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Séptimo Día |LA NECESIDAD DE REENCONTRAR EL YO

Los enigmas y los desafíos que plantean las personas distraídas

Despistados que revolucionaron al mundo, como Einstein y Edison. La cotidianeidad de un tema que, ahora, según el escritor mexicano Juan Villoro, coloca a la humanidad frente al imperio del mundo digital

Los enigmas y los desafíos que plantean las personas distraídas

Albert Einstein / Web

MARCELO ORTALE
Por MARCELO ORTALE

10 de Marzo de 2024 | 07:48
Edición impresa

Varones y mujeres que son distraídos, despistados, olvidadizos. Sucedió en todas las épocas y ocurre en todos los niveles culturales. Existen distracciones mínimas, como la pérdida de anteojos, celulares, billeteras, llaveros, documentos que no se encuentran. Pero hay, como se verá, una batalla moderna de mayor magnitud, una épica aún no declarada en donde se jugará buena parte de la suerte de la humanidad.

Para los primeros casos, existen experiencias cotidianas. Hay distraídos a montones y sobre ellos escribió el mexicano Alejandro Rossi un delicioso “Manuel del distraído”. Alguna vez sostuvo que esa percepción la obtuvo de personajes secundarios del Quijote, “ya que de Cervantes viene casi todo”. No tan olvidadizo, entonces, el ensayista.

El viejo profesor platense venía al centro caminando siempre por avenida 51, desde atrás de la Catedral, para dar su temible cátedra de física. Y en la caminata por la rambla le gustaba encender su cigarro. Tarea que lo obligaba, por el viento, a darse vuelta y así cumplir el rito del encendido, a cubierto de las ráfagas. Cumplido eso, el profesor retomaba su caminata pero en sentido contrario al que venía. Es decir, regresaba a su casa que estaba cerca de la antigua sede del Regimiento 7..

Los alumnos habían tomado nota de ese despiste. Así que un grupo pequeño de ellos lo aguardaba en los veredones de plaza Moreno. Simulando sorpresa por el encuentro, lo interceptaban y le sacaban alguna conversación sobre la materia que enseñaba. El hombre se entusiasmaba junto a ellos y no se daba cuenta que, en forma gradual, lo hacían girar 180 grados. Así que allí lo dejaban y el profesor volvía otra vez caminando hacia su barrio. Y cuando llegaba a la casa, ya era tarde para tratar de volver al colegio y dar la clase.

Los distraídos trabajan con mecanismo mentales diversos, con ideas puras, no con acciones prácticas sino teóricas. Según trabajos realizados por peritos psicólogos que estudiaron la personalidad de muchos sabios, la primera obligación que tienen esas personas es la de deshacerse de lo que carece de importancia para su ocupación. Tienen que tirar por la borda todo aquello que les resulte insignificante o ajeno a sus profesiones o a sus obsesiones.

Hay trabajos científicos que así lo certifican. Una reciente investigación realizada en la Universidad de Toronto determinó que las personas que extravían sus pertenencias o que no reconocen a nadie, las mujeres y varones que no pueden con sus propias torpezas o negligencias, no es que sean distraídas u olvidadizas, sino que tienen la capacidad de aligerar el cerebro de todo aquello que carezca de importancia para sus tareas o investigaciones.

Thomas Alva Edison / Web

Este “biotipo de despistado” no es que sea superior a los demás, sino que se maneja con reglas que lo llevan al conocimiento o arte que ansían explorar. Y que deben desentenderse, por consiguiente, de otras leyes que, si las acataran, los apartarían de su vocación.

Suena como egoísta, sobre todo para quienes conviven con ellos. Pero los expertos aseguran que no lo es. ¿Qué importancia podría tener que perdiera su paraguas la persona que elaboró la Teoría de la Relatividad. “Un día vas a perder la cabeza”, le advierten sus familiares o amigos. Y sí, es que la tienen que perder necesariamente. Por eso son sabios, científicos, físicos, novelistas. Si no las perdieran, estaríamos sólo ante buenos ciudadanos.

Y si se habló de la Teoría de la Relatividad, es casi un lugar común mencionar las endémicas distracciones de Albert Einstein, el que creó y abrió para el mundo nuevos universos. Muchas veces se olvidaba de cobrar sus sueldos en las universidades.

Una vez el sabio viajaba en un tranvía y en el asiento, a su lado, iba una jovencita. A Einstein se le cayó un papel y la chica lo tomó y se lo devolvió. “Muy amable, señorita, se lo agradezco mucho”, dijo Einstein, que iría pensando en su compleja fórmula (energía es igual a masa por velocidad de la luz al cuadrado). “De nada, Papá”, le contestó esa chica, que era su hija.

