Osvaldo Farina. Especialista consultor en Clínica Médica - “ La falta de incentivos que encuentran los médicos para dedicarse a la clínica médica es fruto del desbalance que existe entre la alta exigencia que demanda la especialidad y el bajo reconocimiento económico y social que tiene hoy. Esto no es algo que ocurra sólo en nuestro país pero que requiere prestarle atención porque el médico clínico es irremplazable dentro del sistema de salud. Además, si se considera que la clínica médica es la única especialidad capaz de resolver por sí sola el 90% de la patologías prevalentes, también desde el punto de vista económico constituye en la mayoría de los casos la mejor opción”.
Cuando a principios de los ochenta, el doctor Osvaldo Farina comenzó su residencia en el Hospital San Martín podía considerarse un privilegiado. En ese momento, por cada puesto de residente que ofrecía el Estado para formarse como clínico había al menos cinco médicos jóvenes interesados en rendir examen para ingresar. Tres décadas más tarde, con suerte hay un candidato por cada vacante que se abre en esta especialidad. El interés por convertirse en médico de cabecera -el especialista más completo y redituable para el sistema de salud- está cayendo a ritmo acelerado y no son pocos los que advierten que su caída terminará afectando tanto la calidad como el costo de la atención.
Hace unos días el concurso de residencias volvió a dejar el fenómeno a la vista. Sólo se presentaron 278 médicos interesados en postularse para las 169 residencias en clínica ofrecidas este año en hospitales de la Provincia. Se trata del número más bajo que se haya registrado hasta el momento y una cantidad que –si se considera que muchos de ellos tal vez no queden y otros elijan luego una especialidad post básica- tal vez termine siendo menor a la que el Estado considera necesaria para cubrir la demanda de la comunidad.
Como explican muchos médicos clínicos, esta pérdida de interés que se agudiza año tras año no responde ciertamente a un problema de vocación. No es que de pronto la clínica médica haya dejado de estar de moda, ni que a las nuevas generaciones ya no les guste la especialidad. Sucede simplemente que no conviene: la baja remuneración y la alta exigencia que implica en relación a otras ramas de la medicina ha terminado haciendo que convertirse en médico de cabecera hoy sea una mala elección profesional.
“El desbalance entre la alta exigencia que demanda la especialidad y el bajo reconocimiento económico y social que tiene en la actualidad”, ha hecho que cada vez despierte “menos interés”, reconoce Farina, hoy especialista consultor en Clínica Médica, docente en la facultad de Medicina de la UNLP y uno de los médicos de cabecera más reconocidos en la Ciudad. Para él, como para muchos de sus colegas que han dedicado la vida a la clínica médica, el hecho de que ésta venga perdiendo terreno no es una cuestión de orgullo sino una bomba de tiempo para el sistema de salud.
PRODUCTO DE UN DESBALANCE
“La clínica está en crisis porque al no incluir prácticas se paga mal, y esa retribución no se corresponde con la carga laboral que implica en relación a otras especialidades”, explica Belén Newton, instructora de residentes de Clínica Médica del Hospital San Martín. Con diez años de profesión, Belén cuenta que para reunir como clínica un ingreso comparable al de colegas de otras especialidades necesita tener cinco trabajos. “Hoy puedo mantener este ritmo porque no tengo hijos pero implica un esfuerzo difícil de sostener a otra edad o en otra situación”, dice al explicar por qué cree que en las condiciones actuales su especialidad va camino a desaparecer.
“El valor de la consulta de un clínico que recién empieza a trabajar está entre los 200 y los 250 pesos, que es casi lo mismo que se está cobrando la hora de alquiler en un consultorio. Por lo cual cuando te toca atender una primera consulta o un paciente de cierta edad, dos situaciones típicas que requieren no menos de 50 minutos de trabajo, prácticamente estás cambiando plata para cubrir el alquiler”, detalla su colega Gastón Quintans.
