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El humorista celebra los 30 años del programa en el teatro. Visitará la Ciudad en septiembre, pero antes, disfrazado de Juan Carlos Batman, repasó cómo gestó una de las grandes hazañas televisivas de los 90: hacer humor absurdo, sin colas ni remates
Alfredo Casero sobre escena, otra vez con “Cha Cha Cha”
Pedro Garay
pgaray@eldia.com
A Alfredo Casero le dijeron alguna vez que “Cha cha cha” era punk; él respondió que para él, aquel mítico programa de los 90 de la tevé argentina era jazz, improvisación, libertad. En todo caso, lo que está claro es que “Cha cha cha” fue un ovni, un objeto no identificado para una pantalla argentina acostumbrada a un tipo de humor con muchos chistes con remate y muchas colas al aire.
“Cha cha cha”, le recordaban una y otra vez los productores a Casero y compañía en aquellos años, no tenía nada de eso, nada “Midachi”: su inclasificable estirpe humorística apostaba al absurdo total, una celebración de la risa contagiosa, de la pavada que señala el sinsentido de todo.
Fue un éxito de culto, entonces y hoy: entonces, nunca tuvo rating y peleó por sobrevivir año tras año; hoy, gracias a las repeticiones que pasó I.sat a principios de siglo algunos videos digitalizados desde arrumbados VHS que aparecieron en YouTube, es pasión de algunos jóvenes, que se encuentran con sus padres y abuelos haciendo la cola para ingresar a la celebración teatral que Casero, junto a Fabio Alberti y otros viejos colaboradores, montan en el teatro desde el año pasado. Originalmente eran un puñado de funciones: la temporada se extendió durante varios meses en calle Corrientes, y ahora sale de gira por el país. Visitarán La Plata el 14 de septiembre.
La reunión nació para celebrar los 30 años de la primera temporada, estrenada en 1993: en charla con EL DIA mientras se calza el traje de Juan Carlos Batman antes de salir a escena, Casero recuerda cómo bautizó a la criatura a partir de un disco que Alberti encontró caminando por París, “un disco de Boris Vian, un disco de mierda”, se ríe. El patafísico Vian cantaba en el estribillo de “Mozart avec nous” “Cha cha cha, cha cha cha, non tu n’existais pas encore”, cortina y nombre del programa: “Cuando Fabio puso el disco, supe que ese era el tema, que el programa se iba a llamar ‘Cha cha cha’, pero tuve que presionar”, cuenta Casero.
Eran los días en que Casero y Alberti se reunían para dar forma a un nuevo programa tras “De la cabeza”, breve semilla de “Cha cha cha” que se había emitido entre 1992 y 1993, protagonizado por todos elementos surgidos del Parakultural. “Yo estaba en el Parakultural los jueves, ahí conocí a Alberti, a Capusotto, nos cagábamos de risa”, se acuerda Casero. Con Alberti, intentaban montar una obra de teatro, “Máximo y Morselli”, “que no se hizo al final. Y estábamos desesperados, queríamos actuar, pero esa obra era muy compleja. Muy de esa época, de cuando estaba ‘Mamita querida’ de Urdapilleta”. Mientras tanto, entonces, trabajaban en el varieté de los jueves, con Mazzarello y otras figuras, y “nos iba bien, la gente lo disfrutaba”. Fue allí que lo vieron y lo llamaron para hacer “De la cabeza”.
“Tenía que inventarme un programa que en realidad no tenía nada que ver: querían que agarráramos seis, siete del under, pero la gente del under viste como es: si sacás la cabeza mucho te la cortan. Hay que ser dolorido, pobre, trabajar en la tele era ser vendido”, se ríe Casero. El programa tuvo a Alberti, Mex Urtizberea, Alacrán, Favio Posca y Diego Capusotto en sus líneas, pero “era un quilombo. No duró”.
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A algunos en el canal, América, sin embargo, les había gustado el envío, y llamaron a Casero para que organizara otro programa meses más tarde: todavía en 1993, con Fabio y Mex, Casero empezó a darle forma a lo que sería “Cha cha cha”, un programa que, desde el principio, encontraría resistencia, oposición, “porque no había un precedente”.
“Fue un trabajo de comerse tortazos. He aprendido que no existe la manera de hacer las cosas suaves para nosotros”, reflexiona el humorista. “Nos echaban a cada rato, a cada rato se nos acababa, se enquilombaba, había que hablar con el productor porque nos levantaban. Todos los días de la vida. La cabeza del que produce no es la misma que la del que hace. Nos pedían cosas con remate, nos decían ‘no tiene remate’, y a mi no me hacen reír los remates, aunque después nos jodieron y terminábamos haciendo chistes que recomendaba la gerencia…”
“Yo entiendo, nosotros llevábamos gallinas, patos, a las 3 de la mañana, para los sketches, y nadie entendía nada… En el 93 ya nos querían echar a la mierda”, cuenta Casero. El programa sobrevivió cuatro temporadas, siempre resistiendo versiones de cancelación inminente.
