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La segunda parte de la obra producto del casamiento entre El Pampero Cine y las Piel de Lava, se proyecta hoy en el Select. Y su director anticipa que, en las 14 horas de duración del filme, el cine creará amistades y "por qué no, amores"
“El cine ya no es lo que fue en sus primeros cien años de vida; no lo es para nadie, como si de repente el cine fuera Pompeya y hubiera hecho erupción el volcán y todo el mundo hubiera salido corriendo. ¿Quién es ese volcán? ¿Las redes sociales? ¿Netflix? ¿Los teléfonos celulares? ¿Todo eso junto? Quien sabe. En cualquier caso, creo que 'La Flor' es un film que lamenta esa catástrofe e intenta ver qué se puede hacer con los restos que han quedado después de la evacuación”: es una de las definiciones que Mariano Llinás hace de su obra, que mostrará su segunda parte de tres esta tarde, desde las 18, en el Cine Select, en el marco del 14° Festifreak.
Pero Llinás no es el único rescatista: “La Flor” es su obra, pero también es obra de El Pampero, sus laderos de siempre en esto de jugar al cine, y de las Piel de Lava, la compañía de actrices y dramaturgas conformado por Laura Paredes, Valeria Correa, Elisa Carricajo y Pilar Gamboa que durante 14 horas serán espías, cautivas, mujeres fatales, brujas, amantes y cantantes. La película, insiste Llinás en pantalla, es de y para ellas.
“El casamiento de dos formas de entusiasmo, la del cine independiente y la del teatro independiente”, define la unión el cineasta, y ese compromiso parece indispensable para hacer cine seis historias que estallan en decenas de relatos enmarcados, donde Llinás se pasea por Hitchcock, Melville, el culebrón, el musical, el cine de terror, el cine de espías, juega con el cine mudo. Más, para construir este cine (estos cines) por fuera de los caminos del INCAA y las formas de producción prestablecidas de las vías oficiales, una burocracia que podría atentar contra la creatividad con fechas límites, duraciones prestablecidas, presupuestos y requisitos: sin dudas, una película de 14 horas, filmada durante 10 años por todo el mundo, no podría haberse realizado nunca bajo el paraguas del Instituto.
Pero, ¿cómo volver concretas entonces estas ideas del director? Los extasiados sueños de ficción de Llinás precisaron de una ingeniería del ingenio de parte de El Pampero Cine, equipo comandado por Llinás, Citarella, Agustín Mendilaharzu y Alejo Moguilansky, que inventaron toda una serie de estrategias para seguir consiguiendo plata y poder seguir jugando en Rusia, en Alemania, en París, en Corea del Sur, con escorpiones, momias y espías.
Y las Piel de Lava, acostumbradas al “hazlo tu mismo” por sus experiencias en el teatro independiente, se entregaron a esta sacrificada vida de juegos, a esta forma de hacer, y se convirtieron en musas y protagonistas de ese dispositivo de generar ficciones resumido, quizás algo caprichosamente (como todo juego), en el dibujo de una flor. Esa alianza entre El Pampero y las Piel de Lava para llevar adelante esta película, algo de esa amistad o de ese sudor forjados durante diez años, se impregna en la pantalla y magnetiza al espectador.
“Desde el primer momento esa idea formó parte del proyecto ¿no?”, dice Llinás en diálogo con EL DIA. “Creo que es imposible pensar el filme de otra manera. Valeria, Laura, Pilar y Elisa compartiendo con nosotros todo el tiempo, y llevando a cabo esa sucesión de hazañas que la película muestra. 'La Flor' es un film sobre la pasión y el corazón de cuatro mujeres. Todo lo que pensamos acerca del cine está sostenido en esa idea: que el vértigo, la alegría, la audacia y el juego con el que un filme ha sido fabricado aparece milagrosamente en las imágenes”.
“Cada día compruebo con mayor asombro el grado en que la cámara de cine (aún nuestras rústicas cámaras semi profesionales) son un objeto casi mágico, que captura del mundo no sólo una superficie sino que arroja una suerte de viaje psíquico, que aparece allí sin que nadie lo haya puesto. Sospecho que me refiero a esa cualidad mesmérica que fascinaba a los surrealistas y que Artaud definió mejor que nadie. El cine es generoso con los valientes y se cuida muy bien de los cobardes; he ahí algo que los productores no entenderán jamás”, agrega el director.
Pero las amistades del cine se extienden mas allá de la pantalla: durante los intervalos de las funciones que tuvieron lugar de “La Flor”, en Trenque Lauquen, en el BAFICI, en el exterior, el público charla de cine, del clima, de la vida, comparte alguna bebida ingresada al cine de contrabando. Surgen historias, amistades. Y por que no, dice Llinás, amores.
“El verdadero estreno de 'La Flor' –más allá de la proyección sorpresa en el FestiFreak (en 2016, se mostró la Primera Parte)- fue en una sala de Trenque Lauquen, y en esa oportunidad mucha gente viajó hasta allá para ver el film. Yo creo que ese fue un acontecimiento único, al que no se le dio la trascendencia que tuvo. Los críticos y los comentaristas de cine, en su mayoría, lo ignoraron o hicieron bromas tontas al respecto, cuando en realidad representaba por parte de los espectadores una demostración de fe en el poder del cinematógrafo que acaso ellos mismos habían perdido. ¡Cuatrocientos kilómetros para ver una película!”, dispara Llinás.
Y se entusiasma: “Creo que ahí comprendimos que la particularidad de la duración de la película era algo que los que la vieran iban a agradecer: El film no sólo era una acción anómala por parte de quienes la habían hecho, sino que se convertía en una experiencia extraordinaria también para los que la vieran. La emoción de sentir que un grupo de pibes podía subirse a un ómnibus sin saber adónde iba sólo para meterse en un cine fue absolutamente revolucionario en nuestra vida de gente que hace películas: imaginate la cantidad de amistades o de amores que van a estar signados por esos viajes o por esas proyecciones de tres días”.
“Esa condición artesanal en lo que hace a la exhibición me entusiasma como nada, y es la gran novedad que el final de 'La Flor' me ha deparado. Pensar cada proyección como algo único e irrepetible. Si pudiera, su tuviera tiempo y dinero, me dedicaría a ello como actividad central, al menos por un tiempo. Ya llegará. Por ahora, sólo hay algunos atisbos. Veremos”, dice el director.
Quizás por todo esto es que, tras mas de 13 horas de cine, el publico no se levanta durante los créditos, que forman una especie de mediometraje mientras el equipo desarma y carga en los autos los equipos tras rodar el episodio final de 'La Flor'. Mientras comienzan las despedidas, que se extienden unos 40 minutos y van desde el éxtasis del final del proyecto a la melancolía, un personaje se queda allí, mirando. Y permanece, como el publico, aun cuando el resto del equipo se ha ido. Para Llinás, “misteriosamente, el espectador dice: ‘Hasta que él no se vaya, yo no me voy’”
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