“La baja remuneración repercute a su vez sobre la carga laboral porque necesitás atender muchos pacientes y tener varios trabajos para poder reunir a fin de mes un ingreso que en otras especialidades requiere muchas menos horas de dedicación. Si a eso le sumás la guardias hospitalarias de hasta 24 horas que debemos hacer los clínicos al arrancar la carrera, no es difícil entender por qué muchos médicos jóvenes, aun cuando pueda gustarles la clínica, hoy terminan eligiendo otras especialidades donde se trabaja menos y se gana mejor”, explica Quintans, quien además de ser clínico es miembro directivo de la Agremiación Médica Platense, una entidad que observa el fenómeno con preocupación.
Y es que, según advierten desde la Agremiación, la merma en la cantidad de clínicos “ha llevado ya a que algunos hospitales estén teniendo problemas para cubrir sus guardias durante los fines de semana” y muchos médicos de cabecera, saturados por la demanda, estén “dando turnos recién para dentro de un mes”. Con todo, se trata sólo de “la cara más visible de un problema mucho mayor”, aseguran desde la entidad
MENOS EFECTIVIDAD, MAYOR COSTO
“A falta de médicos de cabecera, cada vez más pacientes recurren directamente a especialistas específicos que se ocupan exclusivamente de su área de competencia sin contemplar quizás un problema de fondo que escapa a su especialidad”, dice Quintans al relatar un ejemplo típico de cómo esta situación repercute directamente tanto sobre la atención de los pacientes como sobre los costos que debe afrontar luego el sistema de salud.
Cuenta Quintans que hace unas semanas recibió a un paciente que estaba con diarrea desde hacía más de un año y presentaba además un cuadro de desnutrición. Antes de llegar a él, esta persona había consultado a un gastroenterólogo que no le encontró nada en el estómago y lo derivó a un hematólogo para que tratara su anemia mientras un reumatólogo lo atendía por un dolor de huesos que no encontraba explicación. “Todos ellos lo atendieron perfectamente pero al no evaluar los síntomas en conjunto ninguno consideró que podía sufrir una enfermedad infecto contagiosa, que terminó siendo la causa de todo lo demás. Si esa persona hubiera consultado a un clínico de entrada no sólo hubiera llegado mucho antes al diagnóstico sino que el sistema se hubiera ahorrado tres consultas de alta especificidad”.
Lo mismo señala el doctor Farina al analizar cómo la creciente escasez de médicos de cabecera impacta sobre la atención. “En una época en que la pluripatología, sobre todo en pacientes de edad, resulta cada vez mayor, es ilógico que un paciente que tal vez es diabético, hipertenso, hipertiroideo y que tiene colon irritable consulte a un especialista para que atienda cada uno de esos cuadros en particular, cuando en el 90% de los casos un médico clínico se los podría resolver”.
Y es que por otra parte, “si a un paciente lo atienden cuatro especialistas cada uno por su lado… ¿quién coordina esa atención? –plantea Farina-. Sin un médico clínico que pueda ofrecer una mirada integral, cabe la posibilidad de que las indicaciones del gastroenterólogo se contrapongan con las del diabetólogo o las del cardiólogo, lo que no sólo perjudica la calidad de atención que recibe esa persona sino que a su vez eleva innecesariamente los costos para el sistema de salud”, dice.
Sin desestimar la importancia que tienen cada una de las especialidades médicas frente a patologías específicas que escapan a la atención clínica, el escenario que plantea hoy la creciente merma de clínicos le recuerda a Farina lo que decía uno de los grandes maestros de la medicina argentina. “Si a un paciente lo atiende un médico tiene 100% de médico; si lo atienden dos, tiene 50% de médico y si lo ven más de tres, en realidad no lo atiende nadie”, decía el doctor Fidel Schaposnik para subrayar la necesidad de una atención integral.
En el último concurso de residencias, sólo hubo 278 médicos para 169 vacantes
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