

Se viene una elección clave para la iglesia católica / AFP
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Desde los preparativos, que ya están en marcha, hasta el “Habemus Papam”. Todo lo que involucra esta ceremonia
Se viene una elección clave para la iglesia católica / AFP
Con el cortejo fúnebre que despidió al papa Francisco ya finalizado, y su cuerpo reposando en la iglesia de Santa María la Mayor en Roma, el trono de San Pedro se encuentra vacante y a la espera del comienzo del Cónclave que definirá al próximo Papa.
Con Francisco ya reposando, comienza ahora un período conocido como los "Novendiales", nueve días de luto en el que el cuerpo del Papa es mostrado a los fieles.
Es por eso que la fecha que pica en punta para el comienzo del Cónclave es el lunes 5 de mayo, o el martes 6 a más tardar. La ley vaticana estipula que deberá celebrarse en un plazo de 20 días, tiempo para permitir a los distintos cardenales para que lleguen a Ciudad del Vaticano y se instalen en reposo para reflexionar. Las votaciones se realizarán en la Capilla Sixtina.
Hay que recordar que desde el comienzo del Cónclave el aislamiento de los participantes de la elección del Papa debe ser total. Los cardenales votantes harán todas las mañanas en ómnibus el recorrido entre Santa Marta y el patio de San Dámado, desde donde se accede a la Capilla Sixtina.
Durante el cónclave, los cardenales electores se reunirán a puertas cerradas en la Capilla Sixtina para elegir al sucesor del papa Francisco, fallecido el lunes a los 88 años.
Allí se desarrollará la elección, regida por la constitución apostólica Universi Dominici Gregis, promulgada por Juan Pablo II en 1996. La fecha todavía no se fijó.
Los 135 cardenales electores -menores de 80 años- se trasladan a la residencia de Santa Marta en el Vaticano, donde se alojarán durante todo el cónclave.
En la mañana del primer día, los purpurados participan en una misa solemne en la basílica de San Pedro.
Por la tarde, ataviados con el hábito coral, se reúnen en la Capilla Paulina del Palacio Apostólico y en procesión hacia la Capilla Sixtina invocan la asistencia del Espíritu Santo.
Bajo la bóveda pintada por Miguel Ángel, los cardenales prestan juramento con la mano sobre el Evangelio.
Según un ritual heredado de la Edad Media, el maestro de ceremonia pronuncia la frase “extra omnes” (todos fuera). Las personas que no participan en la elección abandonarán la sala y, a continuación, se cerrarán las puertas. El objetivo es que los cardenales eviten las influencias exteriores.
Por sorteo, tres cardenales serán designados “escrutadores”, otros tres “infirmarii” como encargados de recoger el voto de los purpurados enfermos y tres más como revisores para comprobar el recuento.
Sentados juntos, los cardenales recibirán papeletas rectangulares con la inscripción “Eligo in Summum Pontificem” (“Elijo como Sumo Pontífice”) en la parte superior, con un espacio en blanco debajo.
Los votantes escribirán el nombre de su candidato a mano, “con caligrafía lo más irreconocible posible”, y doblarán la papeleta. En teoría, está prohibido votarse a uno mismo.
Cada cardenal se dirigirá por turnos al altar, sosteniendo su papeleta en el aire para que sea bien visible y pronuncia en voz alta el siguiente juramento en latín: “Pongo por testigo a Cristo Señor, el cual me juzgará, de que doy mi voto a quien, en presencia de Dios, creo que debe ser elegido”.
Depositará su papeleta en un plato y la deslizará en la urna frente a los escrutadores, se inclinará ante el altar y volverá a su sitio.
Los cardenales cuyo estado de salud o edad avanzada les impida acercarse al altar entregarán su voto a un escrutador, que lo depositará en la urna en su lugar.
Una vez recogidas todas las papeletas, un escrutador agitará la urna para mezclarlas, las transfiere a un segundo recipiente y luego otro los cuenta.
Dos escrutadores anotarán los nombres, mientras que un tercero los leerá en voz alta y perforará las papeletas con una aguja en el punto en el que se encuentra la palabra “Eligo”. Los revisores verificarán a continuación que no se cometieron errores.
Si ningún cardenal obtiene dos tercios de los votos, los electores procederán a una nueva votación. Salvo el primer día, se prevén dos por la mañana y dos por la tarde hasta la proclamación de un Papa.
Las papeletas y las notas tomadas por los cardenales se quemarán en una estufa cada dos rondas de votación. La chimenea, visible por los fieles desde la plaza de San Pedro, expulsará humo negro si no se logró escoger a ningún Papa y una fumata blanca en caso de una elección.
Tras tres días sin lograrse el nombramiento de un pontífice, la votación se suspenderá para un día de oración.
El cardenal elegido deberá responder a dos preguntas del decano: “¿Aceptas tu elección canónica para Sumo Pontífice?” y “¿Cómo quieres ser llamado?”. Si responde sí a la primera, se convierte en Papa y obispo de Roma.
Uno por uno, los cardinales expresan un gesto de respeto y obediencia al nuevo Papa, antes del anuncio a los fieles.
Desde el balcón de la basílica de San Pedro, el cardenal protodiácono anuncia “Habemus papam”. A continuación, aparece el nuevo pontífice e imparte su bendición “urbi et orbi” (A la ciudad y al mundo).
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