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Alejandro Castañeda
Alejandro Castañeda
A Nora Dalmasso y María Marta García Belsunce las une algo más que el crimen. Los dos asesinatos echaron sombras sobre sus vínculos más cercanos. Sus esposos estuvieron siempre en primer plano, arrimando sospechas y coartadas. Hoy, mientras Carrascosa está disfrutando de su costosa libertad, Macarrón, acusado de autor intelectual, pelea por su inocencia.
Hay puntos comunes en estas dos historias. No sólo por la edad y la figuración social de las dos señoras. También el country, la intimidad violada y la instrucción chapucera, emparentaron los casos. Los detectives siguieron el rastro de albañil confianzudo y vecino violento. Y desembocaron en los dos cónyuges. Y hay más: móviles ausentes, ADN esquivos, sospechas cruzadas, muertes en días feriado, matadores que no roban nada, puertas sin llave y esposos que apelaron al golf y al fútbol como coartadas.
Cinco balazos para María Marta y un lazo fatídico para Nora. En los alrededores, un marido que culpó a la víctima por torpeza a la hora del aseo y otro que salió a buscar algún violador furtivo para dejar a salvo el lecho nupcial. Y hay más coincidencias: María Marta llegó a la muerte en bicicleta y Nora la esperó como la coqueta dueña de casa de un hogar cordobés que, antes de esa noche de tormenta y seda, podía repetir aquello de la casa está en orden, aunque la cama no tanto.
En aquella noche fatal, entre relámpagos y reproches, las caricias le hicieron lugar a los nudos
Los hijos no dudaron en dejar mal parada a la mami con tal de poner a salvo al padre
Lo de María Marta ya quedó atrás. Pero es lo de Norita lo que retornó con toda fuerza estas semanas. Falta de pruebas concluyentes reabrieron viejas ventanas y sus hijos lanzaron un contraataque abierto contra un amigo de la casa que al parecer tenía acceso a todas las dependencias. Ellos no dudaron en dejar mal parada a la mami con tal de poner a salvo al padre. Los dos crímenes derramaron manchas sobre sus seres cercanos. Los hijos de Nora no dudaron en ubicar a su mamá en la riesgosa cercanía de un empresario cordobés que siempre la miraba con ganas. Y los familiares de María Marta prefirieron insistir hasta donde pudieron con las malas costumbres de esa mujer descuidada que en plena ducha fue asesinada por sus canillas. Son hipótesis cargadas de horror y caprichos que en principio trataron de aliviar el infierno de un marido que se tragó lo de los pitufos asesinos y de otro que prefiere ser calificado como cornudo distraído con tal de no ser acusado por alquilar un asesino que antes de consumar su encargue, gratis o ad honorem, disfrutó de casa y señora por el mismo precio.
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El juicio empieza a mostrar contornos turbulentos. Los rumores le suman suspicacia al proceder de esa señora predispuesta que murió con escenografía y vestuario de amante. Parece que lo de la infidelidad mutua tenía consenso matrimonial (hasta la madre de Nora lo insinuó) y que lo de Norita aquella noche fatal empezó siendo una relación consentida, pero después, entre relámpagos y reproches, las caricias le hicieron lugar a los nudos. La ausencia de resistencia suma interrogantes. El hallazgo de dinero en la mesa de luz, descarta lo del robo. Algún cruce de llamadas con el hijo permite deducir que Nora esa noche esperaba una visita, que se la imaginó romántica y acabó en tragedia. Y hasta se especula que el que le hizo el amor no es el que la mató, que uno anduvo abrazando y otro ahorcando.
Al final, los más cercanos son los peores. La mayor parte de los abusos se originan en el círculo íntimo. Lo dicen los políticos y las estadísticas. La perversión se alimenta de cercanías. Lo de María Marta y Norita confirma que el diablo vive en las vecindades.
Y esta semana, el clima le puso marco alegórico a la crisis presidencial. Hubo alerta amarilla en la orilla del río y en la zona de la Casa Rosada. El temporal venía avisando y cada sector aprovechó los actos del 24 para alistar tropa y slogan a la sombra de la democracia. Cristina hizo silencio. El glaciar le enseñó que el encanto está en saber desprenderse sin dar señales y con estrépito. Hoy, mientras muchos aguardan el derrumbe, el Instituto Patria alista sus granaderos. El desenlace de María Marta y Norita debería enseñarle al presidente Fernández que los más peligrosos son los que primero abrazan y después ahorcan.
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