostica que “la razón de que se produzca tanto en esta zona siempre fue la ventaja de distancia a los grandes centros de consumo; históricamente, estas producciones perecederas se generan en cercanía de las ciudades por la falta de cadena de frío para transporte a largas distancias”.