Juan José Arévalo, un presidente de Guatemala que se formó en la UNLP

De ser un joven y destacado docente secundario a convertirse en el primer presidente que los guatemaltecos pudieron escoger democráticamente recién casi al finalizar la primera mitad del siglo pasado, en la vida de Juan José Arévalo Bermejo (1904-1990), mediaron de manera decisiva y altamente gravitante los años vividos en nuestra ciudad y su formación académica, política e intelectual en la Universidad Nacional de La Plata.

Fue el 24° presidente de Guatemala pero, como se dijo, el primero en ser catapultado a la primera magistratura de la pequeña nación centroamericana a través del voto democrático de sus compatriotas, en el marco de una curiosa y anecdótica historia en gran parte vivida como un platense más, que estudió en la UNLP, que gustaba pasear por el Bosque, pescar en Río Santiago, tomar café con amigos durante largas horas en los bares del centro de la Ciudad y, deambular a veces de pensión en pensión al influjo de sus vaivenes económicos. Incluso, según se cuenta, ya a las pocas semanas de vivir aquí, tomaba mate como el que más, y lo siguió haciendo durante la mayor parte del resto de su vida ingeniándoselas siempre para conseguir yerba mate una vez que dejó nuestro país.

Pero más que nada, fue un estudiante universitario aplicado y tras su graduación, un docente y funcionario de la UNLP y de otras altas casas de estudio argentinas, que recibió el repetido elogió de sus pares.

Estudió el magisterio en Guatemala y a los 19 años de edad, en 1923, comenzó su tarea docente en la Escuela Normal Central para Varones de la capital de ese país. En 1927, como parte de un proyecto educativo, el gobierno del general Lázaro Chacón había convocado a un concurso para docentes, para becar a los mejores para estudiar pedagogía en el extranjero; Arévalo fue uno de los ganadores y escogió venir a cursar estudios en la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación de la UNLP.

Al llegar a La Plata se estableció en una pensión céntrica cercana a la Plaza Moreno; el gobierno de su país le giraba mensualmente el equivalente a 175 quetzales, la moneda guatemalteca, suma que le permitía vivir no con holgura pero sí dignamente como estudiante universitario. Pero a partir de 1932, con la llegada al poder del general Jorge Ubico, esa beca se redujo a 116 quetzales, circunstancia a partir de la cual Arévalo debió mudarse de pensión varias veces para hacer rendir al máximo el dinero con el que se tenía que manejar. Se cuenta que llegó a recibir la espontánea y disimulada ayuda de muchos amigos y compañeros de facultad que lo invitaban a comer o a tomar un café con leche.

En La Plata trabó una muy sólida amistad con el conocido con el dirigente radical Gabriel del Mazo, seis años mayor que él y que con el tiempo fuera Vicepresidente de la Universidad platense.

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En 1934 el estudiante guatemalteco obtuvo el doctorado en Filosofía y Ciencias de la Educación, aunque desde hacía un tiempo venía desempeñándose, con una muy magra paga, como ayudante alumno, cargo en el que fue ascendido no bien se graduó.

A partir de ese momento Arévalo comenzó a desarrollar una carrera docente brillante, al punto de que en 1936 fuera designado, con apenas 32 años de edad, profesor titular de la cátedra de Literatura en la recién creada Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional de Tucumán, pero simultáneamente fue elegido como secretario de la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación platense por lo que siguió viviendo en nuestra ciudad.

La platense Elisa Martínez Contreras se convirtió en aquella época en la primera esposa del pedagogo centroamericano, pero años después se separaron.

Por esos años, la Universidad Nacional de Cuyo lo contrató para reorganizar la Escuela Normal de San Luis y proyectar un Instituto Pedagógico. En abril de 1943 fue nombrado inspector General de los establecimientos educativos de la Universidad de Mendoza, pero renunció cuando se produce el golpe de Estado de 1943, regresando a la facultad tucumana.

Para esos años Arévalo se había convertido en un intelectual de fuste, escribiendo numerosos ensayos pedagógicos y políticos que luego eran difundidos entre la juventud universitaria de su país. Por eso no extrañó que, en 1944, al caer el gobierno militar de su país, el platense adoptivo fuera propuesto como candidato presidencial; aceptó la nominación y ya de regreso en Guatemala se impuso en los primeros comicios democráticos de la historia de esa nación. Desempeñó el cargo de Presidente desde el 15 de marzo de 1945 a igual fecha de 1951, desarrollando un gobierno de tinte progresista que encontró fuerte reparos entre los terratenientes.

Igualmente completó su mandato, durante el cual recibió en la residencia oficial a muchos platenses que lo visitaron y con quien había desarrollado fuertes lazos durante los años vividos en nuestra ciudad.