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Información General |Un clásico de fin de año

Muñecos: vuelve la fiesta de los barrios con el desafío de sostener la tradición

Haciéndole frente al pronóstico meteorológico, que anuncia varios días de lluvia para el último tramo del 2019, el armado de 63 muñecos cambia la rutina en los barrios platenses.

Omar Giménez
ogimenez@eldia.com

29 de Diciembre de 2019 | 02:06
Edición impresa

Franco Itri tenía 11 años cuando armó su primer muñeco. Trece años después, las vísperas de fin de año lo encuentran en la misma esquina de 25 y 55, trepado a una alta estructura, dando los toques finales a un nuevo momo, que representa a un muñeco de nieve, para despedir al 2019. Alrededor de Franco están muchos de los miembros del grupo que desde hace más de una década se dedica a hacer los momos del barrio.

“Crecimos juntos”, dice Franco, “al principio jugábamos al fútbol en el Parque San Martín y el armado del muñeco era una actividad más. Pero con el paso de los años el estudio y el trabajo hicieron que empezáramos a compartir menos cosas y entonces el muñeco se hizo más importante. Porque la semana previa, que es aquella en la que se hacen más intensos los trabajos, es siempre la que más se comparte. Se está en el muñeco todo el día. Incluso algunos de los amigos se casaron, se fueron del barrio, pero para armar el muñeco vuelven. Y hasta un compañero que está en el exterior participa a la distancia y, en esta etapa tan cercana a la quema, le tenemos que mandar fotos y videos todos los días de cómo va avanzando la cosa”.

Franco Itri habla de los amigos que lo acompañan en la tarea, como Leonardo Perla (25), Rocco Repucci (15), Agustín Malascio (26) y -a la distancia- Roberto Morales (30). Todos los cuales hicieron del muñeco de fin de año, una costumbre sostenida a lo largo de los años. Como miles de platenses.

El de Franco y sus amigos será uno de los 63 muñecos que arderán apenas pasada las 24 del martes, según el listado elaborado por la comuna platense. De la mano de cada una de estas iniciativas se renovará la fiesta de los barrios, con las habituales carreras contrarreloj para terminar cada momo; las guardias nocturnas para vigilarlos, que suelen derivar en ámbitos de socialización para quienes trabajan en la construcción; las diferentes formas de cooperación que encuentran los vecinos para sumar su aporte : la recorrida “para ver muñecos”, y la foto con el momo ya terminado antes del emotivo momento del fuego.

cada vez se construyen menos

Cierto es que al pie de las creaciones este momento de intenso trabajo se vive hoy con cierta preocupación por el futuro de la tradición. Es que año a año el número de momos que se construyen disminuye, al tiempo que cuesta entusiasmar a los nenes más chicos, menos habituados a estar en el barrio que otras generaciones, para que se sumen a la costumbre y tomen la posta del ritual.

Los números indican que en los años ´90, los del auge de la movida, según destacan los más apasionados, llegaron a armarse en la Ciudad más de 300 muñecos.

En los últimos años, la caída del número de propuestas fue sostenida: en 2015 se registraron 120 muñecos; al año siguiente, 101; en 2017, 87; en 2018, 75; este año, 63.

Los analistas del fenómeno, que nació en 1956, en la esquina de 10 y 40 con la quema de un muñeco que representaba a un jugador de Defensores de Cambaceres (ver aparte), dicen que en la caída del número de momos inciden tres factores: el cultural, el económico y el normativo.

El factor cultural es aquel al que se refieren los vecinos al pie de los momos: el barrio, escenario necesario para el surgimiento de los muñecos, ya no es lo que era cuando estos nacieron. Cuestiones vinculadas a la seguridad hacen que los chicos ya no jueguen solos en las veredas y se fortalecen los vínculos escolares y de las actividades extra escolares frente a los barriales. Además, para la nueva generación de nenes (los que otrora se sumaban a edad temprana al rito de los muñecos juntando plata en las esquinas o pegando papeles) las nuevas tecnologías resultan más atractivas que el armado de un muñeco y es dífícil para la tradición competir con tabletas, celulares y otros dispositivos.

