Luxemburgo: Guillermo, nuevo líder del gran ducado

Había una vez un reino en el que la población entera tenía trabajo y recibía un salario superior al de los reinos vecinos, en el que tenían garantizado el acceso a una educación y la salud; un reino con bajísima deuda externa y con un PBI tan alto que se consideraba a sus ciudadanos como los más ricos del planeta.

Pero… no debemos hablar en pasado. Ese reino, existe. Se llama Luxemburgo y pertenece a la Unión Europea. No es que sea perfecto ni tampoco que siempre haya sido así ya que, hasta la Segunda Guerra Mundial, sufrió invasiones y vaivenes políticos.

Se lo reconoció como estado independiente y con el nombre de Gran Ducado de Luxemburgo en el año 963 y por casi diez siglos tuvo que defender esa libertad frente a España, Países Bajos, Francia y Alemania que querían dominarlo.

Hoy es un país estable y uno de los centros financieros más importantes del mundo. Un paraíso por su nivel de vida y, también, un paraíso fiscal. Lo traemos a estas páginas porque es una monarquía parlamentaria que está viviendo uno de los momentos más trascendentales de los últimos años: el cambio de monarca.

En 1890 el gran ducado era propiedad de Guillermo III, rey de los Países Bajos. Cuando ese año el rey muere, su única hija, Guillermina, debía heredar el trono. Así lo hizo en su país pero en Luxemburgo existía la ley Sálica que establecía que las mujeres no podían reinar. Este “machismo” le vino de maravillas a los luxemburgueses: se independizaron definitivamente nombrando como gran duque reinante a un pariente de Guillermina, y comenzando así una nueva dinastía, la de la casa Nassau-Weilburg.

El gran duque Adolfo de Nassau-Weilburg, por suerte, tenía descendencia. El problema era que pasaban los años y el hijo mayor, el príncipe Guillermo, era reacio a casarse. Sus padres le insistían para que diera al gran ducado un par de herederos, necesariamente varones. Finalmente y ya pasados los 40 se decidió por María Ana, una princesa portuguesa que pasaba los 30 y aún estaba soltera. Solterona, para la época. La boda fue en 1893 y desde la misma noche de bodas los contrayentes se pusieron, con ahínco y dedicación, a la feliz tarea de fecundar. Antes de que se cumpliera el primer aniversario del casamiento, la gran duquesa María Ana ya había dado a luz. Era una niña, lamentablemente, pero ante la certeza de ser dos personas fértiles se propusieron insistir.

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¡Y vaya que insistieron! Año a año María Ana quedaba embarazada y año a año iba naciendo una niña. María Adelaida, Carlota, Hilda, Antonieta, Isabel y Sofía formaban un ramillete tan precioso como inútil desde el punto de vista dinástico. Podemos imaginar la desilusión del matrimonio y de toda la corte con que fueron recibidas las recién nacidas. Cuestión que, cuando en 1905, Guillermo y María Ana se convirtieron en grandes duques soberanos, no tenían un heredero varón y pocas ganas de seguir buscándolo. Esta vez, a falta de parientes a quien recurrir, optaron por cambiar la ley y su hija mayor se convirtió en heredera.

Descendiente de una de estas hermanas es Enrique, el actual jefe de estado, quien el martes pasado nombró a Guillermo, su hijo mayor y heredero, “Teniente-representante” y delegó casi todas sus funciones. Este cambio sorprendió a todos ya que Enrique y su esposa, María Teresa, no han cumplido aún los 70 años y gozan de buena salud. Se los ve activos y parecen felices con sus funciones. Como últimamente el paso al costado de los viejos reyes estuvo acompañado de algún que otro escándalo, alguna sospecha sobrevuela. Pero, en un reportaje que dieron padre e hijo, despejaron las dudas: Enrique seguiría siendo jefe de estado, presidiendo las fiestas nacionales y representando a Luxemburgo en el extranjero. Guillermo se ocupará del día a día, de la interacción con el gobierno y de la acreditación de los embajadores. Aportará, como hasta ahora, su experiencia en temas de desarrollo económico. El gran duque Enrique dijo que lo que quiere es pasar más tiempo con su esposa y disfrutar del tiempo libre. Tampoco es que hayan pasado su vida hombreado bolsas en el puerto pero se ve que quieren relajarse un poco.

Guillermo, de 43 años, dijo que quiere focalizarse en el desarrollo social y económico

¿Qué cambios podemos esperar? No muchos. Guillermo, de 43 años, dijo que quiere modernizar la web y las redes sociales del palacio y focalizarse en el aspecto del desarrollo social y económico. Guillermo está casado con una noble belga, la gran duquesa Estefanía, y tiene dos niños pequeños.

La gran duquesa saliente, María Teresa, tuvo una relación pésima con su suegra. La madre de Enrique no podía creer que su rubísimo hijo se casase con una cubana plebeya. ¿Cómo será ella ahora como suegra? ¿La dejará a Estefanía brillar?

Por lo pronto se las ve en sintonía. En el acto del martes pasado aparecieron las dos con sendos vestidos de la casa Natan, la preferida de María Teresa, nuestra Máxima y la reina Matilde de los belgas. Ojalá la joven Estefanía se atreva a diseños más juveniles y jugados en sus nuevas funciones como consorte.

Este nombramiento de Guillermo como Teniente-representante es, en Luxemburgo, el paso previo a la abdicación. Según las propias palabras de Enrique, comenzó esta semana el proceso para su retiro definitivo. Que tanto los entrantes como los salientes y el pueblo luxemburgués tengan el mayor de los éxitos en esta nueva era.

El gran duque Guillermo y su familia / Web