Lisandro Aristimuño: de casi quebrar, a un renacimiento empático y de bolsillo

El cantautor rionegrino Lisandro Aristimuño (43) se armó una trinchera musical en plena cuarentena por la pandemia en la que, solo en su estudio, empezó a hurgar en su repertorio buscando aquellos temas “de cantautor” a los que intervino, con sus violas y sus máquinas, para pasar el tiempo, entrenar la voz y alejar los fantasmas de la ausencia de escenarios: el máximo terror de los artistas independientes. El resultado fue “Set 1”, una propuesta íntima y unipersonal, que rebota entre lo acústico y lo electrónico, un formato de bolsillo y empático, sobre todo posible en medio de la crisis sanitaria y económica, y con la que este sábado se presentará en el Coliseo Podestá. Charlamos con él.

-Venís a La Plata desde tus inicios, ¿tenés un vínculo especial con nuestra ciudad?

-Desde que vivía en Viedma, La Plata es una ciudad especial porque tuve muchísimos compañeros de secundaria que se fueron a estudiar allá. Incluso he ido a visitar a muchos amigos viviendo en Viedma, antes de que me fuera a vivir a Buenos Aires. Tengo muchos amigos, de hecho, el baterista de mi banda, Martín, es de allá. Es hermoso tocar allá porque, al ser una ciudad universitaria, te cruzás con mucha gente del país, sobre todo del Sur. Es como un modo de unir todo.

-Incluso has colaborado con varios músicos de La Plata y otros artistas a los que desde tu proyecto, Música Sin Fines de Lucro, le das un generoso espacio de difusión. ¿Por qué lo hacés?

-MSFL es un proyecto mensual (básicamente, comparte en su web canciones que elige de las que le mandan artistas de diferentes partes del país y del mundo) que arrancó en 2013 pero quizás en los últimos años tuvo más repercusión. Me parece que la música tiene que tener eso también porque nos da tanto y nos ayuda tanto a vivir que siempre hay que estar brindándole cosas y una de las formas de hacerlo es acompañar a otros colegas que por ahí no tienen la misma repercusión o que por ahí están arrancando. Y si se puede dar una mano, buenísimo.

-Desde tus inicios, decidiste recorrer el camino por la autogestión. ¿Por qué lo elegiste?

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-Desde el principio lo sentí así, sentí que mi música lo quería. Me parece que es algo personal, algo humano, de mi ser, de mi corazón. No quería ser parte de una multinacional. Adoro tanto la música, me gusta tanto, y aparte de ser músico son un melómano y colecciono discos y estoy todo el tiempo escuchando, que me parecía que la manera más pura y más digna era ser independiente y autogestivo… Me encanta tener mi propio sello, mi productora. Es como una rueda: todo lo que generás lo volvés a invertir en vos. Me siento súper cómodo, me siento más libre, no tengo que pedirle permiso a nadie, ni pelear por una idea, sea la tapa de un disco o un lugar al que quiero ir a tocar.

-También sos el dueño de tus tiempos, nadie te dice cuándo tenés que hacer un lanzamiento y cuándo no.

-Eso sobre todo. Uno cuando hace música no sabe cuándo le van a venir las canciones, y conozco muchos casos de discos que están sacados a las apuradas porque el contrato se los dice. Eso me parece antinatural. Me ha pasado de hacer dos discos en un año: en 2004 hice “Azules turquesas” y en 2005 saqué “Ese asunto de la ventana” con 15 canciones. O sea, imaginate que en un año tuve mucha inspiración. Y nadie me dijo que no, que esperara.

-¿Cómo viviste la parte más restrictiva de la pandemia sin poder salir a tocar?

-Tuve mucho miedo, mucha fobia, me agarró terrible. Casi cierro el sello, incluso, estuve al borde de la quiebra. Fue tremendo. Pero por suerte renació. Pude soportar gracias a SADAIC (risas) y la composición de mis canciones y con eso la pude mantener. Si hubiera pasado más tiempo no sé si lo podría haber hecho. Pero de a poco se fue reabriendo todo y pude volver al ruedo con este formato, “Set 1”, que surgió un poco también de ahí.

“A finales de mayo me voy a España con ‘Set 1’. Después de la pandemia, es como un regalo hermoso”

-Porque no se podían juntar con la banda a ensayar...

-Claro. Entonces, para no ponerme mal y no bajonearme, me iba todos los días a mi estudio solo. Empecé agarrando una viola, después otra, después una máquina y medio que me armé como una especie de cuna, como un bebé, lleno de juguetes alrededor y de repente entró mi manager una tarde y me dijo “qué bien suena, esto es un show”. Yo en realidad iba a entrenar, a no perder la voz, y él me dijo “es un concierto alucinante”. Así que surgió de la pandemia.