“‘Cha cha cha’ es una forma, cualquiera puede hacerlo. Es más, me gustaría ver otro ‘Cha Cha Cha’, hecho por otros”
Y no es que fueran un caos, asegura Casero, no es que fueran un grupo ingobernable, como quizás lo que se veía en la pantalla, un humor que gambetea definiciones y que muchas veces se diluye con todos los protagonistas tentados. “La gente se cree que era todo desordenado, pero estaba muy organizado. Incluso, teníamos que presentar de antemano todo lo que íbamos a hacer en el programa, por empeño de un pelot… que había puesto el canal, si no, no nos pagaban. Después, nos gustaba romperlo todo eso que habíamos escrito”, relata.
Más desordenado, en realidad, era América, dice, un canal naciente sin espacios para trabajar, “en un espacio de 20 por 10 se hacía todo: ahí hacían ‘Crema Americana’, y ahí nos empezaron a chorear de ‘Videomatch’, el productor de ‘Crema Americana’ era Villarruel… Entonces lo que hacíamos en la semana, ellos lo copiaban, si usábamos un mono alquilaban el mismo mono… Hasta que directamente hacían nuestros sketches, total a nosotros no nos veía nadie”.
Así que “todos los días era una pelea, pelear porque no te sacaran gente, pelear contra los que decían que no, contra los que te decían cómo lo tenías que hacer… Hasta Suar se metía, te decía ‘El Mono Rolando tiene que tener la carita, hacer caras’... No, no es así Rolando, el Mono Rolando es un chanta con una máscara. Igual El Trece me llamó para hacer programas después, pero me los voltearon”, cuenta Casero, que también tenía que lidiar con quienes, celosos del poco éxito del programa, “decían que era un drogadicto”.
Fueron tiempos de mucha lucha, pero pocos recursos. “Durante mucho tiempo no ganamos nada, laburaba como loco y ganaba mierda. Yo apostaba a largo plazo. Yo estaba laburando bien con los autos (Casero es mecánico), pero dejé todo por esto. Y empecé ganando menos de la mitad de lo que ganaba una maestra, en un tiempo donde estaba todo hecho pelota. No tenía plata para la nafta, tenía un Simca 57, me venía desde La Reja en tren”, recuerda Casero, y con cierta nostalgia se acuerda de cómo “escribí los primeros sketches en el Tren Sarmiento, viajando desde Moreno, en unos formularios que me regalaban de la escuela de La Reja, que estaban la mitad escritos. Y nos juntábamos en la casa de Fabio, un departamento de 18 metros cuadrados: dormíamos 6 personas, y dormíamos con gallinas, pollitos, todo para hacer un sketch de un mago de mierda…” Las locaciones eran todas propias, “filmábamos en el techo de casa, en el techo de Mex…”
Atada con alambre se construyó un programa que incluyó a los grandes talentos emergentes del humor argentino, gente que cambiaría el panorama de la comedia nacional para siempre: pasaron Capusotto, Alberti, Mex, Alacrán, Pablo Cedrón, Alejandra Fletchner, Mariana Briski, Iván Moschner, Vivian El Jaber… “Fueron y vinieron muchos nombres. Para algunos fue y sigue siendo de lo más importante que hicieron, otros no le dan bola a haber estado ahí”, dice Casero.
“Cha cha cha” fue un programa contracultural, de nicho, todavía lo es. Aterrizó en un panorama televisivo de humor chabacano disfrazado de popular, y trajo otros colores a la comedia argentina. “‘Cha cha cha’ nunca maltrató a una mujer, mientras en la televisión cinco tipos rodeaban a Anamá Ferreyra desnuda, y los productores nos decían que hagamos lo mismo a los Midachi”, dice Casero. Pero, advierte, no es que quería hacer un programa contra los programas de humor de la época: “Yo lo que quería era hacer, arrastrando a un montón de locos que también querían hacer: apostamos a eso”.
“Y nunca pensé que lo que hacíamos lo iba a ver la gente para siempre”, cierra, sorprendido por cómo ha perdurado el programa en el imaginario colectivo. “Está metido en la gente. Por eso, siempre va a haber ‘Cha cha cha’: esto del teatro es una celebración, pero también una muestra de que ‘Cha cha cha’ es una forma, cualquiera puede hacerlo. Es más, me gustaría ver otro Cha Cha Cha, hecho por otros”.
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