 

 

El aspecto económico también incide: las sucesivas devaluaciones encarecieron el precio de insumos como el papel y el impacto de la inflación se nota, en distinto grado, en todos los bolsillos. Al pie de los muñecos se habla de costos que promedian los 40.000 o 50.000 pesos, los que se tratan de reducir con donaciones de vecinos voluntariosos, pero que no todos pueden afrontar.

Por último se habla del factor normativo y del creciente número de requisitos que deben cumplir los muñecos para ser aprobados. Lejos de los momos espontáneos que se levantaban en los barrios sin mayores premisas ni control en los últimos años ´80, el decreto municipal 2039 del 2008 y la ordenanza 10456 establece hoy una serie de pautas precisas relacionadas con la medida de los muñecos, el lugar de instalación, el radio de seguridad y la prohibición de que contengan pirotecnia, entre otras.

“Lo que actualmente vemos es que se perdió el muñeco chiquito, el artesanal, el que se hacía en el barrio con lo que había. Ahora quedaron los más profesionales y, como hay premios en juego, el ambiente es más competitivo. se convirtió en otra cosa”, dicen los chicos que arman, en 4 y 32, un muñeco con los personajes de la película Up y que en 2018 ganaron el premio a la creatividad con un momo de Los Increíbles. Entre ellos están Luciano Fuentes (18), Matías Córdoba (19), Mauro Alarcón (19) y Matías Barandica (19).

Matías Córdoba es herrero y a los 14 construyó su primer momo, según relata. Ahora participa en la construcción del nuevo muñeco de su barrio y dice que en estos cinco años cambió mucho su función.

“Si bien siempre hacés un poco de todo, al principio no me metía mucho porque no sabía, pero ahora participo más en la toma de decisiones y en todas las etapas del muñeco”, dice.

Esas etapas se inician temprano pensando la idea de lo que se va a hacer. Más tarde se sacan las medidas y después se empieza a trabajar en la estructura, primero en un ámbito cerrado y después se saca a la calle.

Es entonces cuando empieza el mejor momento, dicen los más apasionados: se comienzan a comprometer los vecinos con distintas tareas o aportando material, las jornadas de trabajo se hacen intensas y el muñeco se transforma en un ámbito de encuentro como casi ningún otro para cada barrio, que incluyen las cenas y las noches en vela cuidando lo construido.

“Ojalá no muera nunca la tradición de los muñecos, porque es algo nuestro que no se encuentra en otros lugares del mundo. Hace una diferencia y para nosotros es muy importante”, concluye Matías Córdoba.

Para él, como para muchos muñequeros platenses, mantener esa tradición, que se plasma especialmente en el momento de la quema, es el principal motor de la tarea que emprenden cada año y que por estos días alcanza su mayor esplendor.

300
Muñecos Se armaban en la época de auge de los momos, cuando surgían espontáneamente en los barrios y no habia sobre ellos control ni requisitos para su armado.
75
Momos Se quemaron el año pasado. En la caída del número de iniciativas inciden el aspecto económico (las devaluaciones encarecieron los materiales) culturales (los momos deben competir con las nuevas tecnologías entre los más chiquitos) y normativos (mayores controles y requisitos)
63
Muñecos Se quemarán este fin de año en la Ciudad reeditando una tradición que se inició en 1956 en la esquina de 10 y 40 y que desde entonces se convirtió en un clásico de los fines de año en la Ciudad.

 

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Matías barandica (19), luciano fuentes (18) y martín Córdoba (19) armando el muñeco de 4 y 32/demian Alday

franco itri (24) trabajando en la estructura del muñeco de 25 y 55, una tradición que mantiene hace 11 años/demian alday

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