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La Ciudad |IMPRESIONES - Ocurrencias

Apariciones y desapariciones

Apariciones y desapariciones

Alejandro Castañeda

2 de Noviembre de 2025 | 03:27
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Llevaban días buscando un cuadro de Picasso. Creían que lo había robado la banda de los museos. Pero la verdad era otra: los encargados de trasladarlo hasta Granada, se olvidaron el Picasso en la puerta de una casa. Gente distraída, ¿no? Y lo encontró la portera del edificio, que se lo llevó para devolverlo. Al final de tanto revuelo, todo se aclaró. A veces los olvidos se disfrazan de pecados y sólo el azar los recupera. Como sucedió con ese cuadro “Retrato de una Dama”, del pintor italiano Giuseppe Ghislandi, encontrado en Mar del Plata en una casa que pertenecía a la familia de un ex alto funcionario nazi, Fred Cathen. Robada durante la Segunda Guerra Mundial al marchante de arte judío holandés Jacques Goudstikker. Reapareció gracias al aviso de una inmobiliaria. Otra vez el azar fue el mejor detective.

Esta semana, una pasajera de un crucero fue encontrada muerta en una isla desolada. La hija denunció que fue olvidada por la nave. El cuerpo de Suzanne Rees, de 80 años, fue hallado sin vida el domingo por un equipo de rescate en la isla de Laizard, ubicada en el noreste de Australia. Así como el fletero español se olvidó un Picasso en la vereda, este crucero se olvidó una pasajera en una isla.

Apariciones y desapariciones. Las cosas tienden a desaparecer si nadie las mira, decía Borges en uno de sus relatos. Aludía alegóricamente a esos viejos olvidados que tienden a desaparecer cuando los ojos entrañables dejan de mirarlos. No solo los recuerdos y los amores se extinguen. Hay historias de apariciones y desapariciones que están más allá del misterio y la ciencia ficción. Hemos visto hace dos semanas el caso de gente forzada a desaparecer, como Espert, que acabó convirtiéndose en un Lázaro esquivo: unos lo mataban a cada rato y otros lo resucitaban constantemente.

Hubo también ocultamientos criminales que algunos quieren hacer pasar por misterio, como el caso de los restos de ese estudiante que estaban enterrados al fondo de la casa de un ex compañero de clases y que desde hace 42 años permanecieron allí, como la flor fúnebre de un jardín familiar. A sus moradores parece que se les pasó por alto el ingreso de un cadáver, sin duda una familia más distraída que lo del flete español. No se explican cómo llegó allí. Los dueños, por las dudas, no vendían la casa ni dejaban que los jardineros anduvieran carpiendo en el fondo. Pero ese cuerpo seguía allí, inquietando alguna conciencia que cada tanto, sin querer, lo desenterraba. Como canta Bruce Springsteen: “Todo muere, nena, eso es así, aunque quizá todo lo que muere un día regrese”. Su familia, que agotó todas las maneras de querer dar con él, siempre mantenía la esperanza de que ese misterio alguna vez se develara. Ellos han sido como guardianes de una ausencia inexplicable. Lo han conservado 42 años en su recuerdo, que es el único lugar donde siempre lo encontraban.

Pero la desaparición más extraña es la de esa pareja de jubilados que se encajaron con su camioneta en Chubut y nunca más se supo de ellos. Todas las hipótesis han sido contempladas. ¿Están muertos, están agonizando, los mataron e hicieron desaparecer sus cuerpos?

Pero hubo un par de apariciones que ganaron toda la atención: el Presidente, pocos días antes de las elecciones, apareció como un rock star en el Movistar Arena, mientras Trump le decía al mundo que mandaba dólares para estos pagos porque “la pobrecita Argentina se está muriendo”. Fue un recital inesperado, provocativo y resplandeciente, que incluso para sus seguidores resultó como un invitado de piedra que se sumaba a una campaña que venía en emergencia. Pero unos días después, para coronar este desfile de líderes disparatados, apareció Cristina bailotendo la derrota desde el balcón escénico de San Jose 1111. En el juego de proyección de una ideología desde lo popular, esta danza en medio del fracaso electoral de alguna manera explicaba que cuando Kicillof reclamaba nuevas canciones a su partido, también pedía por una nueva solista. Quería –siguiendo a Cacho Castaña- que su partido cambie repertorio y que abandone el escenario la reina de la bailanta.

Espert fue un Lázaro esquivo: unos lo mataban a cada rato y otros lo resucitaban constantemente

 

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