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El músico egresado de la UNLP dice que le genera “estremecimiento” haberse convertido en el veterano de Les Luthiers, la “empresa” cincuentenaria que a pesar de la incertidumbre y las pérdidas logró resistir a la pandemia. A fin de mes vuelven a La Plata con sus “Viejos Hazmerreíres”
María Virginia Bruno
vbruno@eldia.com
Desde su última visita a La Plata, en junio de 2018, pasaron muchas cosas más que lo que el tiempo dice que fueron casi cuatro años: una pandemia, que paró en seco la factoría cincuentenaria de Les Luthiers, poniendo en pausa los compromisos en el país y más allá; la pérdida de uno de sus fundadores, el magnético Marcos Mundsctock; y una lenta reactivación que, recién este año, volvió a aceitar la maquinaria que se puso en marcha en enero, en Europa, donde recorrieron, con entradas agotadas, 16 localidades españolas, en el marco de un gira postergada por el COVID-19.
Por eso, dirá Carlos López Puccio, quien, con sus 75 años, se convirtió en el veterano de este celebrado grupo de humoristas-músicos-actores (Jorge Maronna perdió el título por apenas 2 años), no se pueden quejar porque si bien “el camino para este regreso no fue fácil”, se consideran “unos afortunados por haber podido reconstruir lo que se había roto y que estuvo a punto de no poder ser reparado”.
Integrado además por Roberto Antier, Tomás Mayer Wolf, Martín O’Connor y Horacio Tato Turano -actuando como reemplazantes Pablo Rabinovich y Santiago Otero-, Les Luthiers traerá a La Plata sus “Viejos Hazmerreíres”, una recopilación de sus obras más aplaudidas que, hilvanadas con su “Radio Tertulia”, mostrarán versiones de “Las majas del bergantín” (zarzuela náutica), “Quién mató a Tom McCoffee” (música en serie), “Loas al cuarto de baño” (obra sanitaria) o “Pepper Clemens sent the messenger, nevertheless the reverend left the herd” (ten-step), entre otras.
En una entrevista exclusiva con EL DIA, López Puccio, que mantiene un vínculo especial con nuestra ciudad, por haber sido la ciudad en la que se formó en Dirección Orquestal, se refirió a las presentaciones que ofrecerán en el Coliseo Podestá el 29 y 30 de abril y el 1 de mayo; una entrevista que se realizó vía correo electrónico pero que, pese a la solemnidad de las líneas, deja al descubierto su gran sentido del humor.
“Bellas Artes fue como el pueblito de nuestra zamba Añoralgias: a la vez una adorable calamidad y alma mater”
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-Algunos “atrevidos” se animaron a decir que con Jorge no iban a soportar la exigencia de la maratónica gira por España. ¿Cómo atravesaron esa experiencia?
-Yo, con mi galanura y elegancia habitual. El pobre Jorge hizo lo que pudo.
-¿Con qué podrías comparar el regreso a los escenarios después del parate por la pandemia?
-Hay unas cuantas imágenes poéticas que se me ocurren: fieras enjauladas a las que abren las puertas de sus cautiverios; colas de hambrientos en el Detroit de 1930; jauría de perros salvajes famélicos que huelen a lo lejos un yacimiento de alimento para mascotas. O tal vez, la mejor, un grupo de buenos músicos y humoristas a quienes se permite retomar su oficio de divertir y divertirse.
-En algún momento del 2020, sobre todo cuando el panorama parecía cada vez más desalentador con respecto al COVID-19, ¿llegaron a pensar en la posibilidad de no regresar a los escenarios?
-Sí. El camino para este regreso no fue fácil. Hubo que soportar dos años con nuestra pequeña empresa detenida y con sólo pérdidas, a la espera incierta de poder ponerla nuevamente en funcionamiento.
