
La instalación de una base china en Neuquén, un caso poco claro / web
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Sus préstamos imponen condiciones cerradas y garantizan negocios a sus propias empresas, entre otros aspectos en la mira
La instalación de una base china en Neuquén, un caso poco claro / web
Durante décadas ha prevalecido en la Argentina un discurso antinorteamericano, hasta el punto que, durante la Segunda Guerra Mundial, el país no rompió relaciones con Alemania hasta que su derrota era evidente. Por el contrario, había aprovisionado a las potencias del Eje, mientras que en Buenos Aires se llevaban a cabo actos de agrupaciones nazis en el Luna Park y, a veces, en plazas.
En la actualidad, se ha preferido ignorar la existencia de cualquier otro imperialismo, hasta el punto que, a pesar de las más que cuantiosas obras públicas que están ejecutando empresas chinas, no se le da a Pekín el carácter de capital de un poder imperial.
El investigador Mariano Treacy, en su artículo “Cooperación y dependencia en la relación bilateral de China y Argentina” (Revista Perspectiva de Ciencias Sociales), sostiene que este acercamiento no puede entenderse solamente como cooperación. También implica nuevas formas de dependencia derivadas de la estructura de inversiones y préstamos que ofrece China. En realidad, los créditos de ese origen sólo están destinados a financiar obras que ejecuten empresas chinas. En los últimos años, compañías de ese origen se han presentado en toda clase de licitaciones, compitiendo con las argentinas que no pueden ofrecer el mismo financiamiento que las chinas que cuentan con el respaldo del estado.
La relación entre Argentina y la República Popular China se transformó radicalmente en las últimas dos décadas. De un lazo acotado, pasó a convertirse en “una asociación estratégica integral”. El hito más reciente fue la adhesión, en febrero de 2022, a la Iniciativa de la llamada Ruta de la Seda y al bloque denominado BRICS, integrado por Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica inicialmente, a lo que se unieron varios países.
Ese megaproyecto de infraestructura y financiamiento que Beijing impulsa desde 2013 reúne a casi 150 países. Ambas iniciativas ausentaron el comienzo de una política china de romper su aislamiento político y económico y constituir un bloque que pudiera competir con Estados Unidos o con mercados como el europeo. Así fue como empezó a construir corredores terrestres y marítimos que integran Asia con Medio Oriente, Europa y América Latina. En paralelo, busca asegurarse el aprovisionamiento de alimentos, energía y minerales cuya producción no cubre las necesidades internas de China.
América Latina y el Caribe se convirtieron en el segundo destino más importante de la inversión extranjera directa china, detrás de Asia. Entre 2005 y 2020, llegaron a la región casi 160.000 millones de dólares en inversiones, con un fuerte peso en energía (37%) y minería (35%). Brasil, Argentina, Perú, Chile, Colombia y México concentraron la mayoría.
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Además, China otorgó a los gobiernos de la región unos 150.000 millones de dólares en préstamos entre 2005 y 2020, superando el financiamiento combinado del Banco Mundial y el BID. El 68% se destinó al sector energético y el 17% a infraestructura.
A diferencia de las instituciones tradicionales, como el Fondo Monetario Internacional (FMI), el Banco Mundial y el mismo Banco Interamericano de Desarrollo (BID), que relacionan las operaciones de crédito de acuerdo con políticas trazadas por los países que los integran y que se plantean como objetivos fomentar el desarrollo de las naciones o ser “el prestamista de última instancia” cuando ocurren crisis como la de Argentina estos días, los créditos de los organismos chinos tienen el objetivo de financiar a sus empresas, que actúan de acuerdo con las necesidades de Pekín en las áreas en las que tiene dificultades para autoabastecerse.
No incluyen programas de ajuste fiscal como los del FMI, pero presentan sus propias restricciones: cláusulas de confidencialidad, que impiden difundir montos y condiciones; cláusulas cross default, que habilitan a reclamar pagos inmediatos si hay incumplimiento en un contrato; y la obligación de contratar empresas y tecnologías chinas, incluso equipos usados.
Estas condiciones limitan la generación de empleo local, la transferencia tecnológica y los encadenamientos productivos. Por eso, advierte Treacy, la relación reproduce un perfil primario-exportador: la Argentina vende materias primas y alimentos, mientras compra maquinaria y manufacturas con alto contenido tecnológico.
También debe apuntarse que, en la compra de empresas locales exportadoras de granos de Argentina y Brasil, le posibilita negocios extraordinarios como cuando aprovechó durante la suspensión de retenciones a las exportaciones de soja. Nidera, propiedad de china actualmente está dentro de las que obtuvieron mayores beneficios. Ya que ocupa el primer lugar entre las exportadoras de granos de nuestro país.
Al realizar un balance de los beneficios para Argentina del intercambio con China, debe apuntarse que la República Popular ofrece financiamiento para obras que el país no podrá encarar con recursos propios ni accediendo al crédito internacional. También abre su enorme mercado a las exportaciones argentinas.
Por otro lado, las inversiones se orientan a garantizar recursos para China más que a diversificar la economía local. “La presencia de China no ha garantizado una repartición justa de dividendos”, señala Treacy, y advierte que la Argentina corre riesgo de profundizar su dependencia estructural si no exige condiciones que fortalezcan su desarrollo autónomo.
Otros autores subrayan que las empresas constructoras chinas han tenido graves problemas en varios países como Ecuador por las deficiencias comprobadas en las represas. En general se estima que Pekín no presta demasiada tensión a los problemas ecológicos y en la Argentina varias entidades han formulado objeciones en ese aspecto en relación a diversos proyectos en ejecución o a ejecutar por compañías que son propiedad del estado chino.
Por último cabe destacar que el intercambio comercial con China arroja un enorme déficit para la Argentina.
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