Un vínculo especial: historias de la realeza y los Juegos Olímpicos

La llama olímpica arde en París. Y nuestros amigos los “royals” se han dado cita, encendidos, para alentar a sus coterráneos, para ver y dejarse ver, para demostrar que están cuando se los necesita.

La realeza, como institución, se nutre de los mismos valores que priman en las competencias deportivas: sobreponerse a la adversidad, ser ejemplos del buen hacer, el amor por el país que representan y la habilidad para el juego en equipo. Pero, además, los Juegos Olímpicos tienen un componente especial, ya que el honor y la trascendencia son las aspiraciones fundamentales de un ganador y, por igual, de una dinastía gobernante. Será por eso que, como un espejo, muchos de los miembros de las casas reales no solo son espectadores entusiastas sino que incluso han competido y han ganado medallas.

Los Juegos comenzaron a realizarse en la ciudad de Olimpia, situada en el Peloponeso griego, a partir del año 776 a.c. y eran tan importantes que servían para establecer el calendario de la Antigua Grecia.

Filipo II de Macedonia fue el primer monarca en participar como atleta

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EL PRIMER MONARCA EN PARTICIPAR

Fue Filipo II de Macedonia el primer monarca en participar como atleta. El rey, que pasó a la historia por ser el padre de Alejandro Magno, demostró su valía al ganar el oro en la categoría de carrera de caballos en dos Juegos consecutivos: en 352 a.c. y en 348 a.c.

Habría que esperar hasta la era romana para tener un nuevo monarca olímpico. Fue el emperador Nerón quien participó en el 65 a.c. en un Juego. Lo sospechoso es que, según los registros, ganó todas y cada una de las pruebas en las que participó. Puede ser… pero nuestros ojos avezados en descubrir trampas de los gobiernos de turno hacen que dudemos de las proezas de un estadista megalómano y un poco turbado. Ejemplos de elecciones y trofeos “truchos” sobran.

La princesa Charlene en Sidney 2000

En el año 393 de nuestra era los Juegos fueron suspendidos y habría que esperar quince siglos para volvieran a celebrarse. En 1894, el barón de Coubertin creó el Comité Olímpico Internacional y logró que dos años después Atenas fuera la sede de los primeros Juegos Olímpico modernos, inspirados en aquellos de la antigüedad.

No pasarían muchos años para que los jóvenes miembros de las casas reales volvieran a entusiasmarse con participar. En Amsterdam 1928, el príncipe heredero del trono de Noruega, Olaf, fue el primer “royal” en ganar la medalla de oro. Lo hizo en la categoría vela. Años después reinaría como Olaf V y pasó su afición al deporte olímpico a su hijo, Harald, quien representaría a su país en 1964, 1968 y 1972 siendo, incluso, abanderado en las ceremonias de inauguración.

Harald es el actual rey y se lo suele ver como espectador en los eventos deportivos de invierno y de mar pero no parece haber podido trasmitir ese entusiasmo a sus hijos. Ni el príncipe heredero Haakon ni la princesa Marta Luisa han competido y ni siquiera se los ha visto aún por París. Veremos si la siguiente generación retoma el gusto por el deporte.

Aunque la familia real británica está en horas bajas y la enfermedad del rey y de la princesa de Gales los tiene un poco retirados en este verano boreal, no podemos decir que no hayan demostrado protagonismo en ediciones anteriores de los Juegos Olímpicos.

La princesa Ana en Montreal 1976

LA FAMILIA REAL BRITÁNICA

El rey Jorge VI fue, de hecho, quien proclamó la apertura de los Juegos de Londres en 1948 y, junto con la reina Isabel, su yerno Felipe y sus primos Kent siguieron las competencias desde el palco. La que se los perdió fue la princesa Isabel, ya que estaba embarazada de su primer hijo, el hoy rey Carlos III, y eran época en que una mujer en avanzado estado de gestación no podía mostrase en público.

La reina tendría revancha en 1976 cuando dio el discurso de inauguración en Montreal 1976, un certamen especialmente recordado por Su Majestad, ya que en él se presentó a competir por primera vez un miembro de la familia: su hija Ana en la disciplina de equitación. Fue un debut agridulce ya que la princesa real se cayó del caballo, sufrió una conmoción cerebral y quedó en el puesto 24.

Treinta seis años después, en Londres 2012, fue su hija, Zara Phillips, la que logró traer una medalla a casa, siguiendo la tradición de su madre pero también de su padre.

Mark Phillips no sospechó que de los Juegos Olímpicos de Munich, en 1972, se traería no solo una medalla de oro en equitación sino también una novia. Allí conoció a la hija de la reina de Inglaterra, se enamoró y se casó al año siguiente. Mark volvió a competir en 1988 y volvió a ganar pero esta vez perdió en el amor ya que pocos años después Ana y Mark se divorciarían.

Encuentro de reinas en París. La gran duquesa María Teresa, doña Letizia y la reina de los belgas

Aunque no volvió a saltar profesionalmente, la princesa Ana es la presidenta del Comité Olímpico Británico y miembro del Comité Olímpico Internacional (COI) y es quien hoy, junto con su segundo esposo, se encuentra en París alentando y siguiendo cada paso de los deportistas británicos que están en competencia.

