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Opinión |Editorial

Debe cortarse el nudo que ata al fútbol con el mundo del delito y la violencia

Debe cortarse el nudo que ata al fútbol con el mundo del delito y la violencia

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2 de Agosto de 2023 | 04:33
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El fútbol profesional argentino volvió a mostrar sus peores y más trágicas caras en las últimas jornadas, en las que se sumaron episodios lamentables protagonizados –claro está- por grupos de barrabravas, que en las últimas décadas lograron contaminar al deporte más popular del país con sus actitudes violentas, mafiosas y delictivas, sin que el Estado atine a reaccionar frente a un proceso que lleva mucho tiempo y que se agrava año tras año.

El incidente más penoso fue la muerte de un hincha del club Lanús, tras sufrir una grave herida de bala después de un enfrentamiento entre grupos de barras de ese club, ocurrido en la previa del partido ante Barracas Central, por la última fecha de la Liga Profesional.

Se registraron también por estos días graves incidentes durante el partido en el estadio Madre de Ciudades, en Santiago del Estero, entre la parcialidad de Central Córdoba y la llamada parcialidad neutral, aunque se supone que estaba integrada por hinchas del Atlético de Tucumán que era el equipo adversario.

Aquí no sólo la irracionalidad de unos pocos es el motivo del problema, sino, justamente, el eufemismo del fútbol profesional argentino que, para eludir la prohibición de permanencia de hinchas visitantes en los estadios, admite la “categoría” de hinchas neutrales. El incidente ciertamente bochornoso se inició cuando los barras de Central Córdoba identificaron a hinchas “neutrales” utilizando camisetas y banderas con los colores del equipo rival. El partido pudo reiniciarse luego de más de media hora, tiempo que demandó superar el conflicto.

Por su parte, y basándose en argumentos irracionales y carentes de asidero –como el de suponer que jugadores profesionales no ponen empeño deportivo- varios integrantes del plantel de primera de Vélez Sarsfield fueron amenazados de muerte por la barra, varios de los cuales pidieron después ser transferidos a otro club por un episodio en el que, también, amenazaron a sus familias.

El nudo de la violencia en el fútbol está en haberse permitido el señorío y el creciente poder de grupos de delincuentes que utilizan al deporte como excusa para ganar dinero mediante extorsiones, robos y toda clase de modalidad delictiva. También, como “anexos” para ofrecerse como mano de obra para aprietes mafiosos y otras modalidades delictivas. Entre ellas para darse el lujo de colocar ingentes sumas de dólares -cuyo origen nunca se explica e investiga- en mesas de dinero u otras inversiones.

Si los barrabravas siguen operando, si se han expandido y actúan adentro, afuera y lejos de los estadios es porque las autoridades de las distintas jurisdicciones se lo han permitido. Bien se conoce que también se los favorece con turbias componendas como, por ejemplo, las de viajar como “turistas” –a costo vaya a saberse de quién- con abonos y estadías pagas a campeonatos mundiales o sudamericanos de fútbol en sedes muy lejanas. Convertidos, claro está, en indeseados embajadores del país.

Barrabravas que disparan bengalas asesinas en los estadios. Que ingresan a las canchas con armas de fuego, que no pagan entradas, que explotan los estacionamientos y muchos puestos de comida- Que se han enseñoreado en el fútbol y más allá del fútbol. Barras a quienes se les ha permitido que ellos mismos sancionen la ley de la selva con la que se manejan. Todas razones, incluso, para que se peleen entre ellos.

En nuestro país debería impulsarse, de una vez por todas, la decisión política de extirpar de raíz el accionar de los barrabravas, tanto en los estadios como en otros lugares en donde suelen prestar, como se sabe, “servicios especiales” y en donde cuentan con inexplicables respaldos de personas “influyentes”. ¿Cuántos muertos y heridos más necesitarán las autoridades responsables para frenar este fenómeno? Si el nudo es complejo de desatar, se lo debe cortar.

 

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