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EZEQUIEL FERNÁNDEZ MOORES
Seamos serios. Todos sabemos que hoy es impensable imaginarse a Boca y a River compartiendo estadio. No porque suene ridículo. Dista de serlo. El fútbol internacional tiene varios casos de vecinos archirrivales que comparten escenario. Pero es impensable aquí porque River y Boca primero tendrían que aprender a convivir de modo más civilizado. Aprender a definir sus partidos en la Bombonera o en Nuñez, no en Madrid, y mucho menos ante el Tribunal suizo del TAS, que todavía debe fallar sobre la validez de la última final que la Conmebol mudó al Bernabéu. Increíble que, con todo todavía tan fresco, Boca y River tal vez puedan tener que enfrentarse nuevamente ya en octavos de la Libertadores actual.
Fue el presidente de River, Rodolfo D’Onofrio, quien reabrió el debate del estadio único en un programa de la TV chilena. Levantó tanta polvareda que, al rato, debió hacer aclaraciones en distintos programas de la TV argentina, mientras en Boca, que atraviesa año electoral, rechazaban todo. D’Onofrio le atribuyó la iniciativa al propio presidente de la nación. Pobre Mauricio Macri, que tan pocos problemas debe atender hoy en día. Algunos no le creyeron a D’Onofrio y hablaron de chicana política, pero basta revisar los archivos. Fecha: 17 de agosto 2006. Entrevista con Radio 10. Macri era presidente de Boca. Le pedía disculpas a Independiente porque tenía pocas entradas para darle a los hinchas del Rojo, lamentaba la capacidad insuficiente de la Bombonera y agregaba textual: “Yo sigo fantaseando con hacer junto a River un estadio único, más moderno y con mayor cercanía, para no alejar al espectador”.
Es cierto, es impensable imaginar hoy un estadio único para River y Boca. Y no solo por el fuerte momento de actual tensión entre ambos, sino también porque Boca jamás aceptaría irse a territorio rival, al terreno que River codicia desde hace tiempo cerca de la exESMA (terreno, además, bajo sospecha judicial de que allí estén enterrados desaparecidos). Lo que no es una herejía, en un fútbol cada vez más comercializado, es el debate sobre la necesidad de renovar estadios que, exagerando apenas un poco, tienen casi un siglo de vida. En los estadios modernos se va al museo, al restaurante y al shopping. Y en los palcos VIP se reúnen señores poderosos que suelen formalizar allí buenos negocios. Tiene poco que ver con el fútbol, claro. Pero la pelota siempre sirvió a muchos como una buena excusa. El último miércoles, a la misma hora que River y Boca discutían por un estadio único, Manchester United recibía a Manchester City por la Premier League. Old Trafford es un templo viviente. El Etihad, del City, es en cambio un estadio mucho más moderno. Están a siete kilómetros de distancia. No hay proyecto allí de estadio único.
El ejemplo más claro del estadio propio como generador de nuevos negocios lo ofrece Juventus. Compartía estadio con Torino, hasta que se decidió a tener casa propia. Sus ingresos se multiplicaron. Lo mismo afirma Atlético Madrid con su nuevo Wanda Metropolitano, que será escenario de la final de la Champions. ¿Y la maravilla que construyó Tottenham? Por algo está también Real Madrid anunciando también su proyecto de nuevo gran estadio multiuso. Es inevitable, me dicen desde España, que también Barcelona se vea obligado a seguir el camino y a remodelar sí o sí el Camp Nou. ¿Pasaría aquí lo mismo? ¿Podrían mantener River y Boca sus estadios viejos si el archirrival reforma el suyo? En rigor, nadie se opondría a la remodelación. La polémica, en nuestro caso, apunta a la posibilidad de demoler la Bombonera (acaso el estadio mito aún vigente del fútbol mundial) o el Monumental. A mudarse a otro terreno, a dejar “Tierra Santa” y animarse a tener una casa completamente nueva. Y, más aún, una casa que llevará tal vez nombre de una marca comercial. Y que ya no será “estadio”. Le diremos “Arena”.
Las historias no son lineales. En La Plata, la política imaginó años atrás un Estadio Unico como proyecto de modernidad. Pero allí está Estudiantes de La Plata ya cerca de presentar su nuevo estadio en 1 y 57, apenas un poco más amplio (algo más de 25.000 personas), pero con toda la modernidad del caso, paseo gastronómico, gimnasio, salón de eventos y “naming” (nombre comercial) incluídos. Y, además, con el riesgo que significa endeudarse en dólares en un país como Argentina. Hace diez años, cuando Racing estaba intervenido, un inversor extranjero advirtió que Independiente tenía su cancha a cien metros y propuso estadio único. Le respondieron que no entendía nada del fútbol argentino. Una cara diversa es San Lorenzo. Por un lado está el Nuevo Gasómetro construido en 1993. Por otro, la vuelta a Boedo, fortalecida en estos días porque Carrefour, obligado por ley, anunció a sus empleados el cierre en mayo de su sucursal de Avenida La Plata. Todo un desafío, también, para un club recientemente sancionado porque no pagó a tiempo los salarios de sus jugadores. ¿Conseguirá acaso dinero para construir otra vez un estadio nuevo?
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