Londres 2012 coronó de gloria a Gran Bretaña, pero no por el éxito de sus contrincantes sino por su original ceremonia de inauguración. Larga, incomprensible y un poco tediosa como la mayoría de ellas, tuvo un paso de comedia que hizo que valga la pena verla.

Los protagonistas fueron James Bond, interpretado por un apuesto Daniel Craig, y la propia reina Isabel II, interpretándose a sí misma.

La escena comienza cuando el agente 007 va a buscar a Su Majestad al Palacio de Buckingham para llevarla al estadio Olímpico donde tiene lugar la inauguración. Ella, ya vestida de gala y rodeada de sus corgis, saluda a Mr Bond y juntos caminan hasta el helicóptero que los transportará y desde el cual se tirarán en sendos paracaídas.

Federico X y la reina Mary encabezan la delegación de Dinamarca en París

Sabíamos todos que los que se tiraban eran sus dobles. La reina ya tenía 86 años y, además, por el cargo que ocupaba nunca hubiera encarado riesgos pero aun así, que se haya prestado a actuar y ser parte de una fantasía, fue encantador.

Cuando la reina, supuestamente recién “aterrizada” entró al estadio, la ovación fue unánime. Es hoy uno de los videos más vistos en YouTube y vale la pena recordarlo.

El príncipe Alberto de Mónaco con su trineo

Los entusiastas Felipe y Letizia

Si hay unos reyes a los que les entusiasma el deporte y en especial los Juegos Olímpicos es a Felipe y Letizia. Y ahí sí parece que la afición ha pasado de padres a hijos. La reina Sofía había estado en el equipo de vela compitiendo por Grecia en 1960 y el propio rey Juan Carlos participó en la misma categoría en Munich 1972, ambos con poco éxito pero con el honor de haberlo intentado. La infanta Cristina y el entonces príncipe Felipe siguieron sus pasos en Seúl 1988 y en Barcelona 1992, respectivamente, siendo ambos abanderados de España en las ceremonias de inauguración.

Los actuales reyes han estado presentes en cada acto y en cada grada apoyando al equipo español y, cuando tuvieron que regresar a España, dejaron dos embajadoras de excepción. Sus hijas, Leonor y Sofía, demostraron cuánto más cómodas se sienten en los actos informales y sin la mirada aguda de mamá y papá. Fueron a cada exhibición y hasta Sofía recibió el mote de “talismán”, porque si estaba ella presente, España ganaba. No tuvieron reparo en sacarse selfies y saludar a todo el mundo y, como suele hacer la reina Sofía, hasta se metieron en los vestuarios. Algunos medios presentes creyeron ver que en uno de esos encuentros hubo chispitas entre la princesa de Asturias y el tenista Carlos Alcaraz y sopesaron la posibilidad de que Carlitos sea el próximo rey consorte. El tiempo dirá.

LA PRESENCIA DE LOS ORANGE

Correteando por gradas y salones vimos también a los Orange, más “orange” que nunca, con sus uniformes en naranja y blanco iguales al de los deportistas olímpicos. Los reyes y dos de sus hijas, Amalia y Alexia, estaban aún en París al cierre de esta edición. Los vimos alegrarse, sufrir y aplaudir y continuar con la tradición de la familia de estar presente en cada Juego Olímpico.

Si hay una pareja olímpica dentro de la realeza es la del príncipe Alberto de Mónaco y su esposa, Charlene. Él no solo es miembro del COI sino que participó en las Olimpíadas de invierno en cuatro ocasiones: 1988, 1992, 1998 y 2002. El deporte en que es experto se llama bobsleigh y se trata de tirarse en trineo por la nieve. Posiblemente requiera menos entrenamiento que la natación, deporte en el que sí se destacó Charlene en Sidney 2000. Alberto y Charlene estuvieron en París con sus hijos apoyando a la exigua delegación monegasca y participando de congresos relacionados con el deporte. En estas actividades Charlene, cada vez más repuesta, siempre muestra su mejor versión. Se nota que el deporte es su vida.

En Amsterdam 1928, el príncipe heredero del trono de Noruega, Olaf, ganó el oro

LA REALEZA DANESA

Federico X y la reina Mary encabezan la delegación de Dinamarca. Grandes deportistas los dos y el rey, miembro del COI desde hace años, también han estado presentes en las tribunas. Más unidos que nunca, habrán recordado acaso que fue en el marco de una olimpíada, hace ya 24 años, donde se conocieron y nació el amor.

Los grandes duques de Luxemburgo, en sus últimos Juegos Olímpicos como monarcas gobernantes, han pasado toda la semana en París con hijos y nietos. Nos preguntamos si el gran duque Enrique seguirá siendo miembro del Comité Olímpico luego de que en octubre delegue funciones en el príncipe Guillermo. A juzgar por el entusiasmo demostrado, no creemos que “abdique” de su silla en el COI.

La infanta Sofía y la princesa Leonor con los tenistas Rafael Nadal y Carlos Alcaraz

Los reyes belgas también dijeron presente algunos días en París de modo que las únicas casas reales que hasta el miércoles pasado solo habían enviado buenos deseos a sus atletas fueron las de Suecia y Noruega.

Comienza hoy una semana de definiciones, de completar el medallero y de seguir viendo a reyes, reinas, príncipes y princesas decir “presente” en unos juegos que más que juego es para ellos una oportunidad única que demostrar que son los mejores embajadores que el sistema monárquico puede tener.