Otro gran distraído, anterior a Einstein, fue Thomas Alva Edison. En el aula de sus 12 años de edad se aburría. De la escuela primaria lo echaron, porque lo consideraron un disminuido mental. Las autoridades escolares le enviaron esta carta a su madre: “Su hijo es un retrasado mental. Ya no podemos educarlo en la Escuela con otros niños. Por lo tanto, le recomendamos que usted misma se encargue de su formación en casa”. Claro, el chico ya estaba inventando. ¿Qué inventó Edison?

 

Tienen la capacidad de aligerar el cerebro de todo aquello que carezca de importancia

 

Un artículo de Alberto Amato publicado por Infobae –titulado “Thomas Edison, el genio de los 1093 inventos que revolucionó la vida cotidiana y la gran crueldad que ayudó a cometer”- destaca así la capacidad creadora de esta persona: “Y un día, se le prendió la lamparita: la inventó. Bueno, inventarla, inventarla… La convirtió en incandescente, lo que equivale a darle vida, durabilidad, estabilidad y potencia. Iluminó al mundo. El tipo era, lo fue toda la vida, un chico curioso y “metomentodo” que intuía que ese mundo apuntaba alto, se transformaba rápido y que él no podía estar ausente, ni lejos de ese desafío”.

“Cómo llega un chico a esa conclusión –agrega Amato- es un misterio. Éste era Thomas Alva Edison. Casi todo lo que nos rodea, lleva su sello. Si estas líneas se leen a la luz de una lámpara, atrás está Edison; si en el ambiente suena suave algo de música, detrás está Edison; si escuchamos en la mañana un mensaje que quedó grabado en el teléfono inteligente, es Edison que está detrás; si tuvimos la delicadeza de enterarnos de las noticias que sacuden al mundo, hay de sobra, y que se envían a través de océanos y montañas, detrás está Edison, si vimos el último estreno de la película candidata al Oscar, detrás también está Edison”.

LA DISTRACCIÓN MODERNA

Pero atentos, no hay que distraerse. Con el asunto de la distracción están ocurriendo cosas nuevas en el universo. Temas que viajan por un río profundo, que todavía no salió a superficie.

Sobre este asunto se ocupó en un párrafo revelador el más que recomendable escritor mexicano Juan Villoro. Se trató de una entrevista realizada por la agencia Telam en Buenos Aires, cuando Villoro vino al país en 2018 para presentar su obra La utilidad del deseo en la feria del Libro.

El título del artículo periodístico ya es revelador: “La vida digital está provocando un déficit de realidad”. Sostuvo allí que hay que “recuperar a un yo que se ha vuelto espectral” y en eso debiera andar la vanguardia literaria. En dar una gran batalla contra el imperio majestuoso e ilimitado de lo digital. El género distópico pasa de moda y de nuevo existe una utopía: no distraerse.

El escritor habló de restaurar la personalidad y de recuperar lo real. La literatura actual tiene un nuevo desafío, un gran tema, y es justamente ese: rescatar la identidad humana.

En el párrafo neurálgico de la entrevista, dice Villoro: “La vida digital está provocando un déficit de realidad. Esto tiene que ver con los simulacros que llevamos adelante en las redes sociales, ante los cuales muchos autores han sentido la necesidad de lanzar un cable a tierra y decir “Aquí estoy yo”.

 

El nuevo estilo sólo busca entretenernos volvernos distraídos, superficiales, efímeros

 

“Es una especie de retorno a la realidad. La sustancia de la vida tiende a ser evanescente porque estás distraído en algo más. Y en ese sentido la autoficción es una recuperación de lo real y de restauración del sujeto”.

El modo imperativo de la comunicación se traduce en la voluntad de “alguien” en distraernos, en sacarnos de lo real. Hay miles y miles de cronistas digitales inventando una insignificante nada.

Ahora está de moda en las redes digitales un estilo supuestamente noticioso, que ofrece una información sobre algún tema, a través de los títulos, pero cuyos contenidos no se relacionan en absoluto con esa propuesta. Es como si defraudar a los lectores se hubiera vuelto algo encantador.

El escritor mexicano Juan Villoro

El nuevo estilo sólo busca entretenernos volvernos distraídos, superficiales, efímeros. El viejo periodismo –parecen decir- trató de la vida y la muerte, de la verdad, del dolor. Ahora seamos felices, ahora seremos distraídos, suntuarios, frívolos para siempre.

Toda la humanidad es el blanco. Mujeres y varones de cualquier edad y condición se encuentran apuntados por el arma poderosa de lo digital. El rigor de la vieja imprenta se agotó, la nueva tecnología quiere volver espectrales a los yo. Pero Villoro (la literatura) está diciendo que hay que ponerse de pie, que hay una nueva épica, que es la de reconquistarnos.

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