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La Ciudad |IMPRESIONES - Ocurrencias

Coimas y sexo recalientan el gobierno español

Alejandro Castañeda
Alejandro Castañeda

6 de Julio de 2025 | 04:34
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En medio de una crisis que combina corrupción, prostitución y grabaciones comprometedoras, el Partido Socialista Obrero Español (PSOE) decidió avanzar con una reforma clave de su Código Ético. El presidente del gobierno, Pedro Sánchez decidió incorporar una cláusula explícita sobre la incompatibilidad entre la militancia socialista y la contratación de servicios sexuales.

En el comunicado oficial dice “que se aplicará una sanción máxima - la expulsión definitiva- a cualquier afiliado o militante que solicite, acepte u obtenga un acto sexual de una persona a cambio de una remuneración. Este tipo de prácticas son absolutamente incompatibles con los valores del socialismo democrático”.

El gobierno está desesperado por querer calmar las iras que generó en el feminismo y en los partidos aliados los comentarios sexistas, guarangos y machistas de esos funcionarios que adjudicaban obras y se adjudicaban chicas.

Los audios demuestran que, en estos encuentros placenteros con chicas ya frecuentadas, el sexo pago les gustaba tanto como los euros. Pero el puterío, aunque sea fino, siempre anida en ambientes espesos que huelen a marginalidad.

Se transita tanto por los bordes que quienes trastabillan se pueden caer en zonas oscuras. Los ministros, que no se cansan de pensar en obras y retornos, suelen entretener la tarde en despachos más dulces.

Las prostitutas no han inventado el pecado, pero Sánchez, en su afán de limpiar su gabinete, tuvo que andar chapaleando entre la moral y la ética en el pegajoso escenario de la política. Como escribió Carmen Rigalt: “Vender el coño es más decente que vender el alma”.

Pedro Sánchez ya no sabe cómo atajar este vendaval que se le vino encima. A su esposa y a su hermano también se los investiga por tráfico de influencias. Y ayer a la tarde renunció su mano derecha por baboso y acosador. Se trata de Paco Zalazar, un estrecho colaborador de Pedro Sánchez, que trabajaba en el Gobierno e iba a asumir un cargo en la conducción del PSOE.

El medio digital elDiario.es publicó denuncias de exsubordinadas quienes revelaron que eran sometidas a comentarios obscenos sobre sus ropas y cuerpos, y recibían invitaciones a dormir en casa del funcionario cuestionado. Incluso hasta los propios compañeros de trabajo les aconsejaban a las chicas “nunca te quedes sola con él en su despacho”.

¿Qué pasa en esa gestión que los tiene tan excitados? Todos manotean algo. ¿Cayeron los más descuidados? ¿Habrá otros sigilosos haciendo perrerías? Nadie imaginaba que Sánchez iba a exigir a su tropa abstenerse de tener relaciones con prostitutas, porque se sabe que es un gremio muy pedigüeño y cautivador.

Sánchez quiere poner lejos de la mano larga de los ministros a esas profesionales bien terminadas, con clientela socialista y aranceles capitalistas. La expresión “este tipo de prácticas son absolutamente incompatibles con los valores del socialismo democrático”, parece el mandamiento de un ortodoxo exagerado que propone un marco punitivo para intervenir sobre temas más íntimos que partidarios. Las putas madrileñas jamás imaginaron que sus esmeros podían llegar a producir socialistas traidores.

Acosado por tantas denuncias, el presidente viene baleado por fuego amigo. Ya tenía demasiado y ahora se sumó un baboso a un elenco tan sinvergüenza. “El que paga, cobrará”, amenaza Pedro. Su advertencia deja abierta la puerta de las donaciones por amor, un atajo que seguramente el socialismo sabrá entender. Se sabe: los responsables de adjudicar obras a veces andan por la banquina tratando de mejorar su ruta. Nada nuevo. En todo escenario estatal, los retornos son una adulteración de la democracia que ha triunfado entre demasiados. Como dice el español José San Clemente, “habría que legalizar la corrupción”.

Chester Brown, un reputado dibujante canadiense, se jacta de haber pagado por sexo toda la vida. Pero desde hace un par de años, Brown mantiene una peculiar relación monógama con Denise, aunque ella le cobra cada noche de amor. Él la ama, ella no. Pero él parece satisfecho. Es más, “si dejara de pedirme dinero, me preocuparía, porque empezaría a parecerse a un vínculo sentimental y temería que se rompiera. Con dinero de por medio, cualquier relación es más estable”.

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