-El set tiene temas de todos tus discos, desde “Azules turquesas” hasta el flamante “Criptograma”. ¿Cómo elegiste las canciones?

-Son canciones que nunca toco con la banda porque a veces prefiero a la banda tocando cosas más fuertes. En este set, agarré las canciones quizás más de cantautor, más de guitarra y voz. Y después le empecé a meter máquinas y quedó un show súper electrónico. Yo pensé que iba a ser medio Silvio Rodríguez (risas) pero no, mutó a algo electrónico y a veces se arma algo medio electrónico dance. Y utilizo mucho eso. Me gusta hacer un paralelismo y decir que el show suena como un “Bocanada” de Cerati, medio electrónico y acústico a la vez.

-¿Te sentís cómodo con el formato? ¿Lo vivís como un regreso a las fuentes?

-Es volver al origen sí, y también lo que tiene de lindo es que como estoy solo, sentado en una silla, y rodeado de máquinas y de guitarras, la gente toma más protagonismo. Es como que la gente te ve solo y quiere participar más. Cantan mucho, están todo el tiempo compartiendo, más conectados. Quizás como el show con banda es más “de circo”, vas a ver algo. Y esto es como estoy al lado tuyo, cantando.

-Estás despojado, solo con tus instrumentos, siendo parte de un formato de los “posibles” en esta era pandémica.

-Después de la pandemia es muy difícil llevar de gira a una banda grande. Entonces, quise ir de a poco y no poner trabas en el camino, con gastos para un grupo de diez personas, entre alojamiento, comida. Entonces, también pensé en eso. Y ahora somos cuatro, yo en el escenario, el sonidista, mi manager y el iluminador y nada más. Me pareció que estaba bien puesto y equilibrado para lo que sucedió. No dar más de lo que pasa. Y también ayudar a los productores a que puedan llevarme a sus ciudades.

-Es ponerte un poco en el lugar de todos, no sólo en el productor sino también en el del público, que es el que termina pagando en las entradas todos esos gastos de más.

-Exactamente, me entendiste perfecto (risas).

-Algo de esto, de la necesidad de volver a humanizar los vínculos, aparece en “Criptograma”, editado en 2020. ¿Es un disco que ya estaba preparado antes de la pandemia?

-Sí, lo tenía compuesto pero lo terminé en la cuarentena. Incluso me acuerdo que me quedó el rígido con todo el material en el estudio y era la época en la que no te dejaban ni salir, ¡no podía ir a buscarlo, no lo podía ni traer! Con la banda nos quedó pendiente la presentación en vivo. Extraño mucho tocar con la banda, que no se disolvió ni nada por el estilo. En algún momento volveremos.

-De ese material sonó mucho “Comen” junto a Wos, uno de los referentes actuales de la música urbana. ¿Cómo nació esa colaboración?

-Me encanta lo que hace, me parece súper atractivo, lindo y novedoso. Me gusta como escribe. En realidad lo conocí por mi hija (Azul, 10 años), me dijo “papá, escuchá este tema, te va a gustar”. Y ahí lo conocí, empecé a indagar en él y dio la casualidad que compartimos manager y yo no sabía. Él me dijo que Wos me escuchaba y que me admiraba, yo no lo podía creer. Le mandé el tema, se copó y salió. Me mandó su parte de la voz para la canción, escribió él esa parte, o sea que es una coautoría, y me encantó cómo quedó. Estoy súper agradecido a Wos. Es el día de hoy que todavía no nos vimos en persona. Todo fue teléfono y WhatsApp.

-¿Qué sentís sobre el hecho de que tu nena de diez años te haga conocer música nueva?

-Está re bueno. La música es una forma de compartir con ella. Yo no soy futbolista, por decirte algo, soy músico y el canal más grande que tenemos, el amor, es la música. Entonces, estamos todo el tiempo escuchando o cantando. Ella me muestra bandas, yo también. Y es nuestro juguete. Ahora está muy copada con la música coreana, en particular una banda de chicas que se llama Blackpink. El otro día me mostró un video con una producción increíble y quedé como “guauu”. Lo primero que pensé fue ¡cuánto dinero (risas)! Mi hija está re copada y ese mundo también está en mi casa.

-¿Cómo sigue tu año?

-A finales de mayo me voy a España con “Set 1”, vamos a estar por Barcelona, Madrid, Valencia. Vamos a alquilar una combi y nos vamos a ir por todos lados. Después de la pandemia, es como un regalo hermoso. Y también lo produce Viento Azul, mi productora, o sea que también es como un logro.