Pero no quiero victimizarnos, muchísima gente en el mundo pasó por cosas decididamente peores a raíz de la pandemia. Somos unos afortunados por haber podido reconstruir lo que se había roto y que estuvo a punto de no poder ser reparado. Somos unos afortunados por saber que hay mucha gente, cómplices de nuestro humor, que vendrán a concelebrar este regreso a La Plata.
-En 2018, charlamos sobre lo que significó la partida de Daniel Rabinovich. Y ahora, inevitablemente, tengo que preguntar por la de Marcos. ¿Cuánto te ha afectado a nivel personal esa pérdida?
-El dolor no puede ser cuantificado; la pérdida de Marcos me afectó mucho. Pero respondiéndote a nivel personal, como preguntás, la relación entre Marcos y yo se había estrechado desde que falleció Daniel. En cierto sentido la muerte de Daniel nos unió aún más, con lo cual la partida de Marcos tuvo un peso todavía mayor.
-La de Marcos era una presencia muy fuerte en el escenario, como también la había sido la de Daniel, ¿los sienten presentes en cada función?
-Marcos y Daniel fueron muchas cosas para nosotros: compañeros, amigos, hermanos, socios, coautores... El espectáculo que llevamos a La Plata, “Viejos Hazmerreíres”, fue escrito codo a codo con ellos y actuado por los cinco. Naturalmente, su sello y su recuerdo están siempre presentes.
-En los últimos años, ha habido una renovación de integrantes en el grupo. ¿Qué le han aportado al conjunto estas nuevas generaciones de artistas?
-No quiero caer en el lugar común de que “la juventud siempre aporta”, pero en el caso de ellos la diferencia etaria es iluminadora para los “viejos”. Así que debo decirte que: “la juventud siempre aporta”.
-Por acumulación de años, o de experiencias, ahora te toca ser el veterano del grupo. ¿Cómo te sienta este nuevo título que le ha sido concedido por la ley de la vida?
-Con cierto estremecimiento. Si fuera legislador presentaría un proyecto para modificar esa “ley de la vida”.
-Hace tiempo dijiste que es uno de los que sí quiere jubilarse en el escenario, ¿seguís pensando lo mismo?
-Sí, mientras el cuerpo no se obstine en llevarme por otro camino.
-Eligieron La Plata para abrir la gira por Argentina, una ciudad con la que tiene un vínculo especial, por su formación académica. ¿Tenés algún recuerdo particular sobre aquellos años?
-Innumerables y entrañables, por supuesto. Tengo un gran cariño y un recuerdo casi mítico por La Plata y en particular por Bellas Artes, que para mí fue como el pueblito de nuestra zamba Añoralgias: a la vez una adorable calamidad y alma mater. Para nosotros, los jóvenes de aquel entonces, lo importante no era la limpieza, ni lo molesto de la agitación política, ni los paros, sino su gente, su cuerpo maravilloso de profesores, y sobre todo la intensidad de lo vivido y aprendido junto a mis condiscípulos a partir de los dieciocho años.
-¿Cómo ha sido vivir esta especie de doble vida entre la música “seria” y Les Luthiers? ¿Ha sido divertido saltar de una y otra faceta, como una especie de Dr Jekyll y Mr. Hyde?
-Jekyll y Hyde tenían algo muy importante en común, su cuerpo y especialmente su cerebro. Un hardware que sin duda les permitía cosas a ambos que tal vez otra persona no podría realizar.
Con mis “Jekyill-Hydes” siento que hay algo análogo: más allá de cuál sea la personalidad activa en cada momento, siempre seguí siendo músico, perfeccionista, obsesivo y algunas cosas más. He sido músico serio y músico-humorista. Ambas cosas, con las mismas posibilidades, las mismas ansias de perfección... y las mismas limitaciones para alcanzarla.
“La muerte de Daniel nos unió aún más, con lo cual la partida de Marcos tuvo un peso todavía mayor”
-En Les Luthiers has aportado tu sabiduría musical pero, ¿hay algo que hayas usado de Les Luthiers para poner al servicio de tu otra faceta más clásica?
-Mi actividad más destacada como músico “clásico” fue el trabajo de cuatro décadas con el Estudio Coral de Buenos Aires, un grupo multipremiado cuya especialidad era la vanguardia coral y que pese a lo arduo de su repertorio -creo yo- nunca aburrió. Siempre mis ensayos fueron divertidos, nada solemnes y cada cual podía aportar libremente su cuota de humor. Luego, en los conciertos, normalmente yo hacía comentarios sobre la obra a escucharse, introducciones que trataban de ser desempacadas y divertidas. Estos comentarios, a menudo mechados con algún chiste, eran siempre bienvenidos cuando luego venía un monstruo musical de lenguaje complejo o extraño. Creo que con mi humor (que, claro, está muy vinculado a mi vida en Les Luthiers) siempre logré que el público se relajara y escuchara con mejor atención: sin el esfuerzo que significa ponerse en supuesto trance criptológico ante “la obra de Arte”.
-En los shows de Les Luthiers hay mucho público adulto pero también muchos adolescentes, jóvenes y hasta niños, ¿qué es lo más entusiasmante de tener un público universal?
-Siempre nos hemos jactado de que el humor de Les Luthiers es multicapa. Hay niveles de mensaje que cada quién percibe según su historia, su sensibilidad, su formación y, claro, su edad. Pero lo importante es que hay humor para todos.
-¿Han tenido una presión mayor por mantener este sello a lo largo del tiempo?
-Nunca fue difícil sostener esta diversidad; en el grupo de los cinco “históricos” el aporte de cada uno, con sus distintas personalidades, producía naturalmente ese resultado.
-En sus espectáculos, no necesitan demasiado para hacer reír, más que algunas palabras justas y bien hilvanadas (además de unos maravillosos artefactos musicales). ¿Se podría decir que han dedicado este medio siglo a hacer culto de la palabra, de una palabra bien usada y puesta al servicio del humor?
-Se podría, pero creo que no sería suficiente. Me parece que lo justo sería adjuntar a esa descripción -verdadera, sin duda- otros elementos que son esenciales para describir el “género” Les Luthiers. La palabra es esencial en nuestro humor, pero también lo es la presencia indisoluble de la música, que no es música de fondo sino un aspecto más y activo de la totalidad. Luego, claro, están esos instrumentos paródicos, algo así como el dibujo daliliano del quehacer musical, y unos cuantos agregados no menos valiosos: lo actoral, lo mímico, lo paródico...
-Sabemos que el límite de Les Luthiers a la hora de hacer humor es el sufrimiento de la gente, ¿qué pasa cuando ve que otros lo cruzan como decisión artística? ¿Se puede juzgar o se puede, simplemente, no consumir?
-Cada individuo es dueño de consumir lo que le agrada, el consumo no está penado. Si un artista (sea o no humorista) cruza límites que yo no cruzaría y su público le responde, se tratará de un acuerdo entre partes -que para mí es sagrado si se realiza con plena libertad de ambos-, una sociedad de la que, simplemente, yo no formaré parte.
-Mucho se ha hablado sobre lo sucedo en los Oscar, ¿tenés algún análisis al respecto?
-Como bien decías, el límite de Les Luthiers a la hora de hacer humor es que no haya sufrimiento. Aún a precio de resignarnos de tanto en tanto a eliminar ciertos chistes que a nosotros nos gustan: preferimos no incluirlos si hieren. El ejemplo del Oscar es útil: hubo alguien herido, para colmo públicamente. Y sin entrar a valorar lo deplorable de que la reacción haya sido violenta, nosotros habríamos evitado hacer un chiste donde hubiera alguien que sufra por él. Sobre todo alguien que está enfermo.
Les Luthiers se presentará en el coliseo el 29 y 30 de abril y 1 de mayo
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